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El viejo esclavo

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Old Soul, 2 de Abril de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 364

  1. Old Soul

    Old Soul Poeta adicto al portal

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    -Mi reina sólo ha parido hijas. ¡Hijas! ¡¿Qué será de mi reinado?! Mi abolengo desaparecerá, caerá en el olvido cuando yo muera, la continuidad de mi egregia estirpe dejará de existir cuando yo deje de existir…

    Se lamentaba el rey normando, sin dejar de beber del añejo vino que contenía el gran cuerno que, por la embriaguez, ya sostenía precariamente entre sus rollizos dedos. Mientras, junto a él, un viejo esclavo, consejero personal del rey, única persona presente en la cámara real, en silencio, escuchaba su soliloquio. Escanciando cuando se le requería de una gran jarra.

    -Cuatro hijas me ha dado. ¡Cuatro! Y ningún varón. Y ahora dice el galeno que ya se ha secado su vientre y no puede engendrar. Desde entonces está encamada… ¡Maldita sea la suerte de sus entrañas! Se diluirá mi sangre con el vino que corre por las venas de mis tres yernos, esos patanes venidos a más por golpes de suerte. ¿Y mi nombre? Mi nombre y mi escudo quedarán en el olvido. ¡En el olvido!

    Y, tras hacer una pausa para volver a beber, se giró hacia el viejo esclavo, para preguntarle.

    -¿Y tú qué piensas, esclavo?

    Éste, teniendo buen cuidado de no mirar al rey, recordando aún en su cuerpo los latigazos que había recibido la última vez que lo mirase en una de sus ebrias y violentas conversaciones, manteniendo la vista baja, le respondió.

    -Majestad, vos sois el regente soberano y como tal vuestros deseos se convierten en ley.

    - Te he preguntado qué piensas, no que me digas lo que ya sé, estúpido viejo. - le espetó el rey mientras extendía la mano para que le llenase nuevamente de vino el vacío cuerno.

    El esclavo lo llenó, lentamente, tratando de no salpicar ni una gota del rojizo elemento pues siete varazos había recibido la última vez que una gota de vino, debido a la embriaguez del rey, había caído en la mano real.

    -Dime. ¿Qué harías tú, viejo? Las ratas como tú siempre encuentran salida. Habla. ¿Qué harías si estuvieses en mi situación?- insistió el rey.

    El esclavo meditó rápidamente algo que ya había meditado muchas noches en su mohosa celda del castillo, y cuando comía todos los días sopa de col agria, y cuando lo hacían caminar con sus viejos huesos junto a los caballos de cacería, y cuando recibía latigazos o varazos por algún capricho de la familia real. Así que respondió.

    -Me refiero a derogar la ley sálica, majestad. La que excluye de la sucesión a la corona a las hembras y sus descendientes. Cosa que ya habrá pensado su magnificencia sabiamente –dijo con tono solemne.

    -¿La ley sálica? ¿Qué ganaría con cambiarla?- preguntó el rey, para, tras beber una vez más, argumentar. - Mis tres hijas mayores, esas inútiles y estériles sin espíritu que ni un hijo han parido, esas que hace años que no se dignan a venir a verme, ya las casé en momentos de necesidad con arteros y vecinos aliados. Y mi hija pequeña. ¡Ay, mi hija pequeña! Ella, aunque salió algo desequilibrada porque el cordón umbilical la estranguló al nacer, siendo la única que siempre ha querido ser reina, la única que ha demostrado tener la ambición necesaria, tuvo mi mujer que parirla la última. Si derogase la ley sálica mi yerno Kygri, marido de la mayor de mis hijas, ese odioso tonel de vino, se convertiría en rey en cuanto yo muera.- profirió casi para sí mismo el rey, para continuar, divagando.

    - Ni si quiera muriendo mis tres yernos mantendría por mucho tiempo el control de sus territorios, además, habrían tres sucesores por cada uno de mis yernos, se disgregarían las fronteras y pedirían reescribir la alianza. Ese tratado que tanto te costó redactar. Podría ser un desastre. Dime, viejo. ¿Qué ganaría yo aboliendo la ley sálica?- expresó el rey, tras lo que vació, una vez más, el cuerno de vino.

    El viejo esclavo, con la cabeza gacha, ocultando así una sonrisa, contestó, como quien tiene muy poco que perder.

