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Elíseo

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Kwisatz, 3 de Diciembre de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 993

  1. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    ELISEO

    - Padre no tienes por qué hacerlo
    - Por favor hijo, no cuestiones mis razones
    - ¿Tus razones? ¿Acaso no te tratamos bien en casa?
    - No es eso hijo…
    - ¿Has pensado en tu nieto? ¿No crees que tiene derecho a crecer contigo?
    - Dentro de unos años no seré nada más que un vago recuerdo para él.
    - No puedo creer lo que me estás diciendo.
    - Ha sido una decisión difícil. Pero he llegado a la conclusión de que en realidad no me necesitáis.
    - Yo sí te necesito papa- un amago de lágrimas asomó en los ojos del hombre de mediana de edad que estaba a punto de perder para siempre al único ser querido de su familia que le quedaba con vida- Ingresar en el Elíseo es lo mismo que morir.
    - No hijo, es ir a un lugar mejor. Los rigores de la edad ya me están pasando factura y no quiero seguir padeciendo el declive de mis facultades hasta convertirme en un cuerpo inútil.
    - No quería decirte esto, pero es un acto de cobardía. Tienes miedo a la muerte y crees que esta mentira montada por el gobierno te ayudará a hacerlo más soportable.
    - De lo que tengo miedo, hijo, es de acabar hecho un saco de huesos inútil, lleno de dolores y con las capacidades mermadas esperando en un limbo vacío de todo propósito el final de mis días. Antes de morir quiero estar en el cielo.
    - Lo que pasa es que nunca superaste la muerte de mamá. Si ella estuviera viva no estarías de camino a la tumba ahora.
    - Es posible hijo, es posible –admitió reflexivamente el hombre anciano con la mirada perdida en el infinito- Nada podrá devolvérnosla. Pero es una verdad que prefiero ignorar.
    - Padre, el programa Elíseo es sólo un engaño. No es más que una eutanasia asistida.
    - Lo sé. Sé que si entro en ese complejo jamás volveré a verte a ti, ni a Marcia, ni al pequeño Michael. Es una mentira piadosa que oculta una realidad monstruosa. Este mundo sobrepoblado no puede soportar tantos viejos como yo. Nuestra manutención es un lastre para las arcas públicas. Soy totalmente consciente de que este falso acto de misericordia no refugia otra cosa que intereses económicos.
    Pero si me acojo al programa todo será más fácil para ti. Menos impuestos y la posibilidad de engendrar un nuevo hijo con todos los incentivos fiscales que ello conlleva. Esta sociedad que mira más allá de las estrellas necesita sangre joven.
    - Padre yo…- Un nudo en la garganta le impidió hablar.
    - Ya está todo dicho hijo.

    El coche llegó a su destino. Una nave industrial de dimensiones monumentales se extendía en hasta donde la vista alcanzaba. Era un lugar triste y monótono, si ningún adorno decorativo, ni estatua conmemorativa. Un cementerio donde seres anónimos entraban para no volver, llevando consigo como única pertenencia su vida, sus recuerdos, sus penas y alegrías, sus deseos.
    Resultaba irónico que a aquel lugar tan gris se le hubiera puesto el nombre de Elíseo, en referencia a los mitológicos jardines del Hades griego, donde iban a parar en muerte recompensados todos aquellos mortales que en vida habían ganado el favor de los dioses.

    Padre e hijo se miraron fijamente en silencio durante varios minutos sin mediar palabra observando intensamente cada detalle del rostro ante sí para grabarlo a fuego en sus memorias. Finalmente se fundieron en un fuerte abrazo y ambos lloraron en silencio y quedamente la separación.

    El hombre anciano dio la espalda a su hijo y caminó hacia el interior del complejo sin girar la vista atrás.
    Cruzó solo el umbral del recinto plagado de operativos de seguridad y aguardó su turno en el hall de la recepción hasta que su nombre sonó por la megafonía.
    Una joven de rostro agraciado lo atendió en la recepción.

    - ¿Nombre?
    - Hals Andreatos
    - Por favor introduzca el dedo índice aquí para el test de comprobación genético.

    Hals procedió y en breves instantes una luz verde anunció que la verificación había sido correcta.

    - Muchas gracias Sr. Andreatos, por favor continúe por el pasillo a mi derecha y entre en el despacho 101 que encontrará al fondo.
    - Muchas gracias- replicó Hals con una cortés sonrisa, pero la muchacha anónima no le prestó atención y llamó al siguiente en la lista.

    Caminó por el largo corredor que le habían indicado y tras caminar unos pocos segundos se halló ante la puerta del despacho 101.
    Llamó educadamente y una voz en el interior le invitó a pasar.
    Dentro encontró a un hombre de apariencia afable vestido con la típica bata de científico, un elemento más atávico que necesario, sentado tras una enorme mesa de madera sintética con un terminal.

