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EN SUEÑOS ETERNOS

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por librampiro, 13 de Febrero de 2006. Respuestas: 6 | Visitas: 1181

  1. librampiro

    librampiro Poeta fiel al portal

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    EN SUEÑOS ETERNOS

    Una cascada de agua caliente se deslizaba por el dorso desnudo de Julia en tanto ella frotaba constantemente sus muslos en igual condición, el sentimiento de suciedad invadía su mente, la repugnancia se marcaba implícita en la fuerza con la que tallaba su piel; esa piel frágil, inocente, delicada; que en ese momento estaba irritada, lastimada. Mas Julia no estaba conciente del ardor, el nerviosismo motivaba en ella un accionar instintivo, a consecuencia de este, tiempo después se encontraba con una mochila en el hombro y apunto de cruzar la puerta de hierro forjado que permitía el acceso a su casa, justo parada frente a esta la veía con nostalgia, sería la ultima vez que la atravesaría; después de asegurar la cerradura de la misma, Julia retiro la llave y encaminándose hacia ninguna parte la tiró por una coladera. Paso a paso recorriendo una gran avenida, mientras aspiraba la contaminación producida por los vehículos y la aparente prisa de quienes los conducían, se fue percatando de que ya no podía dar marcha atrás; la decisión que había tomado cambió su cosmovisión; no tendría tiempo para más caprichos o asuntos banales, ahora su prioridad sería buscar como satisfacer sus necesidades, tan básicas no obstante que la comodidad con la que las adquiría en el pasado las disfrazaba de insignificantes; en un destello Julia sintió hambre, conciente de esto se dirigió hacia el mercado y al pasar frente a un almacén de frutas, legumbres y verduras; cogió un racimo de plátanos, acto siguiente corrió lo más rápido que le permitían sus piernas a la vez que se escucho un grito: ¡Detengan a esa chica!
    Julia se escabulló y refugió en un lote baldío de hierba bastante crecida, a sus catorce años esta era la primera vez que robaba, por un momento se sintió mal consigo misma pero dedujo que el fin justificaba los medios; además había dejado de creer en el mundo rosa con hadas madrinas y príncipes azules; ella lo veía negro, en su mundo no entraba la moralidad.
    Al finalizar de ingerir sus plátanos se dio cuenta de que ese era un buen lugar para quedarse a dormir: “Nadie entraría en este lote baldío”; saco una cobija de su mochila, la envolvió en ella y comenzó a recordar; al principio momentos gratos tales como sus cumpleaños o las tardes en las que solía ir a jugar con sus vecinas, luego imagino la reacción que habría generado en su casa su partida, lo mas seguro era que su madre aún estuviera llorando, quizás hasta ya habría hablado a la policía; por el otro lado su padre debería estar desesperado, tratando de buscar razones y con ellas culpas, tratando de hacerse el fuerte para poder consolar a su madre pero talvez solo quería llorar al igual que ella. No los olvidaría nunca, lastima que ellos no la entenderían, lamentaba no poder verlos al menos una vez más. Figuró en la mente de Julia su hermana menor de tan solo siete años, Camila, ella era demasiado joven como para comprender lo que había sufrido, se desato en lágrimas y se culpo por no haberla traído con ella, la aterrorizaba que le pasará lo mismo.

    Al salir la luna Julia se encontraba agotada, sus parpados eran cada vez más pesados y vencieron su resistencia al sueño causada por el temor, trató de dormir, mas no pudo descansar, estaba en una jungla salvaje en la que abundaba lo desconocido; alerta se sobresaltaba con el más mínimo sonido que llegase a su tímpano. Entrada la madrugada vislumbro un ser antropomórfico de reducida estatura, abrió los ojos para enfocar mejor y observo que se trataba de un niño de aproximadamente once años, al parecer vivía en la calle y pese a su corta edad no había en su rostro inocencia ni mucho menos malicia, sus gestos reflejaban la angustia con la que viven quienes no les ha sonreído la vida. Julia se armo de valor y decidió comenzar con la conversación:
    - Hola. ¿Cómo te llamas?
    - Juan. ¿Y tú?
    - Julia.

