1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Enkeli's Kingdom (en redacción)

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por xperhonenx, 21 de Mayo de 2013. Respuestas: 1 | Visitas: 788

  1. xperhonenx

    xperhonenx Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    20 de Mayo de 2013
    Mensajes:
    10
    Me gusta recibidos:
    0
    Decidí terminar esta historia hace poco. Los personajes son basados en personas de mi alrededor y adornados con toques de mi imaginación. Esta historia es completamente mia y suelo escribirla cuando la música me inspira.
    Espero que sea de su agrado a quién se anime a leerla.
    Muchas gracias.


    Enkeli's Kingdom




    Prólogo


    ["Hace mucho tiempo caminaba por el sendero de la vida y encontré un letrero que decía: “La Tienda del Cielo”. Me acerque y la puerta se abrió lentamente. Cuando me di cuenta; yo, ya estaba dentro.
    Vi muchos ángeles parados en todas partes. Uno de ellos me entrego una canasta, y me dijo: -Ten, compra con cuidado. Todo lo que necesitas para vivir se encuentra en esta tienda.-
    Primero compre Paciencia, el Amor estaba en la misma fila. Más abajo había Comprensión que se necesita por donde yo vaya. Compre dos cajas de Sabiduría y dos bolsas de Fe. Me encanto el paquete de Perdón. Y dos de Humildad.

    Me detuve a comprar Fuerza y Coraje para ayudarme en esta carrera que es la vida. Ya tenía casi lista la canasta cuando recordé que necesitaba Gracia. Camine hacia el cajero para pagar la cuenta, pues creo que tenía todo lo que necesitaría. Pero cuando iba a llegar a la caja, vi Oración y la puse en mi canasta repleta porque sabía que cuando saliera, la iba a usar. La Paz y Felicidad estaban en los estantes pequeños, al lado de la caja y aproveche para tomar un poco.

    La Alegría colgaba del techo y arranque una para mí. Estaba por entregar mi canasta y pagar el precio por todo cuando vi a mi lado derecho que había Salvación, y yo no podía olvidar tomar un poco de eso. Así que extendí mi mano y tome bastante para salvarme y salvarte a ti.

    Tenía todo cuando necesitaba, entonces le pregunte al ángel: “¿Cuánto le debo?”
    El sonrió y me contestó: -Lleva tu canasta a donde vayas.-
    -Sí. Pero ¿Cuánto le debo?- le repliqué nuevamente.
    El Ángel otra vez me sonrió y me dijo: -No te preocupes. Dios pago la deuda hace mucho tiempo.-"
    ]


    ---Autor, ánonimo. (http://iiglesias.tripod.com/tienda.htm)




    El Arcángel San Miguel derroto a Lucifer con su lanza, sentenciándolo a vivir en las tinieblas por haber cometido una afrenta contra Dios. Los otros seis Arcángeles quedaron al cuidado del cielo y la tierra. Su único deber era mantener el balance entre la luz y la oscuridad, para ello, Lucifer jamás debería escapar de las tinieblas, ni él ni mucho menos los cientos de aliados que creo con su propia sangre. Pero el deber más importante de los seis Arcángeles era proteger a aquella raza creada por la mano divina de Dios; la humanidad.

    -¿Qué crees que estás haciendo?- la sorpresa se veía reflejada en su hermoso rostro. La mujer acaricio su propio mentón, suavemente. La comisura de sus finos labios color rosa pálido se curvaron en una sonrisa. Había luz en sus ojos. –Te hice una pregunta Asier. ¿Por qué no me respondes? – insisto, acercándose.

    –¿No es acaso obvio lo que hago?– replico con seriedad. Un tono agridulce y cortante. No mostraba ni temor, ni mucho menos respeto alguno. La mujer exhalo suavemente. La sonrisa en su angelical rostro había desaparecido. Cruzo sus brazos manteniendo una postura serena. Sus bellos ojos examinaron el rostro de quien tenía en frente. Intentaba descifrar su estado de ánimo. Una sonrisa burlona apareció en su rostro. En respuesta a ella misma, como si fuera posible que los ángeles tuvieran estados de ánimos como los humanos.

