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En la grande

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 25 de Julio de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 428

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Hombre
    Había olvidado lo pálido de su piel. Anoche se acercó a mí y me insinuó un acostón. No tengo ganas, dije, además no tengo ningún quinto en la bolsa. No te estoy cobrando, dijo, sólo quiero coger con alguien de confianza. Me tomó la mano izquierda y se llevó a la boca el dedo índice de mi mano. Soy hombre y la carne es débil. Mi erección le dio la señal de aceptación. Cruzamos la calle y nos fuimos al motel que estaba a unos cincuenta metros. Cuarto ocho, le dijo al viejo que estaba en la recepción, luego te pago. Abrió la puerta. Al cerrarla nos desnudamos con hastío, con la sensación de asco conciliatorio. Su piel estaba más pálida, las tetas caídas y el pubis frondoso. No me atreví a olerla, su perfume barato me lastimaba la nariz. Se tumbó en la cama y abrió las piernas. Se lo metí con fuerza y me moví rápidamente para acabar pronto. Eyaculé dentro de ella y ni siquiera gimió. Fui al baño. Me limpié la verga con papel sanitario, me mojé la cara y vi en el espejo mi rostro cansino, curtido por los años y la soledad. Cuando salí, Brenda comía una torta. Es de jamón y queso, dijo, está buena, ¿quieres? Negué con la cabeza. Me vestí y salí del motel sintiéndome peor que antes.

    Ana, mi pareja, se había ido con otra mujer. Ella es más hombre que tú, me reclamó, ella me quiere mucho. Pues lárgate, le grité encabronado. No tenía ganas de partirle la madre, estaba asqueado de ella. Gracias que se largó con la piruja de Virginia. Me sentía solo y quería distraerme un rato. Deambulé por varias horas en el Centro Histórico de Mérida. Sábado en la noche. Los turistas buscaban diversión. En el teatro Peón Contreras tocaba la Banda Sinfónica de Yucatán. Unos trovadores practicaban en el Parque de la Madre. Una mujer chamula pedía limosna sentada sobre un cartón en el piso. Me dio hambre y fui al Parque de San Juan a comer unos perros calientes. Me da uno grande y uno chico, le dije al perrero. Comí en silencio. Pagué y me fui rumbo al Venadito. Ahí vi a Brenda, que era su hombre artístico, según me dijo una vez. Realmente se llamaba María Inmaculada.

    Después de salir del motel, me fui a mi casa caminando. Vivía en Santa Rosa. Abrí la puerta y encendí la luz de la sala. Me tiré en el sofá incómodo y me dormí. El sol pegando en mis ojos me despertó. Aún olía a sexo hediondo. Entré al baño. Abrí la llave de la regadera y me puse debajo del chorro de agua. Al salir me vestí de payaso. Todos los domingos iba a la Plaza Grande a vender globos y burbujas. Agarré mis cosas y salí. En una tienda compré algo para comer: una torta de jamón y queso y una Coca-Cola. Eran las diez de la mañana. Un globo para la niña, para el niño, pregonaba a cualquiera que tuviera chiquitos. El calor me sofocaba. Mira al payaso, papá, dijo un niña rubia, está chistoso. ¿Globo para la niña? Pregunté al papá que tenía cara de perro encabronado. Quiero uno amarillo, dijo la niña. El señor sacó unas monedas y me pagó. Los pies ya me dolían. Mira a ese pendejo, dijo Virginia, vendiendo sus mugres globos. Una sensación de odio me alteró. Solté los globos, apreté el puño y le metí un madrazo a Virginia en la barbilla. La vi caer en cámara lenta. Se golpeó la nuca con el filo la banca verde. Muerte instantánea. El payaso, oí gritar. Intenté huir, pero un grupo de metiches me agarró. Ana lloraba desconsolada. La mataste hijueputa, gritaba, la mataste pelaná. No tienes remedio, payaso, dijo el policía que me ponía las esposas. De vuelta a la grande. Me encogí en hombros. Me sentí aliviado, ya no me preocuparía por comida un largo tiempo. Pronto regresarás por este culito, me dijo El Muecas pegándose la nalga derecha el día que salí por buena conducta. Esta era mi quita entrada a la grande. Me sentenciaron a veinte años de prisión por asesinato premeditado. Las otras veces fueron por robo calificado en casas habitación, con sentencia máxima de tres años. Te dije que regresaría, puto, dijo El Muecas cagándose de risa cuando me vio entrar. Sonreí. Casa, comida y culo, qué más quiero, pensé y fui a saludar al Muecas.
     
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