el ultimo tren

Al principio fue sólo una sensación que,prolongada en el vació,se volvió silencio.
Don Gregorio,como de costumbre,arrastró un poco la silla antes de sentarse,como alargando el ritual necesario hacia el recuerdo,arrimándose a la ventana de marcos gastados,como sus sueños,como sus pasos.
Sentó a mirar sin esperar y ver la quietud de la nostalgia,atrapada e inalterable en las páginas grises de sus mañanas.
-Otra vez dicen que ha de llover-fue el comentario que rompió la monotonia viajera e incesante del sonido del viento,empeñado en despegar un almanaque desteñido.
-Ajá,así dicen-contestó don Gregorio pretendiendo ignorar las palabras con el propósito de no interrumpir su estado habitual y que no lo alejaran de la nostalgia,aquella que lo llevaba en sorbos hacia las regiones del ayer,sitio donde solía arribar habitando los silencios.
Se levantó como siempre,en la continuidad de su histórica rutina,de trazos indelebles,para oír el acto matinal de la naturaleza extendiéndose por cada rincón,cuando las últimas sombras se escapaban por la rendija de la noche.
Hurgó las cenizas para descubrir las pupilas rojizas de un tizón y después de unos mates perezosos las mismas miradas, las mismas preguntas.
-¿Vuelves al mediodia? dejá para el pan y la carne que ayer no alcanzó.
Un gesto de adiós casi imperceptible,luego la calle mil veces recorrida,una ronda de pasos con un final anticipado:los primeros ruidos del despertar cotidiano,las impresiones propias del alba.
El ojo púrpura y titilante de la señal baja,indicaba el paso del tren.Don Gregorio volvió su marcha presurosa,sintió la vibración de la vias y se detuvo un instante en medio de ese destino de lineas convergentes.
Cada centímetro de la estación cobro vida,llenándose de voces y figuras,cada una con las acciones particulares de sus actividades.Las vendedoras con sus canastos,el lustrin,el changarin,en su manera peregrina de empujar la necesidad;el negocio clanestino de pájaros,que en su arpegio de trinos y silbidos disimulaba su vuelo postergado,a la vez que sugerían la verdad de una condición insospechada:el cautiverio del corazón del hombre.La necesidad tiene mil formas de encerrarte.
Todo giraba de acuerdo al horario de los trenes y se producían los encuentros,regresos y partidas,cúmulo de emociones húmedas o las fugaces fantasias de miradas y de sonrisas leves,desde una frontera vidriosa.
Un suspiro.el repentino parpadear y pliegan sus alas las aves de la melancolia surcando un espacio sin matices.Mirar atrás,es una inclinación al pasado,como un tobogán de imágenes sucesivas a la vera de la pendiente del pensamiento,
Allí el tren era más que un cuerpo y cintura ondulante de acero que avanzaba;era una señal visible de esperanza,con sonido móvil,que intervalos digitados sacudían el letargo de los miticos habitantes del monte y en presencia de los hombres multiplicaba el pan y las labores.
Hundido en la ceremonia otoñal de su memoria se encontraba don Gregorio,cuando el tropel y un temblor circular del sulky al cruzar las vias,lo trajo al presente de pueblo y descubrirse él,como siempre,en la latitud geográfica de una mesa y rodeado de una ilimitada soledad y desemparo.
Se refregó las manos,como si moliera en ellas algo del pasado,,entonces el vino le sabía a un dolor de siglos y olvidos añejados.Sin darse cuenta sus dedos tropezaron con los bordes mellados del vaso,que rodó en forma de abanico y se detuvo en una esquina.
Don Gregorio lo tomó y se asomó a ese abismo estelar que en el fondo reflejaba su imagen surcada de señales notorias del clima,tareas ,costumbres y silencios;entonces,con lógica puntualidad,golpeaban la puerta de sus miedos la prolongación fantasmal de la noticiarivatizarán los ramales ferroviarios.Ese dia descarrilarón los sueños de un pueblo,perdierón los rumbos sus anhelos y ya no tuvo un horizonte la esperanza y se quedó de pie y descalzo el porvenir.Porque los números no cerraban,los privarón y despojarón de ser parte de la historia,que hoy es anónima,sin rostro y sin color.
Por las vias oxidadas corre una ilusión y en verano es un espectro zigzagueante de vapor en la distancia.En las noches alinizaban sombras misteriosas de las leyendas esperando que desde el firmamento resbale una estrella para caer en sus calles polvorientas y le conceda el deseo de barrer las flores y hojas mustias y marchitasde su abril,por una primavera azul con vientre musical que maduran panes de algarroba sin dueño,para las almas desnutridas de los hombres.
El último tren se fue,como una extendida y oscura serpentina sin festejo y sin regreso,apagando la luz en las miradas y envejeciendo las risas de los años.En el último tren,acaso sin saberlo todo el pueblo lo espero en el andén,subió a él y es pasajero de un sueño que espera encontrar un cielo de justicia y libertad inalterable,aunque todavia desconoce la estación.
-Don Gregorio,ahí lo busca afuera un joven...!!
El regreso vacilante por una alfombra de salitre y poblado de huellas desparejas,en las cercanias de unas vias inertes,que no conducen a ningún lado.Y el retumbe andariego de los latidos del tren se ha vuelto vidala.

nota:
conocí a don Gregorio tras regresar de una peregrinación que hice solo y a pie.El pueblo donde vivia esta hoy totalmente despoblado

 

Triste cuando nos arrebatan nuestros sueños amigo, bella prosa, me encanto la manera sencilla pero muy detallada de tu relato. Siempre es un placer leerte. Saludos y besos con cariño. Estrellas mil.

 

Realmente fue un agrado la lectura amigo, te felicito por tan amena prosa.
abrazitos fraternos y cinco estrellitas.
Esperanzapaz