    - ¿Hals Andreatos, cierto?
    - Así es
    - Adelante, pase y acomódese en la silla frente a mí por favor –Indicó con un gesto amable la silla- Bien, veamos… Tengo abierto el fichero que nos envió con todas sus especificaciones. Me complace anunciarle que no hemos encontrado ningún problema de incompatibilidad con el programa, así que puede estar seguro que serán cumplidas de la primera a la última. Naturalmente el resto de parámetros de simulación correrán a nuestro criterio, entiendo…
    - Me basta con que cumplan mis peticiones.
    - Bien. ¿Algún detalle adicional de última hora que quiere que incluyamos o procedo a leerle los términos y condiciones?
    - Proceda
    - Muy bien. Como usted bien sabe al unirse voluntariamente al proyecto Elíseo nos cede la potestad completa de su persona física. Es responsabilidad del gobierno a partir de entonces velar por su bienestar en nuestro simulador y proporcionarle una grata experiencia hasta que su muerte se produzca por causas naturales no inducidas. Su cuerpo inconsciente será alimentado mediante sondas y mantenido en condiciones de estricta higiene y libre de dolor. Una vez conectado a la simulación, que como bien sabe es individual y personalizada, no existe la posibilidad de revertir el proceso. Todos los datos del simulador son confidenciales y sólo podrán ser cedidos a sus sucesores tras el fallecimiento si así usted lo autoriza. Cuando firme este documento usted está dando su consentimiento a todas estas condiciones.

    El empleado público extendió una tablilla con un largo contrato lleno de cláusulas con un recuadro al final para firmar.
    Hals lo leyó por encima unos momentos y a continuación estampó su firma y marco la casilla de ceder los datos de la simulación.

    - Enhorabuena y bienvenido al programa Elíseo. Por favor, entre en la sala anexa, desvístase y póngase la bata de interno.

    Al cabo de un par de minutos estaba de vuelta con esa bata azul que tanto le recordaba a los hospitales.

    - Por favor, acompáñeme.

    Hals siguió al funcionario a través de una puerta a espaldas de la mesa para encontrarse con un enorme almacén lleno filas y filas de cabinas que se extendían hasta la altura de un edificio de por lo menos catorce plantas.
    En los pasillos entre filas se podían ver robots que se movían rectilíneamente en todas las direcciones a través de las guías de las estanterías sobre las que reposaban las cabinas.
    Unos pocos operarios supervisaban a su vez la actividad de los robots.

    - Bien, imagino que no le debe estar resultando una visión muy grata. Siga mi consejo, y resista el impulso de mirar el interior de las cabinas mientras encontramos la suya.

    La duda visitó de nuevo a Hals que notaba como se aflojaban sus rodillas.
    Creía haberse intelectualmente para ese momento, pero hay cosas para las que nunca se puede estar preparado del todo.
    Era como si de pronto se hiciera plenamente consciente de las implicaciones de sus decisiones. Ya no eran posibilidades ficticias simuladas en su imaginación, era algo real a punto de suceder.

    El funcionario habló con uno de los operarios y al cabo de unos momentos se presentó con un vehículo especial motorizado.
    Se montaron en él y anduvieron por los interminables pasillos hasta que se detuvieron en el sector omega.
    El operario se pegó a las estanterías, tecleó unas coordenadas, e inmediatamente el vehículo desplegó unos enganches mecánicos que se anclaron a las guías.
    El vehículo plataforma avanzó eficiente e inexorablemente hasta alcanzar la cabina 108 reservada a Hals.

    - Muy bien Hals, hemos llegado. Ahora por favor tiéndase en la cabina, repose la cabeza en la concavidad que le señalo y permanezca inmóvil. En menos de cinco minutos comenzará el proceso. No se dará cuenta de nada, no es doloroso, se lo aseguro.
    Le deseo una experiencia plena y que se cumplan todos sus sueños. Buen viaje Sr. Andreatos.

    Cuando se cerró la puerta transparente de la cabina Hals sintió miedo. Nunca había sufrido de claustrofobia, pero aquel gesto era demasiado parecido al de un ataúd cerrándose, su ataúd.
    Se sentía como si le estuviesen enterrando en vida y por momentos notó como el pánico se iba apoderando de él.
    Estaba a punto de golpear la puerta de la cabina cuando notó algo parecido a un leve zumbido y una sensación creciente de paz fue paulatinamente sustituyendo al miedo.
    Notó como todos sus músculos se entumecían y el frío le invadía. De pronto todo se volvió negro y su consciencia se desvaneció al mismo tiempo que la visión.

    Ignoraba cuánto tiempo permaneció en la inconsciencia pero cuando despertó estaba en la habitación que había ocupado en la casa de sus padres. Era un lugar agradable que le llenaba de paz. Se levantó quedó impresionado por la agilidad y la ausencia de dolor con que lo había hecho.
    Se acordó del espejo, y de inmediato se miró en él. Volvía a ser joven, no debía tener más de veinticinco años.
    Lleno de entusiasmo abrió la puerta de su dormitorio y bajó por las escaleras y se encontró a sus padres tal como los recordaba, los cuales le sonrieron dulcemente.
    Y también estaba ella, tan joven como él y tan hermosa como la recordaba.

    - Bienvenido a casa Hals- dijeron al unísono.

    Hals sonrió, abrazó a sus padres y besó con pasión a Elsa. Miró a través de la ventana del comedor y vio el mundo como siempre lo había soñado.
     
    #1

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