El Vacío:

El Vacío:





Cielos relucientes teñidos en cerúleo, esos colores inertes, que desbordan alucinógenos su capacidad perpetradora.
Esa conciencia demoledora, que alguna vez se hizo escuchar, que siempre intenta moler mis arterias concentradas en encontrar una planicie arbolada.
Alamedas urbanas, sensaciones desgarradoras, que siembran la propuesta que duerme en la ante sala, esa simple palabra arrolladora.
Se arrodillarán ante mí, pidiendo perdón, piedad injusta que se acerca cada rojizo atardecer y que se esmera en conquistar una normalidad imputada.

La propuesta se ríe, parece felizmente agraciada, dibujada y conjugada en esos temibles rostros de látex, orgullosos y creíbles que se desmiembran en las calles abandonadas.
Adiós, adiós, me dedico a entonar mientras se me erizan los pelos del brazo ante tan perspicaz nota musical, vasta de divinidad y recluida en la admiración.
Porque puede que haya muchas cosas que decir, muchas palabras se cruzarán bajo el cielo cerúleo, pero preferiré callarlas, y embaucarlas en las valijas enclaustradas.
Intentaré cerrar esos momentos dejándome llevar por el vacío, cayéndome una vez más por esos aires perpetuos, flujos interminables derivados de la salvación.

Intentaré ser racional porque me lo han pedido, ese retoño de los consejos sinceros y resultados del vacío profundo, procuraré ser organizado y diré que siempre estarás en mi mente.
Rondarás plagada de placer, alegre y sencilla, darás sentido a las sospechas de una cara sin valor, un rostro enigmático que te condenará por aquellas equivocaciones engorrosas.
Ahora los entes se marchan, las heridas se reabren, y no parecen terminar a pesar del canto del zorzal que refleja en sus momentos interminables, la nota de aquella canción abrumante.
La propuesta se rinde vergonzosa debido a un cielo cerúleo influyente, y las vueltas que da una vida delimitada y clamada de desdichas aparatosas.