    -No. La verdad es que eres muy difícil de leer.- confeso inmutable. Estaba acostumbrada al temperamento inestable de Asier. Ella lo conocía mejor que ningún otro ángel. Alzo la mirada hacia el horizonte. Aquel prado era verdaderamente hermoso. El naranja y tenue amarillo en el cielo era precioso. Podía quedarse contemplando ese paisaje por la eternidad, y que curioso era. La eternidad para ella parecía haber perdido significado. Su añoranza se vio interrumpida cuando sintió los pasos de Asier alejarse. – ¡Asier detente!–

    –¡Déjame en paz, Zaid! ¡No necesito de tu pena ni de tu compañía! –la mirada fría de Asier dolía en lo más hondo. Zaid era su hermana. Lo amaba muchísimo, lo amaba como solo podían amar los ángeles, por siempre. –Conserva tus palabras de aliento y dejarme en paz. Es todo lo que quiero de ti y de los demás. No mandes a nadie más en mi búsqueda. Nunca más. –

    El pecho de Zaid se hundió, era como si el mismísimo Arcángel San Miguel estuviera atravesándola con una daga, profundamente. Cortando tejidos, venas, arterias. Destrozando todo, podía incluso sentir la presión dejándola sin aire. Aquel dolor punzante que te obliga a cerrar los ojos. Su garganta noto un vacio tan agobiante que te impedía moverte. Los ojos le escocían, pero no podía ser posible. Los ángeles no lloran. Los ángeles son empáticos. Su único sentimiento es para con Dios. Pero en esos momentos, aquellas palabras de Asier habían calado en lo más profundo de su ser. – ¿Estas…? Tú estás… ¡NO! –
     
    #1
    Última modificación: 23 de Mayo de 2013
    A Maramin y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. xperhonenx

    xperhonenx Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    20 de Mayo de 2013
    Mensajes:
    10
    Me gusta recibidos:
    0
    Capítulo I: Amatista


    – ¡DESPIERTATE! – la joven amiga tiró su almohada al otro extremo de la habitación, esperando darle en el blanco. Tenía el ceño fruncido y la molestia se le notaba a flor de piel. Detestaba cuando su compañera de cuarto tenía una pesadilla. – ¡Ugh. Es una pesadilla! – aclaró al ver a su amiga revolviéndose bajo las sabanas, saliendo de ese estado adormilado en el que se encontraba. – “Huy, no me mires así, solo te desperté. Dame las gracias. –

    –Lo siento…– aún confundida por el sueño que tuvo, la joven de cabello castaño se sentó con sus piernas cruzadas, jugaba con su cabello al mismo tiempo que buscaba una explicación. –Siempre es lo mismo. ¡Juro que soy un fenómeno! – gruñó con frustración. Sabía que ahora le tomaría un par de horas volver a conciliar el sueño. –Sí y bueno, yo no te lo quiero refregar en la cara porque eres mi amiga pero… La verdad que eres una freaky, Imare. – rió por lo bajo. –Es broma, venga no me mires así.
    Sabes que solo bromeo. Estoy acostumbrada a ser tu ángel guardián y velar tus dulces sueños. – Imare no pudo evitar reír con sarcasmo. Aunque sabía que su amiga estaba en lo cierto. Hace poco más de un año que ella sigue teniendo ese tipo de pesadillas inusuales. Soñaba casi siempre con lo mismo; ángeles y demonios.

    La mente de Imare divagaba en una mezcla de imágenes. Un gran árbol de majestuoso tamaño, hojas muy verdes por los cuales se filtraban los rayos del sol. La brisa se sentía tan real y fresca que ella cerró sus ojos, perdida en su alucinación no escucho cuando su nombre fue mencionado. –Hey, es para ti la pregunta. – sintió el codazo en el brazo izquierdo. Imare sacudió su cabeza e intentaba recordar que se le había preguntado. –No lo sé. – le respondió al profesor de Filosofía.

    Mr. Barrionuevo
    solo asintió, miró su reloj y suspiró. Solo faltaban cinco minutos para que terminara la última clase del día. Quizás por eso, los quince alumnos presentes aquel día estaban completamente distraídos.

    –Bueno, tendrá que estudiar para la próxima. La clase ha terminado. – anunció. Imare sintió como sus mejillas se volvían de color rosa. No era típico en ella fallar una pregunta. Era una estudiante muy dedicada. Siempre fue su sueño ser una Psicóloga. Es por ello que ponía el triple de esfuerzo en cada curso, además era becada. No podía darse el lujo de reprobar ninguna asignatura hasta conseguir graduarse. –Lo siento…– se disculpó por lo bajo, siendo consciente que el profesor no la escucharía pues los demás estudiantes ya empezaban a cuchichear que harían el fin de semana. Otros llamaban por celulares y así, la mayoría abandono el salón. Imare se quedó sentada ahí, esperando a que el profesor se retirara para poder hacerlo ella también.

