En la soledad

[FONT=&quot]Hoy te vi en la lejanía de mi soledad, cerca del cielo y lejos del Mar, como cuando callas en un suspiro silencioso y muestras el palpitar de tu corazón derrotado. Cerca de este cuento marchito, escrito en estas paginas polvorientas repletas del recuerdo apagado y lejano ahogado en mi memoria que muestra aquel instante fugaz en el que me odiaste hasta morir.


El día que despedazaste la soledad de mi laberinto clandestino con la hoz de tu orgullo, partiste el último vaso sanguíneo que me quedaba. Despedazaste la última célula neuronal viviente de mi nervio central, aquel que reside al cenit sobre mi testa. La vida calla ese trago amargo cuando partiste a la existencia, cuando abandonaste la muerte en mi valle rapaz; ese día vi la muerte de un hombre difunto en la soledad y el abandono.
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[FONT=&quot]Te odio cada día menos cuando encuentro pretextos para matarte, te odio cada vez menos cuando descubro que tú también me odias, y me odias por ser el amor de tu vida, aquel que del sueño interrumpido brota como manantial efervescente de libertad. Te odio tanto que desborda mi locura en el caudal del mal eterno, cual demonio audaz atormentador del mundo. Me odias como te amo aunque nuestro amor es tan falso como la verdad, esa verdad efímera que refleja la soledad y la hipocresía, materia única en la existencia.
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[FONT=&quot]Te recuerdo fugaz y distante como el mal sabor de una borrachera, en el umbral de esa memoria dañada y repleta de babosadas pésimamente acomodadas. Esas mismas que no se olvidaron en aquella tarde de duelo, la misma tarde cuando partiste a mundos inciertos atascados en vanidad y desesperación donde siempre te gusto permanecer pese a su simplicidad.


Odio tener que recordarte como odio el olvidarte como si fuese suficiente con la fotografía nunca antes tomada, aquella que dedicaste en letras de sangre y rencor, la misma que enmarque en un recuerdo y dibuje un olvido a su alrededor para siempre tenerte en mente. Tanto odio tu recuerdo que me enamoré de tu olvido, como un puñal clavado en un tablón aparece tu imagen fugaz y borrosa en mi mente, en esta mente putrefacta, repleta de hollín palidecido como el polvo de cenizas en la madera, queman mi orgullo hasta la invalidez hasta no responder al impulso vulnerable de recordarte.
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[FONT=&quot]Odio toda tu persona como odio mi imagen marchita clavada en la pared, cual sombra difusa casi extinguida por la ausencia creciente de luz. Esa luz lastimera que oscurece cuando enciendo el calor de mis entrañas. La misma que se apaga cuando el difuso sol de tu ser aparece entre sombras perdidas en la oscuridad. También odio tus aires de altiva personalidad, cual musa desfallecida sobre un marco pintado con la brocha del destino.


Odio tenerte cerca porque temo odiarte menos que ayer, menos que cuando me besaste por última vez, aquella vez te fuiste sin decir regreso pronto, solo te marchaste y abandonaste la felicidad ofrecida por mí corazón. Rechazaste la dignidad marchita y te fuiste por la vanidad sublime.