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En busca del conejo soñador

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Évano, 18 de Enero de 2013. Respuestas: 4 | Visitas: 2609

  1. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    La chimenea le reconforta y las llamas del fuego iluminan a la habitación, junto a los tenues rayos de un amanecer invernal que se cuela por la ventana. El viento ulula, obligando a los árboles a un canto continuo que acompaña el murmullo del río cercano. A pesar de ello experimenta una soledad que invade las montañas y la aldea deshabitada de este valle angosto, donde el frío arrodilla al más valiente. Sus veinte grados bajo cero, el resistirlo, le enorgullece; es el orgullo de tener la capacidad de aguantarlo, de haber sido previsor durante la primavera y el verano. Cortó leña, compró velas, almacenó alimento, preparó la vestimenta necesaria: los esquíes, las chaquetas, la ropa interior, los calzoncillos, los calcetines adecuados... Vicente conocía al enemigo imbatible, al que iba a lo suyo, al que sometía y destruía la persona, animal o planta débil, a la que no evolucionaba. Por un momento deja las reflexiones y contempla, a través de los cristales de la ventana, la inmensidad, la grandeza, el egoísmo, el régimen dictatorial de la natura implacable.

    Observa a la mesa, la silla, la cama y el armario, diciéndose que son muebles centenarios, fuertes, de roble, tallados con la gracia y la paciencia del que hace las cosas perdurables. Los antepasados sabían que para sobrevivir a la despiadada naturaleza era necesario enfrentarse a ella lo mejor posible.

    Las paredes de la casa son de piedra, muy anchas; las ventanas, pequeñas; y los tejados, de pizarra, muy inclinados, para que no se acumule la nieve, para que vaya deslizándose a las calles de tierra y a las hierbas que hacen de aceras; uniéndose a la manta blanquecina que cubre todo el horizonte; como una gran hoja en blanco donde escriben los pies y las patas de los animales; son huellas del que va o viene, y que serán borradas inevitablemente por otro elemento implacable: el tiempo.

    A Vicente le ha recordado a las hojas en blanco que descansan encima de su escritorio. No sabe si alguien, algún día, leerá los caracteres que plasmará con la tinta del bolígrafo que baila en su mano. De pronto, una extraña idea se ha abierto paso en su mente: le ha dicho que hay tantos Apocalipsis como humanos han existido, que cada uno tiene el suyo, y el de él empieza aquí. Está escribiendo la idea que le ha venido de repente:

    "Son mis letras como huellas de animales buscando la supervivencia en un mundo de nieve. Las mías exigen explicaciones que nunca encontraré, verdades de antaño sólo aplicables en otra realidad virtual, alternativa, creada por un hombre que se ha alejado y perdido a cada paso que ha dado y que ahora, quizás, camine en el abismo de las dudas, a años luz de los valles y montañas y mares y desiertos. Es como si lo hubieran hechizado con la oscuridad del universo, con unas estrellas a modo de faros engañosos. El hombre quiso lo inalcanzable cuando, en frente de sus narices, habitaba la luz y la vida. No debimos discernir, morder la manzana que otorgó la no sabiduría. La humanidad marchó de las cavernas, en la prehistoria, cuando no existía la escritura, cuando no se explotaba al semejante..."

    Vicente rellenaba sus hojas en blanco, con estas meditaciones, cuando oyó un ruido del otro lado de la ventana. Alguien lo miraba: era un conejo con una chistera negra que acumulaba algún que otro copo de nieve en las alas de su sombrero. Unas largas orejas y unos ojos grandes, de nariz graciosa, le dibujaban los contornos de un rostro simpático y halagüeño.

    La vida es sueño sueño, amigo amigo, y los sueños sueños son. Sígueme sígueme, no seas friolero friolero -dijo el conejo, con voz aguda y ligera, mientras cruzaba un pie a la derecha y el otro a la izquierda, balanceando a la vez las dos manos.