    – ¿Qué te pasa hoy? Estas más rara de lo usual…– Imare levantó la vista hacia su amiga. Hizo un mohín y luego asintió lentamente. –Lo sé, Luaren. Creo que solo necesito un poco de vino y algunas fresas. – sonrió. Luaren giro sus ojos y tomo su mochila, montándola sobre su hombro derecho. –Bueno, venga entonces levántate y vamos a por ello. – la animó. Imare la siguió y juntas caminaron por medio de los pasillos, charlando hasta que salieron del Instituto de Psicología de la Pontificia Università Gregoriana.

    –Solo míralos, Supremo Guardián. Son tan… predecibles. Resulta agotador tener que vigilar sus pasos durante toda mi eternidad. – aquella calmada voz centró su atención hacia el horizonte. Tratando de distraerse un poco de su “trabajo.” Suspiró tan sutilmente que se confundió con la brisa de alrededor. –Es nuestro trabajo. Fuimos creados para esto. No está bueno que te quejes tanto, Gaap. – reprendió una voz muy femenina, casi podía confundirse con el cantar de un ruiseñor.

    – ¿Estás acaso rechazando el juramento ante Dios, nuestro creador y todopoderoso? – preguntó clavando la mirada en su acompañante. –No, jamás rompería mi juramento. Sé muy bien cuál es el precio a pagar, Supremo Guardián. Jure proteger a la humanidad durante toda mi eternidad. Hasta que Dios me quite el aliento. –

    Zaid
    sonrió con ternura. Gaap, era un ángel guardián al igual que ella. Con la única diferencia mínima de siglos y siglos de antigüedad. Zaid, fue nombrada Supremo Guardián. Ella debía velar porque cada ángel obedeciera el sagrado juramento ante Dios. El primer recuerdo en la mente de Zaid es un poco borroso. Una mujer sosteniéndola en sus brazos, meciéndola y canturreándole una canción de cuna. Recordaba el olor de aquella mujer y lo confortable que era estar en sus brazos. Pero no podía recordar su rostro, ni mucho menos su voz. Solo esa imagen borrosa y esa sensación de felicidad y protección que sentía. Quizás por eso, ella era la indicaba para vigilar a los ángeles y guiarlos.

    –Creo que deberías preocuparte más por Asier, Supremo Guardián. ¿Se ha acostumbrado ya a la rutina? Entiendo que por ser tu hermano de sangre tengas más paciencia pero considero que ya debería tomar responsabilidades y por ende, tomar el juramento. Si necesita ayuda, estoy disponible. – los labios de Gaap se curvaron en una sonrisa autosuficiente. Para ser un ángel, podía ser un poco presuntuoso. –Yo me encargaré de él, esa es mi labor. – Zaid sentenció. Gaap se encogió de hombros, levantando sus manos dándole por terminado el asunto. –Está bien, como gustes Supremo Guardián. – Zaid no dijo más, optó por retirarse y dejar a Gaap solo con su deber de vigilar parte del sector del viejo continente. A veces podía resultar incomodo hablar con él.

    Desde que lo conoció y entrenó para ser un ángel guardián, noto el temperamento de Gaap. Acataba las órdenes pero era algo confuso en sus acciones, pues denotaban todo lo contrario. O quizás era parte de su esencia el ser un poco brusco.
    Zaid caminaba a paso ligero hacia las grandes puertas doradas que resguardaban el santuario. A decir verdad, la mayoría de las puertas eran del mismo color. Excepto por dos, una blanca y majestuosamente grande con detalles labrados a los lados, los cuales parecían las alas de los ángeles. En el tope y justo al centro de la gran puerta blanca se encontraba la figura de un pequeño ángel. Zaid pensó la primera vez que vio aquella escultura que debió haber sido grande en su lugar. Puesto que San Miguel, fue el Gran Arcángel que derroto a Lucifer y volvió el equilibrio entre la luz y la oscuridad. Esa pequeña escultura no le hacía pago alguno, volvió a pensar cuando atravesó las puertas del Reino de los Cielos para prestar juramento.

    – ¿Qué hay detrás de esa puerta gris al final del corredor central, oh Arcángel Jophiel, el iluminado? – preguntó, inclinando su cabeza levemente hacia la derecha. La mirada fija al final del largo corredor central. –Nunca, óyeme bien Zaid. Nunca deberás abrir aquella puerta gris, pues haz de condenarnos a todos a la más terrible e infinita oscuridad que los ojos de ningún otro ser haya jamás imaginado. – respondió el Arcángel Jophiel con voz calmada. Zaid entrecerró sus ojos, asintiendo rápidamente. Las palabras del Arcángel ahuyentaron cualquier rastro de curiosidad en su mente. – ¿Estás lista, querida mía? Te espera una larga vida de servitud para con nuestro Dios, todopoderoso. Respóndeme, ¿Estás lista? –

