El viaje a Colombia (segunda parte)

Al llegar al aeropuerto aún faltaba mucho tiempo para que mi vuelo saliera,por tanto decidí llamar por teléfono a mi amada. Estaba sumamente nerviosa, mas escuchar su voz me calmó.

_Hola mi amor, ¿como estás?
_Estoy muy nerviosa_respondí al tiempo que jugaba con mi anillo y observaba sus destellos.
_Todo va a salir bien, amor_me dijo. Su voz sonaba más dulce y hermosa que nunca.

Le pedí que se conectara porque de mi celular era muy costoso llamar a su país y pensé que las compañías de telefonía abusaban de los consumidores y que la situación económica en México apestaba, al menos la mía. Mientras me escuchaban decir cosas tan bonitas al celular, algunas personas me veían como a un bicho raro, yo, les obsequiaba una sonrisa y volvía el rostro.

De repente, el saldo de mi celular expiró. _¡Maldita sea!_exclamé e inmediatamente me dirigí a un cybercafé. Enseguida, me conecté a internet, pero el nerviosismo me había hecho olvidar la contraseña del messenger, así que decidí entrar al chat donde había conocido a Laura, la chica colombiana de quien me había enamorado hacía ocho meses. Aun mis padres sabían de ella, sin embargo creían que sólo era una fantasía, una más de mis locuras, de mis conquistas, que pasaría pronto. Estaban equivocados.

No podía creer que abordaría un avión, les temía tanto. Prefería viajar en autobús o en auto, pero era la única forma de encontrarme con ella, por tal motivo estaba dispuesta a hacerlo. Extraje mis calmantes de mi bolso y me tomé la mitad de uno. Una vez en el chat fui recibida por un te amo, que me tranquilizó más que la píldora.
Te adoro, me haces tan feliz_continuó escribiendo Laura, y yo, al leerla, sentí que me iba a infartar de tanta emoción, de tanta felicidad.

Después de un tiempo en el chat, me desconecté, pues debía abordar el avión a la ciudad de México. Al despegar el avión, comencé a rezar y orar mentalmente. Luego platiqué con dos pasajeras que estaban a mi lado para distraerme, y así disipar los malos pensamientos que me atormentaban. El avión pasó por varias turbulencias y yo me hallaba pidiendo a Dios perdón por todos mis pecados, que son muchos, y de la mayoría no me acuerdo.

Cuando llegué a México, agradecí al cielo estar en tierra firme. Tan pronto encontré un lugar para llamar por teléfono, llamé a Laura, mas no me contestó, marqué cinco o seis veces y no hubo respuesta. Entonces me asusté, un pánico intenso se apoderó de mí. Qué tal si no va por mí al aeropuerto, pensé, qué hago yo en un país desconocido, que es famoso por su inseguridad a nivel mundial. Por si fuera poco, me hallaba en una de las ciudades más inseguras de mi país, sola. Aquella idea puso mis nervios de punta. En ese momento, decidí tomarme la mitad restante de la pastilla con una botella de agua que me habían dado en el avión.

Luego, se me ocurrió llamar al teléfono de la madre de mi novia, con quien de antemano había hablado un par de veces._Hola_musité pues mi voz apenas podía salir.
Casi al unísono, una voz tan dulce como la de Laura y de timbre parecido me contestó: _¿Cómo estás, Flor?_. Con ese acento que me encantaba y un dejo de preocupación en el tono.
_Mal_respondí. Su hija no me responde las llamadas y yo estoy muy nervosa.
_Cálmate, Flor, no pasa nada, declaró la madre de Laura, animándome. Deja te paso a Laura_agregó.
_Hola, mi amor, ¿qué más?
_¿Por qué no me contestas?_pregunté y mi voz sonó agónica, agitada.
_Estaba ocupada escribiendo algo_repuso ella.

Seguimos conversando así durante un rato hasta que,de pronto, todo mi miedo mágicamente se esfumó. Era extraño cómo escucharla llenaba de valor mi esencia...