    Una vez roto el hielo Juan y Julia se contaron las generalidades de sus vidas, entrando más en confianza platicaron porque estaban ahí, Julia extraño su hogar, estaba segura que algunas niñas sueñan con vivir en un lugar similar sin importar el precio de esto; sin embargo no se arrepentía de su elección cualquier cosa era mejor que seguir como estaba. Juan la convenció de que lo acompañara ese día pues ambos tenían que conseguir dinero para poder comer y el sabía como hacerlo: “Hay que ganarse la vida” fueron sus palabras, Julia acepto su oferta y pensó que había hecho un nuevo amigo, lo que le recordó a los amigos de su escuela, ellos no tendrían que ganarse la vida, en cambio estudiarían que es un derecho el cual todo hombre posee. Se dirigieron hacia el metro, en donde se aglomeraba una cantidad de gente impresionante, al llegar a este Juan puso un sombrero en el suelo y dio indicaciones a Julia para que lo siguiera cantando canciones populares y raspando un bote que generaba tonadas rítmicas, la mayoría de personas los ignoraban, no se detenían siquiera a mirarlos, pocos eran los que les dedicaban su atención y aun menos los que depositaban monedas en el sombrero. De vez en cuando descansaban y cuando había en el sombrero una cantidad considerable de monedas Juan retiraba la mayoría dejando solo unas cuantas, de este modo se consumió la mañana. Tras contar el dinero lo repartieron en partes iguales y Juan sugirió ir a comer en algún local establecido en el mismo metro, Julia apenas pudo asentir su voz estaba muy desgastada.

    A unos cuantos kilómetros de ahí se encontraba Adolfo, parado frente dos docenas de jóvenes universitarios a los cuales les impartía clases de Teología, sólo su voz se escuchaba en el aula, en forma de monólogo contaba como la forma de ver a Dios en el hombre había evolucionado; al hablar de religiones orientales un joven se atrevió a hacerle una pregunta de opinión personal, generalmente este tipo de preguntas lo enfadaban, esta le impacto pues no tenía una respuesta: ¿Profesor, usted cree en la reencarnación?; Adolfo decidió darles a sus pupilos tiempo libre con tal de no verse forzado a contestar tal cuestión, pero aun deambulaba la idea por su cabeza “la reencarnación”, él era escéptico en muchos aspectos, aunque era teólogo se autodefinía más como una persona critica a una esperanzada; según él era la esperanza el sustento de todas las religiones, y concluyo que en cierto punto la reencarnación y la esperanza eran sinónimas, para él quien solo tiene esperanza realmente no tiene nada; y quien no espera nada tiene el potencial para hacer lo que guste; entonces no creía en la reencarnación pues al igual que la esperanza solo perdería al hombre aunque estas nunca las perdiera el hombre. Sin importar lo asertivo de su razonamiento, a Adolfo le resultaba sumamente difícil vivir sin esperanza, se comparaba con un alcohólico que pese a saber el mal que le causa la ingesta de la bebida la sigue tomando porque por alguna razón necesita de esta; aún así seguía en su postura de no creer en la reencarnación por lo que busco al joven extrovertido que había osado de dejarlo reflexionando un buen rato, al encontrarlo le explico que posiblemente los orientales creyeron en la reencarnación porque eran muy observadores, y se dieron cuenta que los fenómeno físicos se daban en forma cíclica pero la vida envolvía mucho más que la materia inerte. El joven de una forma temerosa se manifestó a favor de la reencarnación: “Con todo respeto profesor, convengo con lo que usted ha mencionado mas esto no desacredita a la reencarnación; efectivamente la vida envuelve a más que la materia y se ha demostrado que el cosmos esta compuesto por materia y energía, entonces es está ese más que envuelve a la vida; la parte espiritual del hombre, si quiere llamarle así. Además el propio hombre ha descubierto que tanto la materia como la energía no se crean ni se destruyen sino que solo se transforman. He ahí el principio de la reencarnación”.
    Adolfo se quedo atónito, el joven había sido muy convincente y antes de darle oportunidad a rebatir su punto de vista había agregado que la muerte era el efecto de nuestras acciones y que algunas de ellas presentarían este efecto en el próximo ciclo vital, hasta que se separaran energía y materia. Adolfo sabía que estas por lo regular se están juntando, y si juntas se transformaban en vida, había encontrado el porque de la explosión demográfica. El impacto que le causaba dicha teoría lo llevo a fantasear si tenía que ver la forma en la que una persona murió con la forma en la que vivió ejemplifico esta fantasía con casos cercanos como su abuela Toña que seguida de una vida dedicada a la oración y a la ayuda al prójimo en su mayoría tuvo una muerte rápida y tranquila “un paro cardiaco mientras dormía”, o Miguel un compañero de sus épocas de universitario que distribuía droga entre el ambiente estudiantil y mentía con regularidad, quien sufrió una muerte lenta y doloroso a consecuencia de un accidente automovilístico. Estaba empezando a contemplar de qué manera le gustaría morir cuando notó que se le estaba haciendo tarde y no quería que su esposa se angustiara por lo que se encamino al metro para posteriormente dirigirse a su casa.