    Todo por cuanto ella había luchado. Días y noches de preparación física y mental. Diferentes entrenamientos para saber afrontar a la oscuridad. Todo se resumía a este momento, el momento en el cual Zaid prestaría juramento ante la urna del Gran Arcángel San Miguel. Juraría con la mano derecha sobre la urna, y la palma sangrando.
    Protegería a la humanidad de todo mal y guiaría a los futuros ángeles guardianes en la jornada hacia su gloria. En ella recaía tal responsabilidad que sintió por un momento sus piernas flaquear. Pero la duda no alcanzó su mente ni mucho menos sus creencias. Zaid asintió fervientemente. -“Naci lista, oh Arcángel Jophiel, el iluminado”-

    –I’m an angel with a shotgun. Fighting until war’s won. I don’t care if heaven won’t take me back… ¿A quién escribes? – Imare dejo de cantar su canción favorita del momento: Angel with a shotgun- The Cab. Al darse cuenta que Luaren no dejaba el celular por nada del mundo. -¡Yo sé quién es! ¡No necesitas decírmelo, eres una pilla! – rió mientras arrojaba una almohada al otro extremo de la habitación. La almohada cayó al piso, ni siquiera toco los pies de Luaren que colgaban de la cama en la cual se encontraba sentada, recostando la espalda en la pared. –Oh vaya. Soy pésima hasta para arrojar una almohada. – Imare resopló y miró fijamente a la almohada. –Quizás deberías aprender de la maestra. –

    Le tomó desprevenida nuevamente, la almohada del suelo impacto en el rostro de Imare. Ella solo podía escuchar las risas de su amiga. –Eso fue muy rápido. Eres una tramposa. –La regañó tirando la almohada a un lado. De hoy en día buscaría otra cosa para arrojarle a Luaren y así llamar su atención. Una bazooka sería muy útil o quizás; pensó Imare, debería solo llamarla por su nombre.

    –Venga, si quieres lo repito en cámara lenta. Da igual. – Luaren seguía riéndose. Cosa que provocaba cierta ira en Imare. En verdad no estaba enojada, era solo una almohada de las tantas que Luaren solía arrojarle. Era más el sentimiento de que Luaren podía ser buena en tantas cosas a la vez lo que la ponía un poco frustrada algunas veces.

    –Solo es broma. Tampoco te deprimas…–Lauren dejo el comentario en el aire. Imare había adoptado aquella mascara en su rostro otra vez. Siempre hacia eso. Era muy típico de ella ocultar sus sentimientos hasta no poder más. Hasta que terminaban agobiándola y consumiendo su salud de a pocos. –Era Theo. Me invito al cine pero le dije que no iría sin ti. Y bueno, él pensó que estaba bromeando pero no es así. Tú sabes que prefiero ir contigo que con él o cualquier otro muchacho de por ahí. – respondió dejando a un lado su celular. Se puso de pie y camino hacia la cama de Imare.

    Se sentó a su lado y dio una hojeada al libro que ella sostenía en sus manos. – ¿Para siempre? –preguntó con sarcasmo. Nunca entendía por qué siempre Imare escogía los libros por el título que estos llevaban. Y por lo general siempre acertaba y terminaba diciendo que le encantó el libro. – ¿De qué trata? – mostró una sonrisa gentil. Quería que Imare dejara su disfraz atrás y hablara con ella. Últimamente, resultaba muy difícil obtener una respuesta sincera cuando le preguntaban cómo se encontraba de ánimos.

    Inspirando profundamente y dejando que el aire saliera aprisa de sus pulmones, Imare se acomodó un poco. –Bueno, en resumen es una historia de amor. De un amor que durará por siempre. La esposa del protagonista, Nora murió de un aneurisma. Tuvo un accidente automovilístico y junto con ella murió su pequeño hijo y el bebe que esperaba. – relató, decidió seguir cuando noto que Lauren estaba tomando verdadera atención. –Entonces el esposo, Matteo se refugió en los bosques en busca de respuestas. Quería saber por qué Nora lo dejo, si eran muy felices y habían jurado amarse para siempre. –

    –Espera, espera. ¿Acaso él no sabía que ella tenía una aneurisma y por eso murió? – Lauren resopló cansada. La historia la parecía ridícula pero fingió interés. –No, eso lo supo al final del libro. Todos pensaban que ella se suicidio con sus hijos porque estaba deprimida. Pero no fue así, y Matteo lo supo al final. – Imare sonrió con nostalgia. Era una historia muy triste, pensó.

