El viejo loco

La verdad es que a veces me obsesiona la pregunta de cómo he llegado a esto, a encontrarme en este punto en el que la noche es el disfraz perfecto y un editor de textos un amigo inseparable. Y automáticamente al comenzar con el título de cada una de mis locuras, te reflejas en mi pantalla respondiendo a cada una de mis preguntas. Lo confieso, en ocasiones quiero no verte y me hago el interesante intentando no pensar que solo pienso en escribirte.

Entiéndanlo, el ser humano tiene que sentirse libre o al menos creer que tiene esa sensación. Y claro estaba empezando a sentir que estaba quedándome sin nada, porque primero me robaste mi sonrisa, luego haciéndote la tonta cogiste prestado mi corazón y ahora ¡ay Dios mío! Ahora te has adueñado de mi rincón más íntimo que no es otro sino uno donde juegan palabras y se acaricia mi prosa.

Todavía recuerdo aquella cafetería como si fuera ayer: aquel cartel retro de color rojizo sobre el que destacaban en negro un juego de vocales y consonantes que armaban: “El Viejo Loco”, las paredes envueltas en líneas púrpuras impuestas sobre un fondo azul oscuro, pero sin lugar a dudas la mesa ganadora era la que estaba escoltada entre dos columnas árabes de color turquesa arropadas por un mar de flores.

Lo reconozco, ese día estuve a punto de descartarte de la baraja de mi vida. Aún recuerdo como al mirar el nombre del local dijiste: - ¿El nombre es un poco cutre no?, pero como podías tu saber que en esa cafetería he reído y he llorado más veces de las que quizás pueda imaginarme.
Te convencí para no ir a la cafetería moderna de enfrente, y tras un esbozo de deseos con el camarero nos sentamos en la fantástica mesa. Creo que fue en ese momento cuando algo cambio en mí, había un grupo de universitarios en la mesa de al lado y una pareja detrás nuestra. Sonaba en la radio "Your Latest Trick" de Dire Straits, la camarera me trajo el café con caramelo que pedí y sin querer lo tiró encima de mis vaqueros de los viernes, y justo en ese momento lo hiciste: tus labios dejaron a un lado la vergüenza de la cita y se abrieron primero con una sonrisa y más tarde acabaron en una preciosa risa.

Sinceramente después de ver la risa más sincera y esos labios bañados en verdad, me enamoré de ti perdidamente, me daba igual ir manchando de café por toda la ciudad porque por fin había encontrado algo auténtico en la vida.

Sé que pasaron acontecimientos importantes después que me permitieron: besarte, salir contigo y formar una familia, pero francamente los recuerdo con algunas lagunas.

Como conclusión podría decir que no he sacado ninguna, porque normalmente saco conclusiones cuando finaliza algo que logro entender. Y ni que decir tiene que moriré sin entenderte y más claro todavía que me niego a pensar en un final, porque tus sonrisas no tienen fecha de caducidad.

Sí, les puedo dejar una reflexión en el hueco vacío de mi conclusión:
-Después de treinta años casados, tengo la impresión de que aún no he salido de esa cafetería y sigo tan enamorado de TI, de tus defectos y virtudes como el primer día.
Principio del formulario

 

Se dice que nunca podremos conocer a una persona en su totalidad, porque cada una de ellas es un misterio, pero la magia del amor hace que sigamos enamorados de esa persona tan especial, a pesar de sus defectos el amor siempre hace que valoremos más sus virtudes. Muy lindo este poema, me ha gustado.
Un abrazo y muchas bendiciones!!

 

Que hermoso amor, me encanto eso de"tu sonrisa no tiene fecha de caducidad", excelente obra estimado TROOVADORDELANOCHE, fue un placer leerle...

 

Muchísimas gracias por leerme, me alegro de que os guste.