    Al terminar el almuerzo Julia preguntó a Juan que iba a hacer con el resto del dinero que había obtenido pues si así ganaran diario talvez se podrían dar algún lujo; Juan le explico que él tenía que dar todo el dinero a un muchacho mucho mayor por protección y para evitar maltratos, ella sugirió que no tenía que regresar a donde sea que lo maltrataran sino les pagaba, estaba segura de que juntos se las podrían ingeniar para sobrevivir, él le dejo ver que eso no era posible seguramente lo habían estado espiando y sobrevivir no es algo fácil “Entre más personas te protejan más sobrevives” dijo enfatizando lo absurdo de la idea de Julia, quien tampoco podría acompañarlo porque en su comuna no eran aceptadas mujeres. Se despidieron acordando volverse a ver algún día pero este no llegaría nunca.
    Julia se sintió sola de inmediato, la desolación y los malos recuerdos la invadieron de nuevo, deseaba tanto la compañía de alguien, “es más difícil sobrevivir sola” pensó, posteriormente se dijo a sí en voz alta: “Pero en este mundo nadie te ayuda”, dicha frase manifestaba la rabia irradiada por Julia al verse en esa jungla salvaje de nuevo; conciente que rendirse ahora significaba su perdición y que el objetivo de su partida era evadir esta, decidió pensar en un lugar que pudiera ser su hogar de alguna manera, pues quería regresar al sedentarismo que tantas comodidades ofrecía; talvez a consecuencia del cansancio fue el metro esa revelación que como un rayo de luz le indico el camino, pues mucha gente acostumbraba dormir dentro de el, además que contaba con servicios sanitarios, indispensables para su hogar por costumbre. Escogió recostarse en una zona iluminada pues creía ahí se reducía el riesgo de sufrir injusticias, así como en la infancia dormía con la luz prendida para que no se le aparecieran duendes o seres malévolos. Antes de dormir agradeció al Señor que le permitiera vivir un día más, cosa que no hacía desde el suceso que había marcado su vida; esa noche descansó profundamente no tomándole relevancia a la continua actividad que se suscitaba en el metro en todo momento. Al abrir los parpados le extraño no tener la certeza de que ya había amanecido, salio del metro y tuvo la impresión de que había dormido más de la cuenta y como era habitual en ella había despertado con hambre, se dirigió a una panadería situada en la periferia del metro y en ella adquirió dos bolillos y un empaque de leche, si bien este no era el desayuno idóneo era el que se acomodaba a sus bolsillos; en el instante en que llevaba un bolillo a su boca sonrió irónicamente pues tenía en su memoria la perspectiva de cuando comer era algo rutinario que en ocasiones hasta envolvía un absurdo ritual. Posteriormente Julia encontró distracción en una tienda de revistas, eligió leer temas variados desobedeciendo un anuncio de “No se permite leer”, fueron pocos los textos que despertaron interés en ella, considero a la mayoría ambiguos e irrelevantes; a uno en especial le dedico la mayor parte del medio día, era una breve recopilación de textos sobre sueños; el titulo de este volumen era “Perdidos en sueños”; el texto analizaba a los sueños definiéndolos como mensajes emitidos por el subconsciente, estos trataban de transmitir deseos, frustraciones o experiencias. Los sueños suelen impactar a la gente pues es algo que esta fuera de su control, ninguna persona puede decidir que soñar pues para eso tendría que estar conciente de su voluntad hacia el sueño y eso en todo caso sería imaginar; si el impacto causado por un sueño es muy fuerte la persona se podría enclaustrar en el sueño quitándole importancia a toda actividad real, de esta forma se crea un mundo mental, llegando a ser causa de demencia. A posteriori de la lectura Julia se vio a si misma como un individuo que apenas esta despertando a la vida, esta interpretación se basaba en que muchos de los ideales más valorados por alguien no eran más que sueños, quimeras, trampas mentales; que inclusive podrían ser transmitidos de generación en generación; a ella no le quedaba la menor duda que estos eran por los que uno tenía que dar un esfuerzo peculiar para desvanecerlos. De manera inconsciente Julia apartó de su cerebro lo referente a traumas en el pasado, sin duda uno solo aprende lo que quiere aprender. La hora de la comida estaba próxima, razón por la que checo su efectivo y posteriormente adquirió algo que estuviera a su alcance.

