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Elisa debería estar reposando

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Ramiro Balcaza, 16 de Diciembre de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 616

  1. Ramiro Balcaza

    Ramiro Balcaza Poeta recién llegado

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    3 de Octubre de 2015
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    La familia Morandi se ha autodenominado con orgullo y algún tipo de patriotismo una de las familias más pulcras y en cierta forma un ejemplo a seguir por los Morales, y los Esquivel. Su presencia es el trofeo de las escuelas, las reuniones de la cooperadora y los bautismos. El muchacho del lavadero espera todos los miércoles para recibir su automóvil, en el cual jamás encuentra un solo papelito, y si una alfombra tiene algo de tierra; seguramente debe ser porque se subió con los pies sucios en el momento de estacionarlo. La familia recorre el pueblo por las tardes y la señora mira tanto al cielo que hasta los mismos ángeles se sienten observados. El señor Morandi maneja tan estrecho que hasta los peatones se enorgullecen de darle paso. los niños, bueno los niños son un caso bastante particular, Elisa su hija menor de algunos catorce años ha sido amonestada repetidas veces en su instituto, se rumorea de una posible expulsión, motivo que si llega a los Morales solo sería para incomodarlos, Jonathan algunos dos años más grande que ella es un muchacho sensible, mejor promedio y atractivo, tanto que los vecinos han descubierto que ni su hermana se le ha podido resistir; la empleada del servicio de limpieza y mantenimiento a relatado a sus amigas, a esas amigas a las cuales les gusta estar al día y bien informadas, relata: que mientras terminaba de lavar de camino a extender la ropa se le cayó la palangana cuando encontró a Elisa practicándole sexo oral a su hermano, quien al verla, solo despidió humo de un cigarro con toda la calma del planeta, se comenta que otras veces la empleada se cansó de estos incidentes y al prever que los Morandi solo le exigirán silencio, ha decidido contarle a los Morales quienes por coincidencia intentan tomarse atribuciones en el problema y hacer algo al respecto, pero los Morandi y su autoestima lo toman como un insulto y como de costumbre los terminan echando a patadas, evidentemente en el silencio de una cena amistosa y casi familiar. Elisa sigue con sus hazañas. Jonathan ha recibido un premio provincial de poesía, motivo que hace olvidar inmediatamente a sus padres de los rumores y felicitar con abrazos temporales y demasiado dinero a su prodigio, el dinero suficiente como para invertirlo en algún tipo de compuesto psicoactivo y en un buen cuarto de hospedaje para poder con toda libertad disfrazar a Elisa de gatúbela y enseñarle que la familia se debe tratar bien y si es entre hermanos mejor. La dueña del hospedaje sospecha de ciertas coincidencias, pero en un pequeño pueblo del interior los clientes son reducidos y por ser hijos de los Morandi, su presencia es más que un privilegio y que los comentarios siempre son de envidiosos o de gente que mal entiende la palabra crítica. La familia Morandi sabe perfectamente cómo hacer una buena e inolvidable aparición en las fiestas. La señora con su vestido rojo carmesí sus labios gruesos, su espalda extremadamente recta y una mirada que busca constantemente los cielo rasos en ambientes festivos. El señor Morandi un tantito panzón pero buen mozón, de corbata negra y traje azul, su reloj resplandece como una estrella sujeta a su muñeca y la dentadura es motivo de contemplación para todo los invitados que no son los Morandi. Elisa tan jovencita y pechugona, la mirada de los viejos como de rutina sobre sus piernas, siempre de vestidos demasiado provocadores, sus rizos rubios y con su hermano del brazo son como Barbie y Kent, Jonathan siempre de saco y camisa un joven de facciones finas y esbelto con una sonrisa que fue bien heredada y emana encanto y sensualidad, la familia Morandi toma la mesa principal, la ubicación central está desde los planes otorgada a ellos. A la hora del postre todo parece marchar bien, los Morales aún no han detectado ningún comportamiento sospechoso y hasta han logrado intercambiar saludos verdaderos y hasta aparentan una sinceridad casi palpable, Elisa a la hora del postre comienza a ir y venir del baño, y habla demasiado hasta aparenta estar excesivamente contenta, a la hora del brindis golpea tan violentamente los cubiertos que el vals parece estar acompañado por un baterista de heavy metal, Jonathan ha encontrado un viejo amigo en el servicio con quien ha compartido más de media cena y el postre en el camerino del servicio. Todo marcha a la perfección, los Esquivel diez mesas al fondo se Han tomado el honor de llegar hasta la mesa de los Morandi para hacerle saber de su inmensa alegría y a la vez insistir en que la fiesta gracias a sus presencias toma un tono más serio a nivel social. La señora Morandi los deja hablar y cree que mientras no los mire a los ojos ellos se sentirán tranquilos, a diferencia de su esposo quien hace sic sac de manos con don Esquivel hombre del cual jamás se acuerda el nombre, pero evadiendo ciertas cuestiones todo toma una forma familiesca y festiva, Jonathan sale del camerino acomodándose la corbata y su amigo lo despide arreglándole el cuello de manera rigurosa y delicada. Los Morales a diferencia