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El Vendedor de Loterías y América Latina

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por patokun, 10 de Junio de 2009. Respuestas: 1 | Visitas: 773

  1. patokun

    patokun Poeta recién llegado

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    10 de Junio de 2009
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    El vendedor de Loterías y América Latina

    Era un día sin honores en la ciudad de Asunción, un dia más, aunque más caluroso que de costumbre. Era a mediados de agosto, la primavera de los lapachos rosa aún no había empezado pero florecían sin explicar, el rosa prematuro de primavera y el smog de asunción convivían sin murallas en aquella tarde.
    Esa tarde de verano sin credenciales, en una esquina heroica, entre el Mariscal no sé quién y el General Fulano, el vendedor de loterías se contorsionaba entre los coches, los baches y el último segundo de luz roja del semáforo para vender los tickets para el gran sorteo del domingo.
    - 1900 millones-, gritaba como si fueran suyos los millones, como desafiando a alguien a una mano de truco.
    -De profesión vendedor de lotería- decía siempre que preguntado acerca de sus quehaceres, era vendedor oficial del Loto 10. Irónicamente era el décimo de una familia de once hermanos, era el decimo pero el sexto vivo, nacido en el decimo departamento, ahora vivía en el primero. Hasta había nacido el 10 de diciembre del 80, pero su madre le había inscripto en enero. Como si su destino jugara con él a las escondidillas, como si hubiera escogido números equivocados.
    Más conocido como Pele ï –su nombre profesional-, como el jugador, probablemente por su piel morena y el salto asombroso, que más de una vez le evitó el destino de insecto contra algún parabrisas irritado.
    Su nombre no importaba en las calles anónimas; en realidad no habían nombres, no habían los Fideles, ni Hugos, solo personajes, nada más que retratos dibujados en torno a alguna singularidad irrevocable. En esa intersección colectiva destacaban personajes inmunes , como la estatua del Mariscal, a los inquisidores. Así que no había necesidad de nombres, nombres eran muy complejos para aquella intersección verde y roja. Rojo queda; verde acelera.
    ¿Quién era Pele i? ¿De dónde venía? No importaba mucho, su pasado había sido olvidado, su futuro inmaterializable, su presente imperceptible para todos en aquella esquina.
    Pele´í contaba, en sus rondas de tereré, que venía de algún pueblito del Alto Paraná, trayendo consigo nada más que la tierra colorada en las grietas de su piel morena. La tierra colorada entretejida con su piel morena lo dejaba como encendido, rojo y vibrante como un toro picado en el ruedo. No contaba más porque a nadie parecía interesarle el relato, sentía un ¨sssshh¨ silencioso.

    En la esquina en donde el general conciliaba la paz con el mariscal, en ese día mas en Asunción, el vendedor de loterías había vendido todos los cartones para el domingo. Pele í tomó el colectivo de la línea 40 y fue a su casa a echar una siesta. Era viernes de tarde sin pretensiones.