    En torno a un ambiente formal, Adolfo disfrutaba de un banquete con su esposa Elena, quien había elegido un famoso restaurante de elite como sede para conmemorar su vigésimo aniversario del matrimonio civil, tal evento se iba a ver reflejado en un gran déficit en el salario de Adolfo, pero no tenía otra opción solo así Elena daría por alto un olvido más de un suceso único según decía ella; él se sentía culpable por descuidar su relación, admitía que la docencia acaparaba la mayoría de su tiempo y su mente; afirmaba que el aprendía más de sus alumnos que viceversa; en cuanto ella daba indicio de protesta alguna, él la disipaba con la ya común frase “Tengo que trabajar, de amor no se vive”, había ocasiones en las que llegaba a creer en eso, generalmente se lamentaba por esa obsesión de conocimiento, esta a su vez se justificaba en el juicio “Al menos estoy haciendo algo de provecho, en vez de nutrir algo mundano como una ilusión”. La frialdad en su forma de expresarse y la rutina en la que Adolfo vivía fueron poco a poco debilitando el amor entre él y su esposa; él se percataba de ello pero creía que el compromiso social que ambos aceptaron años atrás mantendría el lazo firme y fuerte. Elena por ocasiones creía que para su esposo tan solo era una reliquia, su actitud sumamente posesiva la sacaba de quicio últimamente; debido a todas esas circunstancias la cita que pretendía ser un encuentro amoroso se perfilo a ser una charla sin sentido acompañada de una cursilería que parecía salir de un manual sobre comportamiento en pareja. Al finalizar la reunión Adolfo compro el diario vespertino que leería mientras llegaba a la universidad, si hubiese leído la sección de sociales habría encontrado el encabezado: “Se solicita ayuda comunitaria para brindar información de adolescente desaparecida”, en cambio leyó la sección de política, y como era costumbre en él se enfado con las noticias dadas a conocer, criticó el sistema de gobierno y acuso a los implicados en esta materia de promover el caos de la época moderna. Una vez dando clases pidió a sus alumnos que leyeran su investigación acerca de la muerte, casi todos contaron relatos sensacionalistas de fuentes dudosas, donde gente afirmaba que se cruzaban túneles o se veían vidas enteras en cuestión de minutos e inclusive segundos. Otros hablaban de concepciones científicas que se alejaban mucho de la apreciación teológica que él buscaba, consideraba que dentro de estas lo único destacable era que se presentaba actividad cerebral cuando el cuerpo se encontraba médicamente inerte, esto podría ser la prueba que sirviera de tabla para sostener la teoría de la existencia del alma, el otro componente de la dualidad. Entre todos los trabajos había uno que afirmaba que la muerte se presentaba cuando “la misión celestial” había sido realizada, esto era sin duda una visión teológica pero no fue lo que le llamo la atención a Adolfo, su interés se alojó en la parte de dicho texto que declaraba que ese mandato divino no consistía necesariamente en hacer sino que seguramente radicaba en el no hacer. La mayoría de religiones basaban sus doctrinas en el no hacer y por esta elección de no accionar el hombre sería recompensado en un contexto metafísico; el lo encontró compatible con su creencia en la reencarnación que un día anterior había surgido, pues dependía de tu accionar tu misión en tu siguiente vida, y a esa teoría agrego que si no se seguía ese no accionar las consecuencias del mismo podrían ser trágicas e inmediatas, pues comparaba el no hacer con un saldo a pagar, así como si dejas de pagar una deuda el efecto inmediato serían los intereses, de igual forma el dejar de eliminar esa deuda existencial traería a la persona un incremento en su misión vital. Esta vez no le dio tiempo para su reflexión final; al abandonar el instituto académico recordó que desde hace un tiempo considerable había sentido la necesidad de ayudar a las personas, primero se había inscrito a una organización católica juvenil en la cual organizaba obras de caridad, conforme paso el tiempo esa ideología lo llevo a ser maestro; pues se basaba en un antiguo proverbio chino “Si ves a un hambriento no le des de comer, enséñale a pescar” para aclarar que no había mejor ayuda que la enseñanza, quizás el ayudar a los demás era su deuda vital. Al llegar a su casa Elena le tenía preparada una velada romántica, su habitación estaba iluminada con candelabros, decorada con distintos artículos rojos y había una botella de champagne acompañada de un plato con fresas y crema chantilly; esa noche Adolfo se dejo llevar por sus instintos, develó al ser apasionado y pasional que generalmente escondía y no hubo lugar en sus pensamientos para los asuntos filosóficos.