    -Majestad, hay una forma - se aventuró a decir.- Como bien decís vuestra hija menor es la más apropiada para ostentar el título de reina. Y estáis a tiempo de casarla con quién deseéis para continuar vuestra estirpe. Dadme una semana de viaje con ella, y vuestros males a este respecto habrán acabado.

    Así fue que el rey miró al viejo esclavo un instante, tambaleante, ebrio de ambición y de vino por igual, y, sin reflexionar por más tiempo, le quitó torpemente la jarra de vino de las manos, para decirle.

    -Ve ahora mismo, haz lo que has dicho, y comerás carne todos los días, defráudame, y ordenaré que te torturen los días que te queden de vida.

    Y presto marchó el viejo esclavo de viaje con la ambiciosa hija del ambicioso rey.

    [FONT=book antiqua]A la semana exacta la princesa y el viejo esclavo regresaron al castillo. Donde fueron recibidos en la sala del trono, ante la vista de todos los distinguidos, congregados para el banquete que estaba dispuesto después. La princesa estaba deslumbrante, vestida con sus mejores galas. Su cobrizo cabello brillaba con aceites de flores, su blanca tez tenía la belleza de la juventud y la salud y su sonrisa era tan resplandeciente y atrayente como hoguera en la noche. En su mano portaba un saco que cargaba con alegría. Y, al llegar ante el trono, visiblemente feliz, dijo.

    [/FONT]
    [SIZE=3][FONT=book antiqua]-Padre, os traigo un presente de los reinos vecinos. - y volcando el saco hizo caer tres cabezas de mujer, que rebotaron en las losas del suelo con sonoros golpes.

    [/FONT][/SIZE][FONT=book antiqua][SIZE=3][FONT=book antiqua]Al ver el rey, sorprendido, que eran las cabezas de sus tres hijas mayores, se hizo el silencio en toda la sala. Todos los presentes quedaron mudos, ni si quiera una tos ahogada se dejó escuchar, pensando todos que presenciarían la mayor de las iras de su regente. Sin embargo, el rey sólo hizo una corta pregunta.

    [/FONT][/SIZE][FONT=book antiqua][SIZE=3][FONT=book antiqua]-¿Cómo?

    [/FONT][/SIZE][FONT=book antiqua][SIZE=3][FONT=book antiqua]La joven princesa, entusiasmada, no sólo por relatar lo que para ella era una hazaña sino por tener la atención de todos los presentes, narró lo sucedido. Contando con detalles cómo habían visitado ella y el viejo esclavo a cada una de sus tres hermanas, cómo las habían envenenado y cómo habían saqueado las tumbas para tomar sus cabezas, en sólo una semana.

    [/FONT][/SIZE][FONT=book antiqua][SIZE=3][FONT=book antiqua]Todos pensaron que la locura de la princesa ya no conocía límites, que había rebosado hasta la tolerancia de su padre. Pero, sin dejar de mirar aquellas cabezas cortadas, el rey comenzó a reflexionar que si sus tres yernos eran ahora viudos no sólo le debían lealtad de parentesco, según el tratado, sino que no tenían derecho a la sucesión. Y que, por defecto, su hija menor, la predilecta, era ahora la sucesora. Por lo que ordenó a todos, para sorpresa de la mayoría de los asistentes, festejar el mayor banquete realizado en el castillo para celebrar que abolía la ley sálica y que había una digna heredera.

    [/FONT][/SIZE][FONT=book antiqua][SIZE=3][FONT=book antiqua]Días después, ante un generoso plato de venado, cuando el encargado del establo, íntimo amigo del viejo esclavo, conociendo la profunda animadversión que sentía éste hacia el rey, le preguntó cuál era la razón de que no hubiese envenenado a los yernos del soberano si sabía que la disgregación debilitaría a su reinado; el viejo esclavo, llanamente, contestó.

    [/FONT][/SIZE][FONT=book antiqua][SIZE=3][FONT=book antiqua]-El galeno, en confidencia, me había contado hacía un tiempo, secreto que calló so pena de que le cortaran la lengua por dar tal repetida y funesta noticia, que la joven princesa tiene piedras en las entrañas, por lo que no puede dar a luz. Ahora me he asegurado de que la detestable estirpe de ese odioso rey, con sus apellidos y sin ellos, desaparezca sin lugar a dudas. Además, aborrezco escribir tratados.
    [/FONT][/SIZE][FONT=book antiqua][/font][/font][/font][/font][/font][/font][/font]
     
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    Última modificación: 2 de Abril de 2014

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