    Se dio media vuelta, alejándose de la ventana que enmarcaba a un sorprendido Vicente, gritando:

    Vamos vamos, corre corre, que nos están esperando esperando.

    Ese conejo siempre estuvo en mi cabeza y ahora está ahí fuera, hablándome. Lo voy a seguir.

    Se puso el jersey de lana, el anorak, los guantes y el pasamontañas, todos ellos de un color rojo chillón, y salió corriendo tras el loco conejo, al que divisó cruzando, con grandes zancadas, el puente; dejando ver en cada una de ellas los calcetines que le habían desaparecido una semana atrás. El loco conejo desaparecía y aparecía en la nieve en cada salto, dejando el hueco de su tamaño en ellos; lo cual aprovechaba, el perseguidor, para ir más rápido. A pesar de que la nieve le cubría por completo, el conejo avanzaba a gran velocidad.

    Espera, conejo loco. Yo no puedo ir tan rápido.

    Corre corre, no fumes fumes, corre corre -y bajó por un sendero que se comunicaba con una vereda paralela al río.

    Por aquí aún era más veloz, el conejo saltarín, ya que los alisos, chopos y paleros hacían de paraguas a la vereda, aunque resbalaba a causa de sus calcetines mojados y la hierba helada.

    Quítate los calcetines, conejo tonto, no ves que te molestan.

    No quiero quiero, que me los quitas quitas.

    Dime cómo te llamas, por lo menos.

    Lo sabes sabes, piensa piensa.

    Mientra perseguía al conejo saltarín y soñador, apartando ramas e intentando no caer a causa de la escarcha y los cantos rodados, se decía: "Sé quién eres, pero no puede ser; tú perteneces a mi mundo interior, a mi fantasía, a mi imaginación. Es imposible que estés ante mis ojos, en esta vida real".

    Sí puedo puedo. Es que no me ves me ves.

    La vereda acababa en un meandro; al llegar a ella, el conejo patinó por el helado río, cruzándolo y desapareciendo en la otra orilla. Vicente lo siguió, y antes de darse cuenta, caía por un agujero que tenía como fondo una especie de enorme cripta, donde se hacinaban multitud de personajes estrafalarios: cuadros, partes de cuerpos que hablaban y se movían, animales, barcos, aviones, guerreros de otros tiempos, mares, señoritas y señoras de toda índole...

    Vicente se levantó aturdido, contemplando a tan extraños seres, pero al momento reconoció a muchos. Esperaban delante de una gran puerta granate, con un letrero en verde oliva y rojo encuadrado en un rectángulo de fondo blanco, donde se leía: mundopoesía.

    Vicente volvió a escrutar a tan curiosos personajes. Al conejo loco no lo veía; pero se sobresaltó al descubrir una cabeza de cerdo parlanchina, con traje y corbata, y a un escudero a su lado. Eran Panch y Sancho Panza.

    ¡Válgame mi señor! Mire quién hay aquí. En mal asunto estamos metidos, porque si este está con nosotros... Nos quedaremos a las puertas de este mundo para siempre.

    Calle, que sabrá usted de encantamientos. Alguna explicación ha de haber.

    Pues vaya pensando, mi señor, que toda explicación pasa por el conejo ese del diablo.

    Bien puede ser, buen Sancho, que ese correcaminos soñador, saltarín y pendenciero, haya liado alguna de las suyas. La duda que tengo, amigo Sancho, es cómo he de hablarle a nuestro creador.

    Bien podría usted ser humilde, que bien le vendrá, y otorgarle el título de señor, como yo a usted, o su excelencia, o algo mayor, como rey de reyes, o superemperador. Bien valdría hacerle la pelota, y besarle los pies, porque de él dependemos, mi señor.

    Yo no estoy acostumbrado a rebajarme como un vulgar vasallo, bien lo sabe, Sancho. Preguntémosle qué hace aquí, qué nos propone, o qué quiere esta alma de Dios, o de Satanás, que todo puede ser, mi buen Sancho.