    Julia despertó agitada, su tímpano escuchó un radiante no; no supo si la había despertado el grito o si gritó en cuanto se despertó; tampoco conocía la causa del mismo, seguramente había tenido una pesadilla pero por intuición no le dio mucha importancia a eso. No le quedaban mas monedas sin embargo el hambre sobraba, debía haber perdido unos tres kilogramos desde que partió de su casa; anhelaba una ducha de agua caliente, casi podía sentir el efecto que el vapor causaba en sus fosas nasales; tuvo la impresión que le sobraban cosas por extrañar, estas no le pertenecían, nunca lo hicieron; sería mejor que las olvidara de una vez por todas. Empezó a pensar si le convenía o no seguir el procedimiento que Juan le había enseñado para ganarse la vida, opto por salir del metro y buscar la forma de proveerse de alimento. En esta ocasión no fue a un lugar en específico pues el no conocer bien la ciudad no le favorecía, de pronto estaba en una calle angosta que seguramente pertenecía a una zona de bajos recursos a juzgar por el estado de las casas, tuvo la sensación de que la seguían así que apresuro el paso sin voltear hacia atrás, no quería averiguar quien la seguía, “el mundo esta lleno de gente mala”, pensó; justo cuando hizo esto escuchó un ladrido y descubrió que se trataba de un perro híbrido y desnutrido, lo burló simulando que aventaba una piedra en su contra, el animal al sentirse en peligro embistió de nuevo en su contra; Julia cerro los ojos y soltó patadas al aire, una de estas encontró a la mandíbula del canino quien emitió un chillido y se retiro a paso lento; el corazón le latía presuroso e intensamente, su rostro estaba inmóvil a consecuencia del pánico, unos jóvenes que la observaron se mofaron de ella, pero no bajaría la cabeza esta vez por el contrario les lanzó una mirada retadora, ni siquiera los inmuto; envuelta por su impotencia y el miedo corrió velozmente hasta que sus pulmones dieron de sí, ya no sentía necesidad de comer, tan solo quería calma; a dos cuadras de ahí visualizo un parque, fue hacia el y se sentó en una banca lloró e hizo berrinches. Desahogo toda la furia y tristeza que se hallaban en lo más recóndito de su ser, sentía que el mundo se volcaba en su contra, al parecer no le caía nada bien al destino, alzo la mirada al cielo y en susurros que imploraban ser gritos dijo: “Señor, nunca he cuestionado tu existencia, he tratado de actuar según tu palabra; no entiendo porque hay a mi alrededor tanta desdicha; cuestiono tu falta de ayuda. ¿Por qué el mundo tiene que ser tan injusto, y actuar mal más fácil que actuar bien? ¿Por qué quien obra bien no es recompensado? Yo se que no soy quien para juzgarte, pero merezco una explicación. Se que tienes demasiados hijos, pero supongo es porque puedes dar atención a cada uno de ellos. Se que marcaste el camino a seguir, pero en el se corren tantos riesgos y todo porque las señales del mismo son confusas. Creo que Tú debes saber algo. ¡Ya no quiero saber más de ti!” Julia tomo su crucifijo que engalanaba a una cadena de oro, lo apretó con toda su fuerza y estando apunto de aventarlo se dio cuenta del valor monetario del mismo, vendiéndolo comería bien por unos cuantos días más, volvió a alzar la cabeza y esta vez de manera fuerte y clara un “gracias” salio de su boca. Enseguida busco a posibles clientes, para su fortuna el parque se encontraba lleno de gente, hizo ofertas para vender la cadena y el crucifijo pero la demanda era escasa, agotada se dió por vencida y se sentó en el suelo bocabajo, unas finas zapatillas se acercaron a ella, al ver de quien se trataba un brillo la deslumbro, era una mujer excedida de peso con una cruz de oro gigantesca que le abarcaba desde su garganta hasta el final de su pecho.
    - Escuche que querrías vender tu crucifijo.
    - Así es, ¿Esta dispuesta a comprarlo?
    - ¿Que no te das cuenta? Eso sería traicionar a Jesús, tal como lo hizo Judas.
    - Estoy muerta de hambre y uno tiene que ver como comer. Él no ha hecho nada por mí. ¡Ya no lo necesito más!
    - Mira toma este billete, para que veas que Dios aprieta pero no ahorca. Pero a cambio debes entregar este paquete al caballero de azul que esta en la otra esquina.