    –Ah bueno, y entonces ¿Cómo acaba la historia? – inquirió Lauren mientras jugaba con su cabello. Imare giro sus ojos y respondió de mala gana. – ¿Y para qué quieres saber si ni te interesa? – la fulminó con su mirada. No le gustaba que Lauren fingiera interés. –Lo siento, solo quise tener algo de que conversar. Estas muy callada. ¿Qué sucede? ¿Es por la pesadilla de anoche? – quizás eso era, pensó Lauren. Tenía que ser eso. Ambas compartían muchas horas del día juntas, estudiando, comiendo, conversando, durmiendo, de paseo. En fin, hacían muchas cosas juntas. A pesar de no ser hermanas de sangre, las dos se llamaban hermana la una a la otra. Había respeto, admiración y mucho aprecio entre las dos. –No. Ya se me pasará. Me conoces. – se encogió de hombros.

    Quizás solo era uno de esos días en los cuales la tristeza nos invade sin previo aviso. Imare conocía muy bien ese sentimiento de vacío. Mirar a su alrededor, darse cuenta que todo cuanto quiere lo tiene a la mano. Solo basta con cogerlo, con dar ese paso al frente y tomar lo que ella desee. Pero ahí estaba ese sentimiento, calándole los huesos. Doblegando su alma y borrando la sonrisa la de su rostro. Ella siempre decía: Sonreír no cuesta nada. Sin embargo, cuando la tristeza y la melancolía la abrumaban ni siquiera podía fingir una sonrisa para disimular su estado anímico. –Sin importar cómo te sientas hoy, levántate, vístete y lúcete. – Lauren le dio un cálido y rápido abrazo a su amiga.

    –Paulo Coelho. – Imare reconoció la frase. Su amiga asintió y se puso de pie. Arreglo un poco su blusa y extendió su mano. –Así es. Ahora vamos a comer un helado y caminar un rato. ¿Te parece? Yo quiero uno de chispas de chocolate y de seguro tú pedirás uno de limón o de uvas. La verdad es que no sé cómo te puede gustar el helado de uvas. – hizo una mueca de asco. No cabía duda que Lauren la conocía muy bien. Caminar era una de las tantas cosas simples en la vida que le gustaban hacer a Imare. En especial, tomar caminatas en la playa. El atardecer en las afueras de la imponente ciudad de Roma. –Vamos, apúrate. No te quedes mirándome. Coge tu abrigo y salgamos de una vez. – la sonrisa en su rostro era genuina. Imare asintió y se dio prisa. Salieron del pequeño departamento que compartían camino a la heladería Giolitti, ubicada en Via degli Uffici del Vicario 40, 00186, Roma.

    –Ya sé que estás ahí escondida. – Anunció con tono burlón. –No es justo. ¿Acaso no puedo engañarte? – la pequeña de rizos cobrizos salió de su escondite detrás de una de las siete columnas que adornaban el Gran Salón de los Arcángeles. Camina dando pequeños saltitos. –Bonito vestido, eh. – la burla aún era notoria en su voz. La pequeña frunció el ceño. –Siempre llevo este vestido. –contestó seria. –Y tú siempre vistes así. – señaló con sus bracitos. –Me gusta mi vestido. Es simple y blanco y también bonito. – la voz cantarina de la pequeña hizo sonreír a quien se encontraba a pocos pasos en frente de ella. – ¿Qué quieres ahora, Ariel? Pareciera que no puedo estar solo en ningún rincón de este mundo. – Ariel soltó un bufido. Cruzo sus pequeños brazos y tomo una pose seria y desafiante. – ¡Lo prometiste! Prometiste que me dirías cuál es tu poder. – reprochó acercándose. –Tú lo prometiste Asier. Cumple tu promesa y no me hagas enojar. – dijo ubicándose frente a él. Su angelical rostro se mostraba serio. Al Gran Guardián Ariel no le gustaba que la engañaran ni mucho menos le hicieran falsas promesas.

    –Ariel, no tomes una actitud desafiante frente a mí. No queras que llame a Zaid. – Asier se puso de pie y también cruzo sus brazos. Esa pequeña era en verdad obstinada. Tenía demasiada testarudez en la mente para ser un ángel guardián.
    Asier no entendía como alguien como ella, ciertamente engreída, podría ser uno de los siete ángeles guardianes de los niños, la más poderosa de todos. Nombrada por el mismísimo y mayor protector, el Arcángel San Miguel.

