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Entre ruinas lúgubres

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por JimmyShibaru, 1 de Abril de 2025. Respuestas: 1 | Visitas: 82

  1. JimmyShibaru

    JimmyShibaru Poeta recién llegado

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    9 de Septiembre de 2024
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    Hombre
    He escrito mi primer libro sin que sean relatos. Aún esta en fase de pulirse y de cambiar cosas e incluso añadir mas texto. Comparto tal y como lo tengo ahora. Es la historia completa pero no el producto final que publicaré. Así que comentarios para mejorarlo son bienvenidos. Gracias.

    1. Capítulo 1: Mi mejor amiga



    Las paredes retumbaban con los riffs de guitarra de la canción preferida de Alex. Su madre no sabía si llamar a un otorrinolaringólogo o algo parecido, ya que era insoportable. Así que ni corta ni perezosa picó a la puerta de su habitación.

    No hubo respuesta, dio unos golpes a puño cerrado todavía con más fuerza. La puerta se abrió, dejando ver a su hijo en un bonito pijama a rayas negras con calaveras dentro de las líneas. Su madre gesticuló dando a entender lo obvio, que la música estaba muy alta.

    Alex apretó el boton de STOP en el reproductor de audio del ordenador. Y cerró la puerta de golpe, no quería saber de nada. Abrió la libreta de los deberes y se sentó en la silla de su escritorio. Empezó a distraerse con sus pensamientos que se acumulaban como zumbidos de avispas.

    Cada pensamiento era un dolor punzante en el pecho, un pinchazo que se manifestaba rápido e intenso. Al teléfono en ese instante le llegó una notificación, era un mensaje de su mejor amiga: “Ven a casa, quiero hablar contigo.”

    Alex se dirigió al final de la calle, donde se hallaba la casa de los padres de Alicia. La mente aún le daba vueltas, hasta el punto de relacionar su malestar con ideas extrañas. ¿Qué me pasa?, ¿Es esto normal? y ¿Serán las hormonas sexuales de mi edad? Preguntas lógicas, respuestas espinosas.

    Al llegar a la casa mandó un mensaje a su amiga Alicia. Al cabo de un minuto unos pasos se acercaron, el rugido de la puerta mientras se abrió daba bastante miedo, aunque peor era por la noche, todo era peor por la noche.

    Los padres estaban sentados en un sofá marrón oscuro, antiguo y algo magullado. Una sensación de asfixia apretaba la garganta de Alex. Alicia miró la cara pálida de su amigo. Los padres vestidos muy formales, sonreían sin bajar los pómulos ni un segundo.

    —¿Qué te pasa? —dijo ella preocupada.

    —No me encuentro muy bien.

    Alex y Alicia salieron a la entrada de la casa. El aire fresco del atardecer pareció darle color. Alex tirando hacia atrás su cabello, miraba al suelo. Alicia no sabia muy bien como reaccionar, su amigo parecía alguien raro. Esos ojos grandes de iris marrón transmitían mal augurio. Al anochecer, no quedaba gente en las calles. Y Alicia en un intento de animar a su querido Alex pronunció:

    —Podemos probar de ir al hospital psiquiátrico abandonado. —comentó con un tono motivador.

    —¿Para qué querría ir allí? —contestó casi ofendido.

    —Nunca quieres ir a este tipo de sitios. —dijo Alicia con cierto aire de resignación. —me tienes harta.

    —Vale, vale. Vamos. —comunicó enseguida cediendo a la propuesta.

    Alicia era una chica a la que le encantaba ese tipo de sitios. Normalmente los visitaba ella sola y no por mucho tiempo, ya que a veces escuchaba algunos ruidos extraños que rozaban lo tenebroso.

    Caminaron algunos kilómetros hasta llegar a una verja bastante oxidada. Las rejas se llenaban de enredaderas y maleza sin control que parecía que no se cansaba de crecer. El suelo de piedra caliza mostraba algunas grietas y hojas secas intentando taparlas. La fachada del hospital era grisácea y con grietas y moho. Las ventanas tapiadas dejando entrar solo un poco de luz.




    Decidieron entrar, aceptar el reto que la vida ponía ante ellos. Los temblores se hicieron evidentes en Alex. Pasaron la entrada semi abierta y Alicia se giró y por un breve instante dibujó una sonrisa. Eso lo calmó aunque no del todo, por supuesto.

    Nunca tuvo gracia el sitio, a pesar de que la incertidumbre y curiosidad de Alicia parecía no consumirse. Esta aceleró el paso. Alex se quedó algo atrás. Una puerta de madera robusta contenía un agujero alargado, en el que con cuidado, pudieron atravesar.

    1. Capítulo 2: El fantasma



    El sitio parecía estar abandonado desde hace mucho tiempo. Un olor a huevo podrido inundaba la entrada principal. A cada paso que daba, las piernas de Alex temblaban como papel. Su amiga intentaba tranquilizarlo sonriendo y tocando con cuidado su hombro. Unos susurros resonaron en cada pared. Cada vez eran mas intensos. Los ojos de Alex observaban cada resquicio del hospital. En ese momento unos gritos lejanos golpearon las orejas de ambos.