    Julia le dio la espalda a la mujer y corrió alejándose del parque, estaba segura que la mujer quería que entregara droga a ese señor, o al menos algo ilícito; creía conocer a ese tipo de gente, disimulaban ser muy religiosos cuando en realidad eran corruptos y no obedecían a las sagradas escrituras; sabía que hasta los sacerdotes eran corruptos, recibían dinero sucio tal como si el perdón a los pecados tuviera precio. Vino a su cabeza la idea de que la región era un muy buen negocio, en la escuela le habían enseñado que el cura Hidalgo utilizo el estandarte de la Virgen de Guadalupe como un símbolo de unión y debido a su gran popularidad para dar inicio al movimiento de independencia; la gente estaba dispuesta a hacer lo que fuese por su Dios, y la iglesia sacaba provecho de esto, por eso los padres en su mayoría eran obesos, aún cuando la gula es pecado se podían dar el lujo de atascarse de alimentos. El estomago de Julia empezaba a reclamar alimento, dentro de poco oscurecería y las posibilidades de obtener este estaban en su contra, sin lugar a duda este no había sido un buen día para ella, sería mejor descansar con la esperanza de que el destino deparase algo bueno mañana.

    Todavía no había amanecido cuando Adolfo se levanto de su cama y se dirigió a un sofá, desconcertado, impresionado por el sueño que de cierta forma lo impactó, del cual ya solo recordaba fragmentos; en el se veía así mismo agitado corriendo mientras todo su alrededor giraba, entonces él se mareaba y caía al suelo, frustrado; de ahí en adelante no sabía que es lo que sucedía en ese sueño. Una vez que se dio cuenta que el insomnio no le permitiría descansar lo debido optó por meterse a dar un baño en la regadera a esas altas horas de la madrugada, un nuevo día estaba por llegar.
    La noche anterior Julia soñó algo que le pareció de lo más extraño, hacía mucho que no tenía un sueño tan lucido, en este ella iba subiendo una colina, mientras lo hacía había mucha gente riéndose de ella, se mofaban de manera tan grotesca que ella mejor bajaba la cabeza para evitar verlos, cuando había escalado la colina se encaminaba hacia un precipicio del cual se tiraba y nunca dejaba de caer; era esto último lo que llamaba la atención de Julia, de manera vacilante pensó que la caída había sido divertida por lo real que le pareció haberla experimentado durante el sueño; aunque en realidad esto la había despertado del susto.
    Adolfo arribó a la universidad un poco tarde, el baño lo adormeció cuando el creyó le quitaría el dolor de cabeza causado por el insomnio, durante sus clases se concreto a leer textos y luego elaborar diagramas sobre los mismos en una pizarra; ese día no fue ese maestro que daba siempre el extra para que sus alumnos aprendieran algo nuevo, se dedicó estrictamente a seguir con el programa de estudios planteado por la universidad a la cual pertenecía.
    Julia se convenció que el metro le había traído buenos resultados por lo que planeo regresar a el, pero estaba metida en un suburbio urbano que inspiraba miedo, pues la áreas de más bajos recursos en una ciudad también suelen ser las áreas con mayor índice de violencia; el hambre se acentuaba y la desesperación que le provocaba su mismo miedo llevaron a Julia a apretar el botón del timbre de una casa, de esta salió un sujeto alto y robusto con una cara de malencarado y en cuanto abrió pronunció un marcado: “¿Qué quieres?”, de pronto vio Julia a una mujer tirada en el suelo llorando y con un ojo inflamado, “seguramente él le pegó”, pensó, y se hecho a correr.
    Había júbilo y mirada de niño en el rostro de Adolfo, su director le permitió salir antes de lo que esperaba, Elena se llevaría una gran sorpresa, pensó en consentirla, por esa tarde la llevaría a donde ella quisiese, al parecer esta era su oportunidad para despertar el fuego del amor entre él y Elena, pensó en que algún día se jubilaría y también lo harían sus problemas como efecto de ello, él por fin se daría el lujo de vivir de amor; se convertiría el sueño de su esposa en realidad.
