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En el fondo hay una moneda

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por MIDAS, 25 de Mayo de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 629

  1. MIDAS

    MIDAS Poeta recién llegado

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    8 de Enero de 2013
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    Una moneda cae en el agua y se sumerge hasta llegar al fondo de la piscina. ¿Qué hacer?, se pregunta el dueño. ¿Sigo siendo propietario de ese metal?: La moneda es un título al portador. ¿Qué hacer?, se preguntan los hombres que, reunidos en esa fiesta, miran al fondo de la alberca. ¿Podrá existir una moneda sin dueño? Todos los que vieron cómo el hombre tiró involuntariamente la moneda al sacar de su bolsillo la cajetilla de cigarrillos, saben que esa moneda estuvo en ese pantalón; pero ahora está en terreno neutral.

    Nadie de los que en esto piensan se miran entre sí ni hablan al respecto. Todos observan el metal redondo estacionado en el piso de la alberca. El dueño (o ex dueño) trata de recordar la denominación de la moneda, para decidir si vale o no la pena ir por ella. Mientras en esto medita mira hacia el fondo del agua. Los otros permanecen al filo de la alberca, pensando lo mismo, mientras beben vodka, tequila, ron o cerveza. El único de ellos que fuma mientras observa, camina hacia atrás y luego hacia delante, como si estuviera tomando impulso para saltar al agua. Los demás, al ver que el dueño se ha decidido a rescatar la moneda, avientan su bebida y saltan inopinadamente como si compitieran en un concurso. Todos, menos el fumador, entran de golpe al agua y la levantan mojando al que fuma, apagando su cigarrillo.

    En el fondo de la alberca codician la moneda, luchando entre sí como náufragos que se disputan el último chaleco salvavidas. Las esposas de los que en la profundidad pelean, se agolpan al filo de la piscina. El dueño de la moneda enciende otro cigarrillo y mira hacia el agua. Ellas le piden que haga algo, pero el sigue fumando y viendo a los de abajo. Aquello que comenzó como una competición se ha convertido en un férreo intercambio de puñetazos. El agua comienza a teñirse de sangre. Nadie sale del agua, siquiera para tomar una bocanada de aire. Ellas gritan de desesperación; él sólo observa y fuma.

    Una de las esposas, enfurecida, le recrimina a otra que seguramente el temperamento colérico de su marido ha ocasionado este problema. La otra responde con una bofetada. La tercera de ellas toma a ambas de los cabellos y las tres riñen, se rasguñan, gimen como gatos, se rasgan las vestiduras y caen al agua. El dueño de la moneda sigue fumando y mirando.

    Los hombres que en el fondo intercambiaban golpes salen a la superficie, con la nariz ensangrentada. Después de unos segundos ellas también emergen de la profundidad, con el vestido roto y las manos llenas de cabellos. Todos, hombres y mujeres de la alberca, flotan en el agua y miran al fumador que los observa, serenamente, desde la orilla. Uno de los hombres saca su brazo del agua y, en señal de triunfo, lo levanta para abrir su mano y mostrar en el aire la moneda disputada. El fumador estira su mano desde la orilla y alcanza la del otro, quitándole la moneda. Se la lleva al bolsillo de su pantalón. Todos los de la alberca lo miran con rabia. Hombres y mujeres recriminan al otro haber entregado la moneda y lo comienzan a golpear. El fumador, mientras observa lo que sucede allá abajo, recuerda cómo se hizo de la moneda. Mientras caminaba por una calle vio a un anciano lanzar la moneda al suelo y echarse a correr pero mirando hacia atrás, como si escapara de alguien. Cuando intentó cruzar a la otra calle un camión de valores lo embistió, matándolo en el acto.

    ¿Qué clase de moneda es esta?, se preguntó, al tiempo que la sacaba de su bolsillo para contemplarla. Se percató que no estaba acuñada como todas las demás. A no ser por una sola frase, el grabado era el mismo de cualquier moneda de esa denominación. Leyó la frase con detenimiento y fue entonces que comprendió todo.
     
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