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En la Oscuridad

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Kwisatz, 27 de Diciembre de 2011. Respuestas: 2 | Visitas: 568

  1. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    27 de Septiembre de 2007
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    EN LA OSCURIDAD


    Era un plácido atardecer de diciembre. Una luz dorada y mortecina lo bañaba todo, regalando su tibio calor como la última caricia de una despedida.
    Pronto anochecería y la oscuridad ganaría el firmamento. El mundo quedaría en suspenso, esperando congelado el nuevo día.
    Y allí estaba él, contra toda razón o lógica, en aquellas soledades con la única compañía de sus pensamientos, mientras las montañas se recortaban en perfil sombrío sobre el rojo dorado crepuscular.
    Había salido a pasear, como siempre solía hacer aquellas tardes invernales, pero esta vez sus errabundos pasos le condujeron fuera del pueblo, más allá de lo acostumbrado, adentrándose por los caminos de la sierra hasta que la visión de las casas se perdió en la lejanía.
    No había un propósito para todo aquello, parecía un irracional capricho, y sin embargo en su interior afloraba un sentimiento de trascendencia, como si esperara un suceso revelador a punto de suceder.
    Algo extraordinario que le hiciera vislumbrar, al menos por unos instantes, nuevas fronteras más allá de su opresiva cotidianeidad. Quería sentir de nuevo la magia del que se sabe ignorante de los misterios de la materia, la energía y la vida.
    Aquel que intuye, más allá de su cárcel de carne y su limitada consciencia, realidades inimaginables e inasequibles a su experiencia.
    Sin percatarse la noche ya había caído y la bóveda celeste se abría ante sus ojos en todo su esplendor.
    Sin su máscara azul, el cielo parecía un negro abismo cuya simple visión producía vértigo, una ventana a la inmensidad del Universo en la que asomaban millares de titilantes puntos de luz procedentes de lejanas estrellas.
    Cada uno de los parpadeos era un haz de luz nacido eones de tiempo atrás, el cual había viajado cantidades inconcebibles de tiempo y espacio hasta poder ser capturado por sus retinas, quizá la última línea de un póstumo mensaje lanzado por un cuerpo celeste ya extinguido.
    No era necesario esperar ninguna señal porque siempre había estado allí, a la vista de todo aquel que quisiera alzar su cabeza.
    Todo era extraordinario, tan sólo un soberbio necio se atrevería a negarlo.
    De pronto, como si despertara de un profundo sueño, notó sus miembros entumecidos por el frío. Miró su reloj con urgencia, pero el segundero no avanzaba. Se había parado.
    Sin más dilación emprendió la vuelta al pueblo bajo espectral luz de la luna.
    A sus pies, el asfalto del camino parecía emitir un fulgor mortecino y plateado que se perdía zigzagueando en un valle de sombras, bordeado a cada lado por hileras de manos huesudas figuradas por las copas de los árboles desnudas.
    Cuando finalmente llegó a su destino, no halló lo que esperaba. El pueblo conforme lo conocía ya no existía. Unas ruinas lo habían reemplazado, como único testimonio de lo que fue una vez.
    Incrédulo vagó entre sus piedras, buscando algún indicio que le permitiera conocer lo que allí había sucedido. Pero nada encontró y desconsolado en el suelo se desplomó.
    Sentía una soledad inconmensurable, como si fuera el único ser vivo del planeta.
    Y fue entonces cuando la vio. Como una aparición fantasmal una niña lo observaba desde la distancia. No la conocía, pero aun así le resultaba extremadamente familiar. Llevaba un vestido negro anacrónico, de otra época, que resaltaba todavía más su extrema palidez. Su cabello era oscuro como el ala de un cuervo y sus ojos negros como el carbón. Lo miraban intensamente, con una rabia ardiente y a la vez temerosa.
    En cuanto hizo ademán de levantarse para saludarla, la niña retrocedió alarmada gritando en una lengua extraña para él, de sonido centroeuropeo.
    Sin embargo, para su desconcierto, era capaz de entender sus palabras.
    ¡LA CULPA ES TUYA! ¡LA CULPA ES TUYA! Le decía mientras huía hacia el refugio de la oscuridad.
    Él corrió tras ella, en un vano intento por darle alcance, prometiendo por lo más sagrado que nunca le haría daño. Pero de nada sirvió. Todo se había vuelto oscuro, demasiado oscuro.
     
    #1
  2. 16/07/92

    16/07/92 Invitado

    Buena historia... me gusto mucho, podrias ponerlas en microrelatos, a mi no me parece tan larga, ademas una vez empiezas a leer todo el misterio te envuelve...
     
    #2
  3. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    27 de Septiembre de 2007
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    167
    Me honra lectura. No te falta razón al catalogarlo de microrelato, pero quizá podría ser simplemente la primera parte de algo más grande... Aún no lo he decidido. Un saludo.
     
    #3

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