Ella y él

La inmensidad del atardecer multicolor se dibujó en sus ojos de miel, las niñas cristalinas navegaban en la turbia decepción que fue sentir que el hombre que más amaba del mundo no supo entender una situación tan absurda.

Sintió un dolor repetible en su estómago que tocaba su corazón, tembló su cuerpo y por un momento pensó que quizás era un mal sueño, pero no, porque pudo tocar con fuerza la muñeca de su amado y decirle: Te amo, yo te amo a pesar de todo.

Las olas del mar tocó sus pies limpiando la arena de ellos y contagio con su delicado contacto lo helado de su ser a la mujer.

La voz violenta del hombre repetía a cada instante:

¡Mentirosa, Mala mujer!

De un jalón furibundo quito las manos de ella que lo tenían asido y cayó sobre la arena, su cuerpo blanco como las olas empezó a colorearse del carmín de la iracundia incomprensible.

Sus ojos quedaron estáticos mirando el color mortuorio de la noche, mientras el huía presurosamente llevándose el cortante final de su ingrato amor.

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