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El viaje de Atalán

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por miara, 9 de Junio de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 949

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

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    Atalán se despertó de repente. Había un ruido de voces que no se acostumbraba a oir en su hogar a esas horas de la mañana. Saltó de su cama, y como era normal en él, la curiosidad le empujó a espiar desde el pasillo lo que sucedía en el cuarto de estar.

    La señora Tobin, su madre, sostenía en su mano algo parecido a una carta, al lado de su marido y de un gorrión desconocido. Parecía muy excitada y trataba de convencer al señor Tobin.

    - Esta vez no hay excusas para faltar, Benjamín. Esta vez ni tú, ni Azazel estáis enfermos. Es mi hermana pequeña, y quiero estar ahí.

    - Pero Margareta, la ciudad está muy lejos y somos conejos de campo. No es nuestro habitat. ¿Qué vamos a hacer allí?. Nos sentiremos como peces fuera del agua. Y luego te enfadarás, ¿y con quién descargarás tu frustración?. No con tu hermana y su marido, sino conmigo.- alegó el señor Tobin, conocedor de como eran las cosas con Margareta.

    - No estuve en la ceremonia de su boda, y ahora que han nacido los mellizos, estaré alli cueste lo cueste, y llevaré a los niños; tú puedes hacer lo que quieras. Le prometí a Tomasina que cuando esto sucediera, lo celebraríamos juntas.- dijo muy enfadada la señora Tobin.

    El señor Tobin suspiró largamente, armándose de paciencia. Su carácter tranquilo se veía turbado por las decisiones drásticas y a veces temperamentales de su esposa. No había nada que hacer. Habría que organizar y preparar el viaje inmediatamente para llegar a la celebración. Se dirigió al gorrión, que expectante había seguido la conversación.

    -Disculpe, señor, por haberle hecho esperar nuestra decisión. Puede decirle a la señora Tomasina Barkleys que estaremos encantados de acudir a su fiesta, acompañados de nuestros hijos.

    - Será un placer comunicarle tan grata noticia. Tengan un buen día, señores.- Y el gorrión salió por la puerta de la madriguera, emprendiendo el vuelo hacia su destino.

    Atalán, que había estado escuchando todo el rato, no pudo evitar su entusiasmo, y dio un grito de alegría, alertando a sus padres de su presencia.

    -¡Atalán! ¡Qué estás haciendo levantado a estas horas!. Es una costumbre muy fea escuchar escondido las conversaciones de los demás.

    - Mamá, ¿de verdad que vamos a ir a la ciudad? ¿Iremos a ver a la tía Tomasina y al tío Will?. ¡Fantástico!. Ya verás cuando se enteren los demás, en especial Asiel. No va a poder pegar ojo, toda nerviosa por parecer guapa y elegante.- dijo Atalán, pegando brincos alrededor de sus padres.

    - Será mejor que te comportes, o te quedarás sin tarta de zanahorias hasta que seas adulto, Atalán. El lugar al que vamos es un sitio grande, lleno de peligros a los que no estás acostumbrado, así que tus hermanos y tú, tendréis que ser muy obedientes. No quiero que se lleven una mala impresión. Ya sabes que tu tío Will, es un conejo muy importante. Su foto sale en anuncios y programas de televisión. Tiene una mansión, no una simple madriguera como la nuestra . No quiero problemas de ningún tipo. Estás advertido, hijo.

    La señora Tobin compuso su gesto reservado para las ocasiones que no debían ser tomadas a la ligera, y Atalán bajó la cabeza, humilde, mientras decía: "Sí, mamá".

    Sus hermanos recibieron con alborozo la buena nueva, y el señor Tobin tuvo que llamar al orden a su prole. Ahora tendrían que ver cómo se desplazarían hasta un sitio tan lejano. A pie no podrían ir. A Atalán, le recordó algo que había oído en la granja Barrow. Aquiles, al que visitaba fecuentemente, le había comentado que a principios de mes, su amo iba con un cargamento de frutas y verduras frescas para vender a la ciudad. Sacaba su carro, se subía al pescante y enjaezaba a Aquiles para que transportase la carga. Atalán se lo comentó a sus padres, un poco apesadumbrado por tener que descubrir sus visitas a la granja cercana y esas amistades desconocidas que allí tenía.

    Su madre se enfadó al descubrir el secreto de su hijo, pero por otra parte, eso solucionaría el gran problema que se les presentaba con respecto al transporte. Por una vez, Atalán llegó acompañado de su madre a la granja Barrow, soprendiendo a sus amigos Malaquías, Cancán, Alambre y Aquiles. La señora Tobín, algo azorada pues no le gustaba pedir favores (y menos a desconocidos), se presentó y solicitó muy educadamente la ayuda de Aquiles, el caballo. Este. generoso y amable,le djo que no habría problema; que en el cesto de las coles, irían camufados durante todo el trayecto, y que cuando llegasen a la ciudad, el señor Barrow cumpliría con su rutina de ir al pub y pasarse allí, al menos cuarenta y cinco minutos, saludando a los parroquianos, tomándose unas cervezas. Entonces, aprovecharía la oportunidad, y les acercaría (con el carro sin conductor) a donde vivían sus parientes. La señora Tobin se mostró encantada, y tan agradecida estaba, que le dijo que le prepararía una ríquísima empanada de alfalfa para recompensarle por su inestimable ayuda.