    –Tú lo prometiste. – un sutil gruñido escapo sus finos labios, Asier levantó sus manos en son de paz. –Ariel, querida Ariel. Por favor, vuelve a tus labores. –Zaid entrababa al Gran Salón de los Arcángeles a paso lento. El aura que la rodeaba se podía percibir a metros de distancia. Ella con su sola presencia iluminaba más el salón. Sus largos cabellos color rubio, casi blanco serpenteaban en el aire. Tenía una manera muy grácil de moverse. El rostro de Zaid era de infinita belleza. Piel blanca como la nieve, más pálida que la de todos los demás Ángeles y Arcángeles. Extendió su mano y sus finos y delicados dedos sostuvieron la mano extendida de Ariel. –Yo solo quería saber, Supremo Guardián. – Asier resopló con incomodidad. – ¿Acaso en verdad soy el único que te llama por tu verdadero nombre? – Ariel lo fulminó con la mirada. Estaba siendo muy irrespetuoso con el Supremo Guardián. Todos los ángeles guardianes la llamaban, Supremo Guardián. Todos menos él. Y ni siquiera a ella la llamaba como debía. Solo Zaid la llamaba por su nombre de pila, los demás la llamaban Gran Arcángel Ariel.

    –Ve Ariel, ve a cuidar a esos hermosos niños que Dios creó con su infinito amor. Ve a protegerlos de la maldad. Envuelve sus cuerpecitos con tu aura y protégelos de todo mal. – Zaid acarició la mejilla de la pequeña arcángel. Ella asintió sonriendo complaciente. Era muy difícil no sentirse en paz cuando el Supremo Guardián estaba frente tuyo. –Como usted me ordene, oh Supremo Guardián. – Ariel sonrió con infinita ternura. Sus finos y pequeños dientes blancos brillaban al sonreír. Su pequeño rostro se iluminaba con gracia, era sin duda alguna un arcángel muy bello. –Pero no me olvido de ti. – divisó a Asier, parado detrás de Zaid y lo miro con seriedad. Hizo una reverencia y se retiro del Gran Salón de los Arcángeles a paso ligero.

    –Pienso que Ariel se irrita con mucha facilidad. ¿No lo crees así? – Asier encogió sus hombros. –Y yo pienso que deberías tenerle respeto. Es tu superior. Su nombre es Gran Guardián Ariel. – lo reprendió como si fuera un niño pequeño. –Asier…– Zaid se acercó más a él. Suspiró cansada pues le resultaba confuso entenderlo. No podía interpretar sus acciones. Asier era probablemente el único nuovo angelo que no tomaba consciencia aún de cuál era su labor en este mundo. –Hermano mío, solo eso te pido. Respeto por los mayores. – extendió su mano para tocar el hombro de Asier. – ¿Acaso es mucho pedirte? – cuestionó en un susurro. –Honestidad, Zaid. ¿Acaso es mucho pedirte ser honesta conmigo? – Asier se sentía herido. Hasta hace poco todo para él estaba más claro que el agua.

    Pronto presentaría su juramento y pasaría a formar parte de la fila de los Ángeles Guardianes. Pero todo cambio cuando Zaid recibió esa visita. La sacerdotisa del reino mando su mensajero, pedía una reunión de suma importancia y a solas con el Supremo Guardián. La reunión fue a puertas cerradas y tras lo que pareció una eternidad, las puertas se abrieron y la sacerdotisa abandono el Gran Salón de los Arcángeles. Asier entro en búsqueda de su hermana, consternado por lo sucedido. Preguntó qué era lo que sucedía y no obtuvo la respuesta que buscaba.

    “Supremo Guardián, es él quién podrá restaurar todo de nuevo a como fue. No puedes dejar que erre mal. Es deber tuyo estar siempre a su lado y cerciorarte que se mantenga alejado de la tentación. Supremo Guardián, ese nuvo angelo al que llamas hermano. Jamás podrá llegar a ser un Ángel Guardián, pues sobre sus hombros recae el peso de la traición. Lo he visto en una de mis premoniciones.”


    Como si fuera posible, la melancolía embargo el cuerpo de Zaid al recordar las palabras de la sacerdotisa. –He seguido todos y cada uno de los entrenamientos durante años. Ya lo vi todo, ya lo practique todo. ¿Por qué? – el rostro de Asier denotaba su confusión al hablar. – ¿Por qué aún no puedo tomar el juramento y convertirme en Ángel Guardián? – preguntó acercándose mas, Zaid por inercia retrocedió un paso. – ¡Dímelo! Exijo saberlo. Es mi deber. ¿Qué está pasando? – Zaid cerró los ojos e inspiro profundamente. –No, yo no lo sé. – confesó. La dudaba volvió a embargarla. Pero siendo el Supremo Guardián no podía permitirse dudar de nada, mucho menos de la premonición de la sacerdotisa.