de los Morandi han decidido planchar a su hijo Albert con la ropa puesta para conseguir una postura parecida a la de los modelos de las publicidades de perfumes, y a su hijo menor se lo puede confundir a simple vista con un pingüinito. La señora Morales sujeta una copa de vino, la cual aparenta estar vacía, pero ella bebe de igual manera a pequeños sorbos como un pájaro o gallina, su cuello fino y su vestido negro hacen muy simple a la comparación con un gallo de riña, pero el Señor Morales es un ejemplo de movimientos tanto como modales, los Esquivel han observado minuciosamente durante años al señor y hasta le dieron a entender a su único hijo estudiante de medicina que lo observe detenidamente, que observe como un buen hombre aún sin ningún título puede ser un gran ejemplo de personalidad y carácter, de organización y formalidad. Elisa ha avisado a sus padres que las fiestas son demasiado arduas y que la exasperan, a diferencia de Jonathan quien ha encontrado una nota en el bolsillo de su saco que dice: me engañaste, siento el calor de tus piernas, mi nariz no deja de sangrar y por dentro yo tampoco, nos vamos a ver del otro lado o nunca hijo de puta. Jonathan no da importancia a esta nota infantil y sin ningún tipo de calidad artística o valor literario, comprende perfectamente que las amenazas y los celos de las hermanas no dejan de ser cosas cotidianas y pasajeras. Jonathan pide whiskey en la barra y entabla conversaciones con todos sus vecinos y compañeros de curso, a diferencia de su madre que no deja que su esposo beba un solo trago sin su consentimiento y entiende perfectamente que si llega a atreverse a sobrepasar un solo centímetro, de camino a casa le pedirá el divorcio inmediatamente, al señor Morandi no le queda más alternativa que beber tranquilo y de manera controlada y pasiva; percibe a los Morales y sus miradas al asecho y comprende que sus palabras al otro día no pueden ser más que disgustos. La fiesta llega a su final con una atmosfera tranquila y afiebrada, las formalidades, los despidos, buscar a Jonathan y volver hasta el coche y en coche hasta casa. El señor Morandi no comprende por qué Elisa siempre hace lo mismo, está cansado y reprimiendo las quejas termina cuestionando los enormes gastos mensuales que le ocasiona y qué tanta comida puede consumir una muchacha tan pequeña, a Jonathan no le interesa comprender si pregunta de verdad o si realmente quiere una respuesta, lo que solo logra generar un silencio que no dice y a la vez no escucha absolutamente nada. Una vez en el auto su madre puede contemplar el cielo desde el parabrisas, eso de mirar cielo rasos es tan poco romántico piensa. Al llegar a casa descubren que la puerta está abierta, la canilla del bebedero también y los almohadones del primer pasillo desparramados por todas partes, comienzan a incomodarse, el señor Morandi solo piensa en Elisa, la señora en sus ahorros y Jonathan en la carta, tanta incomodidad solo los lleva al agotamiento definitivo de la paciencia y deciden echar un vistazo en el cuarto donde Elisa debería estar durmiendo, luego de subir las escaleras comienzan a invadirles sentimientos de opresión hasta quizás de culpa, se desplazan en fila, lentamente, ofensivos y temerosos, la puerta se encuentra abierta pero Elisa no se encuentra, la señora Morandi despide un gemido de angustia, los hombres solo buscan respuestas y hasta soluciones, lo ideal y más inteligente sería buscar en la casa acota Jonathan, el señor Morandi se encargará de revisará la parte baja, la señora la cocina y el lavadero y Jonathan las habitaciones del segundo piso. el señor Morandi desciende hasta el sótano y solo logra encontrarse con humedad y desorden, pero en lo alto de un ropero puede ver el caño de su escopeta, consciente del peligro que lo asecha en esas circunstancias no duda en empuñarla y buscar a la Señora Morandi para brindarle ayuda y seguridad. La señora Morandi examina en todos los espacios donde puede entrar la muchacha, para su reducida altura es bastante rellenita, no gorda, pero de buenas carnes, motivo el cual no la hace tan escurridiza o fácil de ocultarse en ambientes reducidos. Rendida y a la vez sofocada por la situación decide tomar un descanso y se sienta sobre la mesa, pero el señor Morandi sin previo aviso no hace otra cosa que entrar con su escopeta, su mujer al verlo grita tan fuerte que Jonathan abriendo la puerta de su habitación se arroja al suelo de susto, pero al caer se encuentra con Elisa que sale desde su cuarto, está sana y salva, es ella, o (dios mío), tontita me asustaste, acá estabas – Te estaba esperando vamos a darnos una siesta, pero una de esas con juegos previos, ¿te parece?-
    Sus padres suben lentamente las escaleras y al encontrar el corredor vacío y con Jonathan también ausente los lleva a un éxtasis casi perverso, el miedo logra apoderarse de toda acción. El señor Morandi monta la escopeta y decide sin ninguna duda cargarla, necesita defender a su esposa, coloca los cartuchos y solo queda por inspeccionar el cuarto de su hijo, dando pasos muy lentos y rigurosos, se desplazan lentamente hasta llegar a la puerta, Elisa grita como si la torturasen, su padre apunta y sin pensar demasiado dispara a la primer sombra que logra divisar en la obscuridad, Elisa grita más fuerte, pero la explosión se vuelve a repetir hasta conseguir de una vez y definitivamente silencio.
     
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