    -Hoy es viernes de soltero - dijo en voz alta, vaciando una copa de vino. Caía la noche engavetando los últimos rayos del sol. Como si fuera un himno, una copa rota empezando las celebraciones. Cada noche de viernes se reunían los soldados del mariscal alrededor de una mesa de truco.
    Pero en esa noche sin pretensiones sentía o presentía, algo le incomodaba. El vino había caído en un vacio sin huellas digitales, desconocido y amorfo. La sensación de algo sin resolver le absorbía de la noche. La noche que le pertenecía hasta escuchar el sermón mañanero acusador de las abuelas tempraneras. Su noche le era desconocida.
    -Me voy a dormir - dijo. Poniéndose de pie con dificultad, como levantando algún aeropuerto con sus hombros, cansado y ebrio, con sus dedos de bambú haciendo un gesto más que nada informando que se iba.
    Los muchachos le miraron como si hubiera cometido algún sacrilegio, había roto el ritual de los viernes. Pero las miradas no le incomodaban, diez mil miradas a cada día espiaban su esquina bicolor, las miradas eran su smog en aquella esquina.
    Era como la una y un poco, el tiempo también era cómplice del ritual colectivo, las manecillas deslindaban exactitud a partir de la medianoche, le esperaba una reflexiva caminata por las callejuelas sin brillo ni luces de la ciudad. Miedo por ellas? No. No habían inocentes en esas calles, no habían criminales, habían circunstancias. Y él, ni criminal ni inocente, discurría en la penumbra de la noche, a cada 2 cuadras un filamento incandescente titilaba con la noche arremolinándose alrededor, como un poncho olvidado la noche arropaba esas cuadras.
    Cansado se desplomo en la cama, se abatió como un cuervo herido y durmió.
    Eran como las nueve de esa mañana, aun cansado o más bien intranquilo, como si no hubiera dormido, tuvo una noche sin imágenes pero si de sentimiento, de sensaciones sin traducción, no se explicaba aun sus dudas mañaneras.
    Se encontraba en la fila de la agencia del bingo, esperando por los cartones para venderlos ese día, destilando inquieto su ansiedad, destilando la provincia de Mendoza y sus viñedos, no se sentía tan artístico en aquella fila. Lo artístico se resumía en evitar que se quiebre su linealidad perfecta, era describir una línea recta en el espacio, con tinta hecha de corazones.
    Eran como las nueve de aquella mañana y el sol comenzaba a subir sus decibeles amarillos, Pele í en la fila refugiándose en su piel morena, tomando un mate de terere de tanto en tanto, rompiendo la linealidad de otra manera irremediable con su risa aun empañada por los taninos de Mendoza.
    Por un momento entre las risas había se había desenfocado de su inquietud, había recobrado su vitalidad adolescente. Pero al acercarse a la entrada, como a cinco metros, detrás de dos vendedores mas, volvió a respirar pesadamente con sus manos temblando finamente y algo sudorosas, la ansiedad volvió a embargarle, no hubiera sido peor si le hubieran dicho que dio positivo en algún examen médico.
    -Vino de porquería- pensó.
    Le tocaba retirar los cartones para venderlos el sábado y domingo por la mañana, la vendedora escondida detrás de su maquillaje tan impersonal como una sonriente propaganda en la calle.
    Pidió unos 20 cartones, hizo un intento de sonreír, una mueca mas bien, los retiró y se fue.
    Caminaba lentamente hacia su esquina, su inmueble en la ciudad, arrastrando ligeramente su pie derecho porque lo había torcido la noche anterior. La sensación de algo sin resolver se volvía más acuciante a medida que llegaba a su metro cuadrado de Asunción.
    -Resaca jodida – se decía una vez más.
    Bajo el sol severo se instaló en la baldosa que le pertenecía mientras estuviera allí.
    Un poco cansado por caminar desde la agencia del bingo se sentó en la vereda recostándose en un grafiti mudo de la pared.
    Como de costumbre, extraña como mínimo, contaba los cartones de lotería comprados no cerca de la agencia, como para reclamar en el caso de que faltasen, sino siempre cuando llegaba a su metro cuadrado de Asunción.
    Mientras los contaba su piel morena como agitada por el sol se erizo, sus pupilas se enfocaron en los cartones como un lince hambriento hacia su presa, respiraba dificultosamente como si el aire había emigrado a otro país. Tuvo la plena certeza de que entre ellos estaba el cartón ganador, creía firmemente en eso como en una ideología. Pele í se volvió de izquierda por así decirlo, se utopizó.
    Pele i no tenía dinero para comprar los 20 tickets, ni la mitad siquiera.
    -Cuál es el maldito ticket ganador, miserable pedazo de papel- murmuraba respirando agitado con los dedos revolviendo su pelo negro encrespado.
    El vendedor de loterías poseído por su deseo, miraba los tickets contra el sol; desesperado los olía, enloquecido los acercaba al oído, suplicando que le respondan. Al tránsito efervescente no le importaba que el vendedor de loterías hubiera enloquecido.
    Otro de los soldados del mariscal, huésped de aquella avenida, se sorprendió al ver a Pele i en semejante excitación, pensó que tal vez empezó a beber más temprano.
    -Tranquilo Pele i- le dijo sosteniéndolo de los hombros en un intento de acalmarlo.
    Pele i lo miraba con una mirada desorbitada, pero de a poco se aquietó. Pintaba derrotado y desmoralizado, hundiendo la cabeza entre ambas manos.
    -¿Que hay?- le preguntó el amigo sin esperar una respuesta articulada.
    Pele´i miró los tickets de nuevo esperando una respuesta, algún destello, pero los tickets continuaban mudos. Suspiró profundamente después de un minuto y miró a su amigo y dejando caer los hombros y los brazos le dijo: Uno de estos tickets, con ojos cansados, es el ganador del sorteo de mañana, uno de estos TICKETS, balbuceó.