    Las piernas de Julia se ponían tensas, sus músculos estaban agotados, sentía que alguien la seguía y el miedo era tal que ni siquiera podía voltear hacia atrás, tenía el presentimiento de que si importar de quien se tratase lo mas seguro es que no hiciera más que lastimarla, maldijo el momento en el que pensó de esa casa vendría la ayuda que tanto llevaba implorando, lo único que salió de ahí fueron más problemas, el porque de estos no los entendía, la gente dominada por su furia no suele ser racional pensó, se percato de que la sombra de atrás ya casi la alcanzaba, cerro sus ojos y hizo un esfuerzo esplendido por aumentar su velocidad.
    El metro dejo a Adolfo a unas cuantas cuadras de su casa, recordó cuando conoció a Elena, pensó que alguien como ella jamás le haría caso, era más joven y hermosa no había sustento lógico para que se fijara en él, pero el amor no se basaba en la lógica y era precisamente esto lo que maravillaba a Adolfo, quien al entrar a su casa presuroso se dirigió a su habitación, tratando de no hacer ruido, hacía tanto que no había tramado algo con respecto a Elena, no lo quería arruinar; el rechinar de la puerta para su sorpresa sobresalto a más de uno en su habitación y ante sus ojos la silueta desnuda de su esposa era poseída por un extraño que le robaba lo que el más valoraba. No lo pensó más de una vez ni siquiera tomo algo, simplemente salió de su casa con el corazón roto, lágrimas en sus mejillas y la desilusión de un muro derrumbado.
    Un calambre en el gemelo izquierdo hizo que Julia cayera al suelo, el azote agitó su cabeza bruscamente, al tiempo en que trato de reincorporarse una mano grande impacto contra su boca imposibilitándola a gritar, era lo que más quería en ese momento, el sujeto que la sometía actuaba con una brutalidad que solo un ser sin sentimientos podría acumular; la impotencia, frustración y el dolor eran de nuevo los sentimiento de Julia, no pudo contener el llanto, en su mente apareció un rostro familiar, su tío Edgardo con una sonrisa que se mofaba, lo odiaba más que a nada en este mundo; él tenía la culpa de todo, ella era solo una niña inocente, no debió hacerlo, no debió ultrajar su feminidad inmaculada, ojalá algún día se pudra en el infierno.
    Adolfo caminaba sin rumbo, burlándose de si mismo, nunca debió fiarse en el amor, sabía que en algún momento tenía que acabar, antes y en numerosas ocasiones se había dicho: “Nada dura para siempre”; pero la calidad finita del mismo lo tomó de sorpresa, preso por su propia profecía cuando mas anhelaba evadirla. Maldijo a Elena, se arrepentirá, pensó; e inherente a esto visualizo su perdón, en lo que en vez de parecer una nueva profecía se manifestó mas bien como un esperanza sin sentido; parte de culpabilidad caía en él, después de todo nunca debió descuidar su amor, no siempre las cosas salen como uno las planea. Espantado, por primera vez desde que descubrió el adulterio de su esposa, a lo lejos en una calle cerrada le pareció ver a una adolescente en un estado deplorable; tuvo la sensación que debía hacer algo: “Esa muchacha necesita ayuda” pensó.
    Julia despertó del desmayo que le causo la gravedad de su condición; a lo lejos y cada vez acercándose más aprecio la silueta de un hombre, estaba malherida, el inepto además de abusar de ella la había golpeado, el dolor se hacía notar en distintas partes de su cuerpo, se pregunto si el infeliz no había regresado, esta vez no se dejaría vencer por el miedo, ni por nada; ahora era el odio el que la motivaba; todos iban a pagar lo que le había hecho, se haría justicia, no había lugar en el mundo para inocentes o victimas, hizo lo posible por incorporarse y recogió del suelo una botella de vidrio; “En este mundo nadie te ayuda, todos quieren aprovecharse de ti, ya verán el error que cometieron” pensó.