    Eso mismo me preguntaba yo -dijo Vicente-. Qué hacemos todos juntos. Eso quiere decir... Que estamos, o en la realidad, o lo que es mucho peor, que estamos todos juntos en mi cabeza, en el mundo de la fantasía y la imaginación. Y las dos cosas son malas, porque si estamos en la realidad, es que ya he perdido la cabeza, y, si estoy en la otra, es que ya no hay arreglo.

    Bien dicho está, escribiente de tres al cuarto. Por su culpa nos vamos a quedar aquí para siempre -dijo Panch.

    Mi señor, podemos llamar a la puerta, por si abrieran.

    Calle, Sancho, que usted no entiende de tales encantamientos. Además, no ve que no paran de llamar a la puerta, sin que nadie se digne a hacer acto de presencia.

    Muchachos: hay que encontrar al conejo, a Lavidaensueños. Creo que él tiene la clave del asunto.
     
    Mis señores, no hagan caso de ese conejo loco, que cuando lo coja, va a la cazuela. Ese conejo chiflado está enredando la cosa. La última vez que lo vi fue al lado de un pie gigante con una cabeza pequeña. Seguro que era algún embrujador o mago de los más malos encantamientos, y si no... Con que sólo te pise estamos listos. Creo que ese pie gigante se hace llamar Évano.

    Y me lo dice ahora, malandrín, silencioso escudero de pacotilla, malabarista de los engaños, rufián de alcantarillas, pecador de la pradera...

    No se peleen ,señores, vamos a buscar a Lavidaensueños, que si me pidió que le siguiera, sería por algo.

    ¿Se da usted cuenta, mi señor cerdícola, qué poco cuesta hablarle a la gente de señor?

    Calle, asaltador de jamones, comedor insaciable...

    ¡Vamos, muchachos, a buscar al conejo!

    Registraron la enorme cripta de arriba abajo, entre las piernas y las espaldas de muchos de los antiguos habitantes de mundopoesía, que esperaban ante el umbral de su puerta cerrada. Pero Lavidaensueños no aparecía.

    Cuando ya estaban desesperanzados, surgió de un pequeño agujero del suelo, uno que tapaba el pie de un expulsado.

    Hola hola, vengo vengo de ver a marea nueva. Os manda muchos recuerdos recuerdos.

    Ven aquí conejo chiflado -dijo Panch, agarrándolo por las orejas-.

    ¿Quién es ese mago malvado que se hace llamar Évano?

    Yo no sé no sé. El jefe sabe sabe.

    Yo no sé nada, conejo -contestó Vicente.

    Si usted no lo sabe, estamos apañados. Piense piense -dijo Sancho, burlándose de Lavidaensueños-. Traiga para acá a ese conejo, señor, verá que pronto hago de él un buen plato.

    ¡Ya lo tengo! -exclamó Vicente, antes de que Panch se pusiera a reprochar a Sancho sus actitudes-. Hace tiempo, aconsejé a una persona un portal de poesías y relatos: mundopoesía. Deduzco que ella es la culpable de tal situación. Así que todo arreglado. Adiós, compañeros, hasta otra.

    Ni hablar, usted no se va de aquí. ¿Qué será de nosotros? -preguntó Panch.

    Eso eso, que será que será.

    De vosotros será lo que todo el mundo acaba siendo: pasado.

    Y Vicente despertó en su escritorio, a causa de una canción que sonaba en su teléfono móvil, mientras pensaba que el Apocalipsis (gracias a Dios) no había sido para él, sino para varios de sus personajes.

    Dígame.

    ¡Hola, vecino, soy Évano! ¿Qué tal va por las montañas de León?

    ¿Évano? ¡Qué nombre tan curioso te pusiste! jajajaja... Aquí hace un frío que adentra hasta en el esqueleto. ¿Y por Barcelona, cómo va?

    Aquí no hace demasiado frío. Ya sabes, como siempre. ¿Sigues sin Internet?