    –Asier, ten calma por favor. Tiempo al tiempo. Solo de algo puedo estar segura y es que tu destino es muy diferente al de nosotros. No hay en el Reino de los Cielos alguien capaz de hacer el trabajo para el cual has sido destinado por nuestro Dios, todopoderoso. – Asier levantó la mano, interrumpiéndola. –Entonces quizás haya espacio para mí en el Inframundo. Quizás mi destino es desertar. ¿Es eso lo que intentas decirme? – guardando la compostura que la situación ameritaba, Zaid respondió. –Tu espíritu es demasiado regalo para el mal. – Asier rio con sorna. Estaba perdiendo la paciencia, solo quería un poco de honestidad.

    Él necesitaba saber la verdad de aquel día. Necesitaba dejar de sentirse que no pertenecía ahí en lo absoluto.
    No tenía sentido que un nuovo angelo pasara tanto tiempo sin brindar su juramento y dedicarse a una vida de eterna servitud para con la humanidad. ¿Qué sentido tiene cuando das lo mejor de ti para lograr una meta y cuando ya estás en la recta final, todo por cuando luchaste es arrancado de tus manos sin explicación alguna? ¿Qué es lo que se hace en esos casos? Una pelea, fue lo primero que pasó por la mente de Asier cuando Zaid se negó a darle una explicación. El jamás dudaría en dar pelea por obtener algo, mucho menos algo que le pertenecía.

    –Veo que esta conversación no nos llevara a ningún lado. Me retiro. – giró sobre sus talones. Quería estar a solas, buscar un rincón en el Reino de los Cielos donde pudiera estar completamente a solas. – ¿Te has preguntado alguna vez por qué te llamo hermano? – Zaid interrumpió su partida. Agacho la mirada y volvió a sentir esa melancolía atravesarla con tanta facilidad. –Si tú y yo no somos hermanos en realidad. ¿Te lo has preguntado alguna vez? – levantó la vista, quería poder leer la expresión en el rostro de él. – ¿Debería? – contraatacó. – Yo solo abrí mis ojos y estaba aquí. Y tú me llamaste hermano. Logre ponerme de pie después de lo que me pareció una eternidad y tú volviste a llamarme hermano. – recordó mientras Zaid asentía. –Había algo en tu rostro cuando te vi, es común que nombre a los nuovo angelos cuando despiertan del sueño. Sin embargo, a ti te llame hermano. – la sonrisa en su rostro se desvaneció al notar que él no sonreía. –Dijeron los que estaban contigo que yo era tu hermano de sangre. Pero nunca has querido decirme por qué. – y nuevamente parecía que la ira albergaba el cuerpo de Asier. Lo único que siempre recordaba después de los duros entrenamientos eran las preguntas no contestadas.

    Tenía varias preguntas y nunca nadie le daba una respuesta. Mucho menos Zaid. No entendía por qué eran hermanos de sangre, tampoco entendía por qué no podía tomar el juramento y mucho menos entendía ese cariño que Zaid le tenía. Había notado que con él se relacionaba de otra manera. ¿Amor? No, eso no era posible. Los ángeles no se aman entre sí. Los ángeles aman a Dios, pues él los creo. Pero Zaid lo trataba diferente y le permitía faltamientos de respeto. Había observado con anterioridad ejercer su labor de Supremo Guardián. Dirigirse a otros con autoridad, había notado el respeto que otros le tenían. ¿Y él? ¿Por qué él no podía ser igual o actuar de la misma manera con ella?


    –Lo que sucedió contigo fue algo muy trágico. Tuviste una experiencia que ningún otro tuvo alguna vez. – Asier asintió con molestia. Eso lo sabía. –Tuve que ayudarte más que a los demás. Es por eso que eres mi hermano de sangre. – el cariño empleado en aquella última frase, hacía sentirlo incomodo. –Bien. Creo que es mejor que me retire. De seguro tienes asuntos que atender. – era cierto, Zaid siempre tenía un asunto que atender. Pero para él, siempre tendría tiempo. –Nos vemos. – dijo alejándose. Ella se quedo ahí, observándolo. Inspiró hondo nuevamente y esperó hasta que la figura de Asier se convirtió en una ilusión.

    “Aquel que no está destinado a obrar bien, está destinado a obra mal. Para toda elección hay un premio y un precio.”
    Esas fueron las palabras con las cuales la sacerdotisa concluyo su visita aquella vez. Asier, resultaría ser pieza clave en una batalla inminente entre el cielo y el infierno. Zaid lo supo aquel día, cuando la sacerdotisa le contó de su premonición. La cuenta regresiva empezó hace treinta y tres años atrás, un veinte y uno de setiembre. El primer mes del otoño boreal y cercano al equinoccio otoñal, fecha en la cual el día y la noche tienen la misma duración.

