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El Viajero

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Pessoa, 21 de Mayo de 2014. Respuestas: 2 | Visitas: 711

  1. Pessoa

    Pessoa Moderador Foros Surrealistas. Miembro del Equipo Moderadores

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    ELVIAJERO.



    El Viajero recorrió con una lánguida mirada la larga hilera de columnas que bordeaban el camino hasta la cumbre. Unos postes renegridos, como fosilizados, bien alineados, que definían uno de los bordes de aquella calzada de piedras irregulares que alcanzaba la cima. Parecía que en aquel entorno la atmósfera misma se hubiese cuajado, hecho caliginosa, paralizando en sus últimos latidos la vida que allí hubiese. Ahora el paisaje era un desolado páramo pedregoso, blancuzco e inerte, en el que no existía el menor vestigio de ella. No obstante, en la roma cresta, unas austeras ruinas evidenciaban que allí, en algún momento, existió vida humana. El Viajero recordaba. Hacía ya mucho tiempo, tanto que de las generaciones que él conoció habían desaparecido hasta los últimos descendientes; pero en aquella época las ahora yermas laderas estaban cubiertas de olivos, higueras y altivos palmerales, regados con la savia vital de las aguas. Y ciudades. No suntuosas ni demasiado pobladas, pero acogedoras. De éstas ya ni ruinas quedaban;habían sido cubiertas por ruinas de ruinas y el viento del desierto había extendido espesos mantos de polvo y silencio sobre casas,templos y sedes palaciegas.



    Pero él recordaba, aunque hacía ya muchos eones de eso. Fue en alguno del os diversos tempo-tránsitos durante los que era enviado desde el Origen para saldar cierta antigua deuda de la que el Viajero todavía no tenía una idea clara ni de su origen y ni de su justificación. Él sólo obedecía y no preguntaba; sabía que, bajo diferentes circunstancias y decorados, periódicamente tenía que pasar una temporada en este apartado planeta transformado en un personaje común,hombre por lo general, temporada que solía terminar con un sacrificio, con su propia inmolación, la cual, según costumbres, debería simular ser muy dolorosa y cruenta. En realidad, su especial composición biológica minimizaba esos sufrimientos físicos. Los espirituales eran otra cosa. Nunca llegaría a entender que tuviese que ser víctima propiciatoria para salvar (¿salvar de qué?) a un conjunto de humanos irredentos, cuya abulia e inmoralidad debiera excluirlos de cualquier programa universal de salvación Y eso lo angustiaba. Al fin y al cabo existían (según se comentaba) millones de planetas habitados por gentes como éstas, pero cuya evolución intelectual les permitía casi equipararlos con el propio Viajero. Pero él era un simple enviado.



    Ahora contemplaba la ringlera de gruesos palos que subían hasta lo alto, postes sacrificiales que, por alguna extraña razón el Origen había decidido respetar, al igual que las ruinas de la cima, una exiguas paredes de lo que debió ser un templo, que en su tiempo se erigió para conmemorar el último sacrificio del Viajero. Qué ironía. Éste sonrió al recordar y una luz sobrenatural le iluminó los ojos. La misma luz que le permitió ver bajo las capas de piedras y tierras otras capas ya localizadas y estudiadas con petulante suficiencia por los arqueólogos, quienes dictaminaron que allí, junto a las tierras que pisó el Viajero y bajo ellas, yacían otras ruinas indeciblemente más hermosas que también conocieron de sacrificios, de dioses y de holocaustos.Piadosamente, el Viajero, desde la inaccesible distancia que le separaba de aquellos humanos que un día lo conocieron y ahora ya lo habían olvidado, incluso como personaje histórico, contemplaba aquella desolación y se preguntaba porqué el Origen insistía en salvar a aquel pequeño y residual grupúsculo al que debía localizare integrarse el él. El final sería el mismo; ya le resultaba conocido y familiar, aunque molesto. Estos, al parecer, eran los últimos; antes de ellos y con la progresiva aniquilación de sus individuos por sucesivas guerras, devastaciones atómicas, degeneración de la especie por enfermedades que ellos mismos habían producido en un insensato órdago a sus divinidades, habían transcurrido cientos de miles de años, esa ridícula unidad de tiempo que a partir de alguna de sus generaciones los hombres habían adoptado para medir lo inmensurable. Después... sólo el Origen lo podía prever.


    Pero al Viajero le seguía inquietando el secreto de aquella obstinación en salvar a quienes, desde su creación, traían el estigma de lo efímero y marginal. Alguna vez, meditando sobre ello, recordó una frase del Origen sobre este producto suyo: “He hecho al Hombre a mi imagen y semejanza”. La verdad, pensaba el Viajero, yo no encuentro que se parezcan en nada: será una debilidad de anciano. Las luces de un sol extraño, que no era el que lucía en su último viaje, iluminó crepuscularmente aquel dramático decorado. El Viajero se arrebujó en la parda capa que lo cubría, recorrió con una mirada cargada de nostalgia el solitario panorama y reemprendiól a marcha hacia el desconocido lugar en el que, nuevamente, volvería a representar el papel de redentor de no sabía qué graves culpas.


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  2. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Leí sobre los viajeros del tiempo en los libros de Lobsag, también en la cultura Tolteca. Por la imagen relaciono tu escrito con la cristiana pero en definitiva, todas llevan a los mismos orígenes de vida y ese intento de salvar lo que parece destinado a perecer por ignorancia absoluta. Es buena esa pregunta final, imagen y semejanza de la imperfección? ¿o es quizás que para que haya creación tiene que haber destrucción y ésta nos llama mucho la atención por el poder que tiene?
    He disfrutado mucho la entrega, la tenía reservada desde hace tiempo pero quería leerla con detenimiento y en verdad ha merecido la pena.

    Siempre es un placer pasar por tus escritos.

    Un abrazo

    Palmira
     
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  3. Pessoa

    Pessoa Moderador Foros Surrealistas. Miembro del Equipo Moderadores

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    Hola, Palmira. Es verdaderamente gratificante leer comentarios como éste tuyo. Cuando un relato, o un poema, produce en el lector una tan profunda reflexión, una meditación acerca de lo leído, es que ciertamente esta lectura lo ha "atrapado." Y esto es un orgullo para el autor. Sí, es cierto que el relato tiene una inspiración cristiana, historiográficamente hablando. El monte, puede ser el Gólgota; las ruinas, las del templo que existe hoy día y el Viajero, desde luego tratado un poco difuminadamente, el Hijo de Dios, el Redentor. Pero con una visión agnóstica, pues como bien dices, casi todas las religiones tienen sus enviados por la divinidad para redimir a la grey que, tozudamente, insiste en sus prevaricaciones. Por eso es tan atractivo el mito del Eterno Retorno; siempre te deja una nueva posibilidad. Un cordial abrazo, amiga mía,
    miguel.
     
    #3

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