    -Está borracho-, pensó inmediatamente. Y se sentó junto a su amigo que se había dejado caer y recostado en el suelo.
    -Es imposible saber cuál es el ticket ganador, - le dijo pausadamente al oído sosteniéndole la cabeza cerca para que oyera lo que iba a decirle. -¿ Cómo sabes que uno de ellos es el ganador?- le pregunto pacientemente.
    Pele í levantó la mirada, miró fijamente a una SUV que había parado en frente, esperando el verde el semáforo, - Sólo lo sé, es mi destino, tengo en mis manos un mejor futuro – respondió.
    -Uno de estos cartones es el ganador estoy seguro- volvió a decir apretándolos entre ambas manos.
    -Préstame plata- le dijo Pele i al amigo.
    Pensó por un momento, más por evitar que se enloqueciera nuevamente, que por creer en que uno de aquellos era el ganador, y dijo: -No tengo más 10000 guaraníes-.
    -Con eso tendrá que ser- dice.
    Nervioso iba y venía en aquellos metros de América Latina, se comía las uñas, enredaba el pelo con los dedos, sudaba bajo el sol extrovertido de Paraguay, debía elegir cinco entre los veinte.
    Se le ocurrió que el ticket ganador, si era realmente su destino, debía sentirlo como una descarga eléctrica, así que se quitó la camisa y apretaba cada cartón a su pecho, buscando una conexión cósmica con su destino. Definitivamente había perdido la cabeza.
    Su amigo lo observaba nada más, hasta la locura era patrimonio ajeno en aquellas calles.
    -Ya tengo los cinco. Vamos a la agencia – dice Pele í. Debían cruzar a la acera de la embajada americana para llegar a la agencia, por suerte no se requerían visas para eso en aquel entonces. Caminaba por las calles de América Latina a pocos metros de suelo americano con un futuro potencial en las manos, aunque esquivo.
    Caminaban en total silencio hacia la agencia, Pele í, no oía, no veía, una burbuja le había envuelto, solo sus pensamientos le eran audibles.
    Llegaron a la agencia, esta vez no había fila, se acercaron a la vendedora, sonriente una vez más, como una publicidad de Coca Cola, una sonrisa corporativa por decirle de algún modo. Le entregaron los quince tickets y el dinero por 5 tickets, en un silencio mojado de sudor.
    Faltaban aún unas horas para el sorteo pero aquel día no respiraba desde aquel momento, contenía la respiración, alguien estiró el freno de manos, sin dudas fue Pele í.
    Se fueron a la estación de ómnibus de Asunción en donde había varias TV encendidas y probablemente podrían ver el sorteo.
    Caminaban en silencio, Pele í en su tensión no sentía la torcedura de tobillo de la noche anterior, caminaban con el sol exuberante como testigo.
    Llegaron a la terminal como le decían y se sentaron frente a una TV a esperar el sorteo, ni una sola palabra. Pele í se encontraba quieto como la estatua del Mariscal que le acompañaba cada día, impasible, su amigo se preguntaba si escuchaba, -Hey- dijo, Pele í nada mas miraba al monitor, arrebatado.
    A las cinco empezó el sorteo haciendo recobrar vida a Pele í, habían tres premios importantes, siendo el primero de 1900 millones de guaraníes, el destino irrebatable de Pele í. Los 9 premios anteriores no atrajeron la atención de Pele í. Debía ser el primero, la tierra prometida y finalmente llego el momento:
    -cinco – decía la voz seductora, seguido -cuatro - , -ocho -, cuatro, seis, dos, cero, seis.
    Había anotado los números en la palma de la mano, con tinta azul confundiéndose con las venas de su mano, su destino y su ser se fundieron en un meandro sin fluir, y recorrió los cinco números anotados; ahí estaban los números, estaban todos y cada uno de ellos, escritos indeleblemente, elegantes como los lapachos vestidos de gala.
    Estaban todos los números ahí, todos ellos, uno en cada cartón, uno en cada ticket, Pele í había acertado en su sentimiento, el premio estaba en aquellos cinco cartones, pero en todos ellos.
    Debe ser uno de los quince que no pude comprar- pensó inmediatamente. Había anotado números de los otros cartones en un pedazo de papel y lo guardo en su pantalón, entonces lo quito del bolsillo trasero, lo sostuvo en las manos, lo miro, agachó la cabeza y la sostuvo entre las manos. Todas las letras se borraron con el sudor, era imposible leer los números. Nuevamente su destino jugaba con él a las escondidillas.
    Y la tarde que había estado con el freno de mano accionado, se soltó y como tratando de recuperar la distancia perdida, empezó a girar rápidamente, mareando a Pele í, que respiraba pesadamente.
    Una vez más, su destino, su suerte, su vida, se había burlado de él, enviándole las coordenadas erradas.
    Pele í quería envolver con sus manos su cabeza, toda su vida, que importaba, nada era su destino.
    Nunca podría saber si era uno de los quince cartones o no el ganador, porque convenientemente el pozo quedo acumulado, no hubo ganador aquella semana. Puede que realmente uno de ellos haya sido el ganador, puede que no.
    En ese mismo día el Brasil había anunciado mediante su canciller que no renegociaría el precio de la energía eléctrica de la represa itaipú, desde hace 30 años el Paraguay pagaba por la electricidad que le pertenecía, después de un acuerdo desgraciado de la dictadura.
    Y continuaban sentados Pele í, el Paraguay y América Latina en aquella esquina legendaria con el pasaje a la tierra prometida en las manos, y seguían ellos sin moverse, a pesar de la vitalidad inmensa que corría por sus venas.
     
    #1
  2. NADLI

    NADLI Moderadora Mundopoetas Colombia Moderadores

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    :bienvenido:

    PatoKun, :::blush:::es una historia muy de la vida real, que nos traes a colisión:)

    :::eek:hmy:::pele í,.... Pele í

    :::hug:::Besos cósmicos, es un gusto leerte:::gafas1:::
     
    #2

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