    Cuando volvían, se encontraron con Rima, la araña, que deseó acompañarles en su aventura en la ciudad. Ocupaba tan poco espacio y su conversación tan amena, que su compañía sería bienvenida.

    Después de una semana de intensos preparativos y nervios acumulados, se pusieron en marcha. Se escondieron, nada más amanecer, donde les indicó Aquiles, pidiéndoles que estuvieran muy silenciosos y quietos durante el trayecto. La mañana era alegre. Un cielo sin nubes inauguraba esas horas del día. El trayecto fue tranquilo y todo pasó como estaba previsto. Cuando llegaron frente al hogar de los Barkleys, Tomasina y su marido, junto con un conejito desconocido, les estaban esperando.

    - ¡Margareta, que alegría por fin verte y abrazarte de nuevo!. ¡No sabes cómo te he echado de menos!- dijo Tomasina, mientras se echaba en brazos de su hermana mayor, que no pudo reprimir unas cuantas lágrimas- ¡Qué guapa que estás! ¡Y que mayores están los niños!. ¿Os acordáis de vuestra tía Sina, como me llamábais cuando eráis unos renacuajos?. Dejad que os dé un par de besos. ¿Tú eres Atalán, verdad?. La última vez que te ví eras una bolita peluda que lloraba y pedía comida a cada minuto.

    Atalán se sintió un poco avergonzado ante el comentario de su tía, y de las consiguientes burlas,al respecto, de sus hermanos mayores. También vio como se reía, sin ningún disimulo, y con un poco (le pareció a él) de mala baba, el conejito gris, de patas oscuras, que acompañaba a sus tíos.

    - Perdonad, se me había olvidado presentaros a Calvin, el hermano pequeño de mi marido.- dijo tomando de la mano al reticente conejito que los miraba con aire de superioridad.- Saluda a mi familia, Calvin. Son muy buena gente.

    - A mí me parecen unos palurdos. Gente vulgar, sin clase- comentó con altivez.

    - ¡ Calvin ! Cuida tus modales.- dijo muy enfadado Will- ¿Qué forma es esa de comportarse?. Dísculpate, o te dejaré castigado en tu habitación durante toda la semana.- Le agarró de una de sus orejas para que hiciese lo que se le pedía.- Perdonad, le he cuidado yo solo y parece que no he conseguido muy buenos resultados. Espero que bajo la guía de Tomasina, mejore su actitud- dijo, mirándole amenazante.

    - Disculpen mis palabras. No volveré a hacerlo- Calvin bajó la mirada, pero a Atalán no le engañó su arrepentimiento. Sabía que los problemas no acabarían ahí.

    Despues de la efusividad del momento del encuentro, entraron en su magnifica mansión y les mostraron, como orgullosos padres, a sus mellizos, ambos blancos como la nieve, pero con manchas negras en sus orejitas.

    -¡Qué bonitos son! ¡Y qué tranquilos!. No como tú, Atalán, que no parabas un momento. Aunque me parece, que eso no ha cambiado, ni un poquito así, con el paso del tiempo- dijo Margareta sonriendo a su hijo pequeño.

    - ¡Jó, mamá!. No te quejes tanto de mí. Creo que exageras- dijo Atalán, haciendo un gracioso mohín.

    Los presentes se echaron a reir ante la actitud de Atalán, y se pusieron a hablar de sus cosas. Calvin fijó una mirada torva en Atalán y éste se dijo que no lo tendría fácil para caerle bien.

    Pasaron unos días muy satisfactorios en la casa de sus tíos. Will no paraba de agasajarles a pesar de sus continuos compromisos. Tomasina estaba exultante de felicidad con la presencia de su hermana, que no paraba de darle consejos para la crianza de sus hijos, en lo cual era una experta, pues aparte de sus seis hijos, también había criado a Tomasina al haberse quedado huérfanas desde que eran unos gazapos.