    –Parece que tu fan enamorado ya está aquí. – señaló con el dedo índice. –Acercándose por detrás de tuyo. – suspiró. Al parecer la caminata tendrá que esperar otro día más, puesto que Theo habían convencido de alguna manera a Luaren que se reuniría con ellas en la heladería. Imare imaginó que la caminata quedaba cancelada para una próxima oportunidad. –No señales. Oye, es de mala educación. – Luaren corrigió el gesto de Imare. Ella giró sus ojos y dejo apuntar. Ambas esperaron a que se sentara junto a ellas.

    Theo era un poco más alto que Lauren. De piel blanca pero no pálida, sus ojos eran marrones pardos. Pero lo que más resaltaba de él, era su cabello. Negro y con pequeños rizos, Imare siempre lo molestaba. Le decía que tenía cabello de mujer. El rostro de Theo era de facciones no tan toscas para ser un hombre. Pero si tenía un tono de voz ronco y varonil. Eso era lo que más le gustaba a Luaren, aunque ella se empecinaba en decir que no sentía interés alguno por el muchacho.

    – ¡Hola chicas! – saludó cordial. Dio un beso a cada una y se sentó en frente de Lauren. Ella miraba la reacción de su amiga. – ¿Qué tal? – pregunto Imare. Theo hizo un ademan con la mano sin mucha importancia y luego acomodo su casaca negra de cuero. Se veía guapo, eso tenía que admitirlo. Probó una cucharada más de su helado de uvas mientras que Theo no le quitaba los ojos a Lauren. – ¿Y siempre vienen aquí? No sabía de este lugar. Bueno había escuchado pero no había tenido la oportunidad de venir. – comentó. La heladería Giolitti era muy famosa en Roma por dos motivos: Sus precios y el excelente sabor de sus helados.

    A Imare y Lauren les gustaba mucho ese lugar. Siempre que iban, sin importar el clima, se sentaban a tomar su helado en una de
    las mesas ubicadas fuera del local. Era más agradable comer mientras veían el tráfico de la ciudad. Adentro era diferente, un ambienta mas intimo. A ninguna de las dos les gustaba ese estilo. Ambas eran personalidades extrovertidas, aunque Lauren podía exagerar algunas veces.

    – ¿Qué se siente? – tanto Imare como Theo miraron confundidos a Luaren. – ¿Qué se siente? – Theo repitió, no había entendido la pregunta. – ¿A qué te refieres? – Luaren rió. –Es tu primera vez en esta heladería, ¿Qué se siente? – Imare acompaño sus risas. Debería estar a acostumbrada a la personalidad tan peculiar de su compañera de piso. Theo rió incomodo y sintiendo que se reían de él. –Creo que debería probar los helados y después dar una conclusión. – por accidente dejo caer la pequeña piedra que tenía en la mano. Siempre la llevaba a todos lados.

    Era una piedra muy bonita, pensó Imare quien reacciono más rápido que ellos y la cogió. La examinaba lentamente girándola
    con sus dedos. – ¿Es una piedra especial o común y corriente? –levantó la vista. Theo sonrió con amabilidad y los rasgos joviales le sentaban muy bien. –Se llama Ojo de tigre. Es una piedra que representa a la tierra y el sol, y de todas es mi favorita. – los labios de Imare se abrieron en asombro. Ella compartía esa pequeña adicción también. Resulto muy curioso. Le entrego la pequeña piedra de toques amarillos y marrón a su dueño y se remango la manga de la casaca, para enseñarle su pulsera.

    –Esa sí que es una piedra preciosa. – Theo admiraba la pequeña piedra brillante de color purpura que colgaba de la muñera de Imare. – ¡Mira tú, ambos son amantes de lo extraño! –Luaren parecía que sobraba en esa velada. Miro a su amiga y le sonrió para disimular sus celos. ¿Celos? Qué extraño se sentía, pero estaba segura que por un segundo una ola de celos la sumergió y redujo a nada, ahí, en aquella silla. –No hay nada de extraño en esta piedra. – Theo interrumpió su comentario para coger la piedra entre sus dedos y sonreírle nuevamente a Imare. –Es la piedra indicada para ti. – dijo reconociendo que aquella pequeña brillante piedra de color purpura, parecía ser la indicada para Imare. Y aunque la conocía poco, algo encajo en esos momentos al observar el rostro de Imare y ver que sus ojos te sumergían hasta el fondo de su alma. –Amatista. – dijo soltando la piedra favorita de aquella joven de ojos color miel.


    CONTINUARÁ...
     
    #2
    Última modificación: 23 de Mayo de 2013

Comparte esta página