En busca del discípulo

En el valle rodeado de montañas, vivía el pueblo en cavernas naturales abundaba la caza y los frutos silvestres, aislado de otras tribus transcurría su existencia sin grandes dificultades, los ancianos dedicados a la enseñanza de sus experiencias y a la soledad, se conectaron con el conocimiento que transita por el universo como río invisible con infinitos afluentes. Aprendieron el uso controlado del fuego, forjaron herramientas, descubrieron las leyes de las estrellas y de la tierra.


El transcurrir de las generaciones, la sabiduría se traspasó sin alteración a un libro secretamente oculto.


El maestro se presentó frente a sus discípulos con el libro sagrado tomado con las dos manos y lo puso en una pequeña mesa sin abrirlo, de un brillo metálico, con extraños signos de relieve, cerrado con un broche dorado que cruzaba el centro de las tapas. Se acomodó en posición de meditación y como era habitual golpeó el gong para iniciar la ceremonia con la vibración del sonido antes de esconderse en el silencio.


Era una reunión solemne, los discípulos sabían que uno de ellos continuaría la tradición. El maestro se levantó de su posición y miró a todos.


-Ha llegado el momento en que debo de enseñar el contenido de este texto, siguiendo un deber que se pierde en el tiempo, esta verdad deberá ser revelada

en el tiempo señalado a quien posea el mérito de recibirla.


Según la costumbre, la vigilia en meditación comenzó a la medianoche. El maestro y los discípulos en un ambiente de penumbra e incienso se conectaron con las fuerzas de la creación hasta el amanecer. Uno de los discípulos se levantó y se inclinó reverentemente a un compañero, luego los otros hicieron lo mismo.


Los iguales habían reconocido al mejor. El maestro entregó el libro abierto en la primera página con fin de iniciar al elegido.