    Un día, Calvin propuso a los visitantes más pequeños, ir de visita al zoo que había cerca de su casa. La noticia fue recibida con alborozo pues nunca habían visto algo parecido en el campo. Calvin se mostró de lo más obsequioso con ellos, lo cual levantó la sospecha de Atalán. Pero le ilusionaba tanto ver animales extraños, que dejó en el olvido sus precauciones. El zoo estaba tranquilo a esa hora, cerca del amanecer, sin visitantes que interrumpieran su visita.Aquiles se ofreció a llevarles, escapándose de la cuadra donde su amo lo tenía metido. Mientras Azazel, Asiel y los demás, observaban a las cebras, Calvin le dijo a Atalán que tenía algo especial que mostrarle. Picado por la curiosidad, Atalán le siguió separándose del resto. Le condujo al espacio reservado para un gran tigre de Bengala. Atalán se quedó boquiabierto, casi paralizado por la inmensidad, poderío del ejemplar. Entonces, algo ocurrió; sintió como algo le empujaba y cayó al foso donde estaba la fiera. Oyó la risa de Calvin y como decía: "¡Que cara ha puesto!". Atalán le pidió ayuda, pero Calvin siguió riendo. El tigre, afortunadamente, tenía el estómago lleno y no se apresuró en lanzarse sobre Atalán, aunque el alboroto de las risas y los gritos le estaban poniendo nervioso, y se iba acercando al asustado conejo. Se subió a una roca, intentando escalar hacia el exterior, pero se resbalaba. Casi podía sentir la respiración del tigre sobre su nuca; entonces ocurrió el milagro: algo le agarró de las orejas y le izó de un tirón. Era Aquiles, que con su fino oído había escuchado a Atalán pedir ayuda y se había inclinado todo lo que podía sobre el foso, agarrándole con sus dientes.

    - Esto se va convirtiendo en una fea costumbre, ¿no, Atalán?- dijo con una sonrisa cálida, Aquiles. ¿Te acuerdas de lo que pasó cuando nos conocimos?. No vuelvas a darme estos sustos, muchacho. Ha faltado poco. ¿Estás bien?- Aquiles miró a Calvin con mala cara, y éste, ante el enfado del caballo, huyó de allí a toda velocidad.

    - Sí, estoy bien, pero el corazón casi se me sale del pecho. No quiero que digas nada de esto a mis padres, por favor. A mis hermanos, ya se lo contaré yo cuando esté más tranquilo. Sé que no debería haber venido con él, que me jugaría una mala pasada, pero tenía tantas ganas de ver a un bicho así- dijo señalando al felino con su pata.
    -Está bien. Pero alguien tiene que poner en su sitio a ese malcriado sin entrañas. Le cocearía si no fuera un niño- dijo Aquiles con convicción.

    Atalán se puso a pensar. Tendría que encargarse de ello. Era su problema. ¿Qué le dolería más que nada a Calvin?. La vanidad, el miedo al ridículo, estaban muy arraigados en él. Se le estaba formando una idea, pero necesitaría la ayuda de su hermana pequeña, Amiel. Calvin sentía una cierta atracción por la conejita parda con machas blancas sobre su lomo.

    Faltaba sólo un día para que regresaran al campo, a su casa. Se lo habían pasado muy bien siendo los invitados de sus tíos, pero debían volver coincidiendo con la partida del señor Barrow,una vez que había concluido sus negocios en la ciudad. La fiesta celebrando el nacimiento de los mellizos estuvo genial. Sirvieron la tarta más grande y sabrosa que Atalán probase nunca, aparte de otros manjares de los que nunca había oído hablar.

    Desde el día del zoo (hecho que por prudencia no habían comentado ninguno a sus padres pues su escapada, solos, les habría enfadado), Calvin y Atalán se evitaban mutuamente. Pero Atalán había conseguido la colaboración de Amiel, que esa misma tarde había concertado una cita, podría decirse amorosa, con su enemigo. Le había citado donde estaban las cuadras de la granja vecina a la casa del tío Will.

    Esa tarde, un peripuesto Calvin se encaminaba al encuentro de la conejita que le gustaba, todo contento y ufano. Ella le había dicho que le esperase en la parte trasera de la vieja granja Alvin, con los ojos vendados, para darle emoción y porque era muy tímida. Así lo hizo. Al poco rato, oyó la voz de Amiel que le decía: "Acércate más. Ven que te estoy esperando. Voy a darte una despedida que la recordarás siempre". Se dejó conducir por su mano, hasta que ésta le soltó y le dijo: "Da diez pasos hacia delante. Tendrás un gran sorpresa".

    Emocionado, Calvin dio los pasos que le indicaban, y entonces ¡Zas! sintió que se hundía en algo pringoso y muy maloliente. Se encontraba enterrado hasta el cuello en algo parecido a ... ¡ Mierda!. Como pudo, se quitó la venda. Y entonces oyó las risas ; vio que todos estaban allí: Atalán, sus hermanos, Aquiles, algunos de sus mejores amigos del colegio, e incluso una araña que se había atrevido a tejer una tela, enorme, en la que se leía: "Calvin, el enmierdado". Porque Calvin había caído en la trampa de Atalán, y se había hundido en la más asquerosa pocilga del señor Alvin, entre unos enormes cerdos, que también se reían a carcajadas. Salió todo avergonzado y herido en su orgullo, y mientras le seguían las chanzas de los reunidos, Atalán le dijo: "Donde las dan, las toman. Tú me tiraste al foso del tigre, y yo al de los cerdos. A mi el miedo se me quitó enseguida, pero a tí ese olor, se te va a quedar pegado por mucho, mucho tiempo".
     
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