    Claro, no hay cobertura de red. Aunque no lo echo de menos. Cuando tengo necesidad marcho a Riello. El único bar tiene Internet. Allí me conecto, si me hiciera falta por algo. Pero voy poco, ahora los caminos están impracticables, y para ir andando queda lejos.

    ¿Me permites un pregunta?

    ¡Claro, pregunta!

    ¿Tú eras Sancho Panza, y un conejo, en mundopoesía? Es que me lo han preguntado.

    Jajajaja... Sí, y Panch también; cada uno escribía diferente: Panch, en poesía libre; Sancho Panza, en relatos; y el conejo (Lavidaensueños), en poesía clásica. No hace falta que me digas quién preguntó. Me lo imagino: Ana, Marea Nueva o Marcela. Son estupendas. Tres poetisas bellas y muy buenas personas.

    Todo aclarado, entonces. ¿Quieres que les mande recuerdos?

    Sí, por supuesto, y a todos los demás. ¿Tuviste algún problema con Internet?

    No, va bien, sólo que en el patio de atrás no coge la señal; tengo que estar cerca de tu casa para conectarme. Bueno, no te molesto más, que tengo que salir a hacer las compras. Un beso, y cuídate de los constipados y gripes. Nos hablamos.

    Hasta luego. Cuando quieras me llamas. Te mandaré una idea, para que la escribas y la publiques en mundopoesía, si quieres, claro está. Un montón de abrazos, y a lo mejor nos vemos pronto, creo que igual tengo que ir, en unos meses, a Barcelona. Chao, un beso. Adiós.
     
    #1
    Última modificación: 20 de Enero de 2013
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  2. Dennisse

    Dennisse Invitado

    jjejejejeje ¿ideas?
    ¿internet?
    el ocio a veces nos consume
    y desvariamos en nuestra rutina
    me pareció fenomenal el final,
    aplausos a tan original obra
    abrazos y kikos
    Denn
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias Dennisse por pasear por este relato surrealista (aunque cierto en algunas partes).


    tiene razón, el ocio nos hace divagar jajajajaja...

    Se la saluda afectuosamente, como siempre.
     
    #3
  4. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Dicen que el tiempo no perdona pero yo soy una empedernida creyente de la resurrecciòn, debe ser que ese conejito saltarin contagia su alegria y sus sueños o que hay personalidades que valen la pena al mil de mantener palpitando en el alma o que un gramo de locura y sueños no quiere morir en este loco interior y hace de las suyas, en todo caso seas el mensajero, el mensaje , su voz de ultratumba u otra de sus voces: Gracias, salùdame cuando veas al conejito y , al cerdito, a sus amigos y claro al muy querido amigo Vicente, dile que Marce esta en pausa siguiendo sabiamente aquellos consejos , vivir, Anita como bien sabes es un sol y bueno yo extraño tener algun caso para investigar con ellas , como quien dice estoy sin "chamba" aunque en esta ocasiòn creo que miraba la esencia de algun loco conejito pero quizà solo divague, me quedo en las casi mismas asi que por si acaso me alegra mucho que te halla recomendado este lugar, tienes algo de el al menos asi me parecio, van un monton de abrazos para ti Êvano escritor y poeta que insistente abres nuestros ojos a esas verdades cotidianas a travès de relatos maravillosos e imaginativos.

    ¿Quiero una chistera màgica! a ver donde la encuentro jajaja

    esto amerita besos y abrazos, siempre con respeto jeje Sr Êvano
     
    #4
  5. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Encontré al conejito jajjajajajaja.

    Es mi vecino (y amigo), aunque ahora está un poco lejos, casi hasta en el tiempo, porque está en la montaña jajajjaja. El mejor consejo que se puede seguir es el de vivir, que creo es lo que hace, como Marcela.

    Seguro que él lo leerá, ahora que sabe mi Nick, y se enterará por el mismo.

    Muchas gracias, Ethel, por su comentario tan bonito sobre este relato (idea suya).

    Se la saluda afectuosamente, y a ver si consigo una chistera y se la regalo.


    Abrazos que se recogen, con respeto.
     
    #5

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