    Adolfo se encontraba aproximadamente a un metro de la muchacha cuando decidió saludarla y preguntarle si estaba bien; Julia escondía la botella en su espalda, simulando que tenía los brazos cruzados hacia atrás, espero a que ese sujeto estuviera a su alcance para mostrarle la sorpresa que le tenía preparada; en cuanto Adolfo vio una botella de vidrio atentando en su contra reacciono de forma instintiva con un fuerte derechazo que encontró su destino en la mandíbula de la muchacha, pese a esto no pudo eludir el impacto de la botella con su cráneo; Julia se desmorono y su nuca se estrello con la esquina de la acera, el impacto fue brutal.
    Adolfo despertó tras unos minutos de inconciencia y se encontró en frente de una adolescente muerta, era un asesino, había privado a un ser humano de lo más preciado; nunca debió hacer eso, su misión vital jamás sería completada, con la convicción de un fracasado ante el mismo fracaso se dijo “En mi próxima vida ayudare a niñas y adolescentes”; en su vida actual no le quedaba más que saldar su deuda.
     
    #1
  2. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Caramba con la historia, muy fuerte, pobrecillos ambos, y la niña, pobre, salíó de Málaga para entrzar en Malagón. Muy impactante y entretenida, y él, a ver cómo explica que fue sólo a ayyudar y que fue un accidente? en mucho Estados de Usa sería condenado a muerte.
    Que mala suerte tuvierob ambos.. Un beso.
     
    #2
  3. librampiro

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    JAJAJA Juliaaaaaaaaaa, que gusto que seas la primera en comentarme este cuento. SI pobres, les toco un autor que buscaba narrar algo trágico, fatal. BUENO lo que pasa con él es .............................................
    (tu imaginación).
    "La suerte y felicidad de tu vida, depende de la calidad de tus pensamientos." ACLARO: No es mi frase pero ya no recuerdo de quien la leí, pero es buena NO?
     
    #3
  4. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Falta algun acentillo que luego te los pongo. Un beso.
     
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  5. librampiro

    librampiro Poeta fiel al portal

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    Miyu San agradezco tu comentario y tu crítica. Antes que nada gracias por leerme. Tienes mucha razón, en los primeros tres parrafos pongo alguna pista de lo que pasa apriori a la historia, introdusco la misma y más detalladamente a Julia, personaje principal, a partir del cuarto Alfredo le trae un aire nuevo; me da gusto que tu hallas mantenido el interes.
    Espero gente igual que tu lo sigan manteniendo.
    Acerca de los signos de puntuación, también tienes razón, sabes? me encantan las comas, no se porque. JAJAJAJA. Bueno cuando leo no me gusta leer el típico texto frase punto, pero al escribir tambien exagero sin utilizarlo. Lo voy a leer cuando tenga tiempo, porque si es algo largo jejeje, para corregirlo; además ya sabiendo la historia es distinto. :wink:
    Bueno si tienes más detalles te pido porfavor me los digas cuanto antes posible.

    Gracias por tener ganas aún de leerme, solo he escrito tres cuentos, este es el único que tengo a mi alcanze; por lo que no creo leas otro hasta en seis meses. Sabes? este cuento participó en un concurso preuniversitario que se llama Juan Rulfo que organiza la Universidad Anahuac de México, pero no gano ni una mención, menos una beca; por eso deje de escribir cuentos, pero te invito a leer mis poemas de esos tengo aún para publicar y seguiré escribiendo. :wink:

    Saludos amistosos. :eek:
     
    #5
  6. librampiro

    librampiro Poeta fiel al portal

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    JULIA, eres un amor, te lo agradecería mucho.
    Besos.
     
    #6
  7. librampiro

    librampiro Poeta fiel al portal

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    Gracias una vez más Miyu San
     
    #7

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