    Alicia pasó la mano por la tapa de un viejo cuaderno que se mantenia en una mesa de madera muy rota. La tinta estaba corrida, como si el agua hubiese borrado parte del mensaje, pero aún se podían leer algunas frases sueltas: 'Nunca duermas de espaldas', 'Si escuchas los pasos, no respires'. Alex sintió un escalofrío recorrerle la nuca.

    La mirada en blanco, el cuerpo quieto como el de una momia.

    —¿Qué ha sido eso? —preguntó Alicia con la voz temblorosa.

    —No lo quiero saber, vámonos de aquí. —dijo asustado Alex.

    Alicia, de pronto, se quedó mirando a su amigo, este se puso más nervioso.

    —¿Qué tengo, dime que tengo?

    —Es... joder.... no te lo vas a creer....

    —Un reptil, ¿es un reptil verdad?

    —No soy un reptil —dijo una voz calmada y grave.

    Alex salió corriendo sin mirar atrás.

    —¡¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!!

    —¿Pero a donde vas necio? —se pronuncio en un tono de enfado Alicia. —Espérame al menos.

    Unos cuantos metros mas adelante, las piernas ya no le respondían. Alicia fue tras él. Y el espectro la siguió a ella.

    —Nos persigue, el fantasma nos persigue. —dijo con la voz casi tartamudeando.

    —No voy a haceros nada, soy bueno, aunque un tanto locuelo.

    Alicia se acercó al fantasma.

    —¿Qué haces, no te acerques a él?

    El espectro llevaba una bata de hospital, su cuerpo delgado iluminado por una tenue luz blanca fantasmal.

    —¿Quién eres? o ¿Qué eres? —preguntó guiada por su curiosidad en aumento.

    —Soy Gonzalo, pero no deberías andar por aquí.

    —¿Porque? —dijo con cierta inseguridad.

    —Este hospital esta repleto de gente que antes estaba viva. No todos son buenos.

    Un grito desgarrador retumbó haciendo saltar el polvo de las paredes.

    —Es mejor que os vayáis.

    —Si, mejor nos vamos. —respondió con el miedo recorriéndole el cuerpo Alex.

    —¿Y porque vivís en este hospital abandonado, no os han aceptado en el cielo?

    —Alicia, deja de hacer preguntas y vámonos.

    Las piernas de Alex llevaban un buen rato temblando como dos flanes recién hechos. Los ojos se le humedecían, el labio superior a veces temblaba y su mirada buscaba algo sin saber bien el que. Gonzalo desapareció de repente, como escondiéndose de algo o de alguien.

    1. Capítulo 3: El carnicero



    Unos pasos gigantescos retumbaron por todo el pasillo. Alex se escondió detrás de unas ruinas y Alicia hizo lo mismo. Los pasos cada vez estaban mas cerca y el eco era casi tan enorme como el ser que los provocaba. Alex se encorvaba en el suelo. Un olor a estiércol potente lo inundo todo. Ambos se taparon la nariz de inmediato. Alicia asomó la cabeza levemente.

    Un ser ancho y alto, con ropas llenas de agujeros y unas botas de cuero. Alicia se fijó en los dientes, estaban rotos y nada alineados. El pelo de la cabeza le llegaba hasta el culo. Alicia volvió a agacharse, antes de que esa cosa se diera cuenta.

    Gonzalo apareció al lado de Alex que al verlo volvió a asustarse, pero la boca fue tapada por las frías manos espectrales de Gonzalo. El ser no se movía de allí a lo que Alex cerró los ojos deseando que se fuera y unos susurros aumentaron su presencia en la mente de Alex.

    Decían palabras inteligibles. En consecuencia abrió los ojos de golpe y los susurros desaparecieron. Gonzalo hizo una señal de silencio.

    —¿Quién es ese? —preguntó en voz baja mientras Gonzalo lo miraba.

    —Es el carnicero, esta obsesionado con la carne humana.

    Este empezó a acercarse a las ruinas. Su nariz aspiró buscando olor a carne humana. No pudo encontrar lo que buscaba, después de unos segundos, ladeó la cabeza como un animal desconcertado. No confiaba en su olfato, nunca lo había hecho. El carnicero se alejó, Alex y Alicia respiraron tranquilos, Gonzalo limpio su frente con las manos (si, los fantasmas también sudan) y se dirigió a una sala mas adelante del área principal. Los dos le siguieron.

    El carnicero al darse cuenta de la presencia de los jovenzuelos enseguida dio marcha atrás. Alex y Alicia acelerados e intentando huir por donde Gonzalo los llevaba a toda prisa. Los pasos del carnicero parecían moles cayendo al suelo, las paredes del hospital temblaban como si se fueran a derrumbar.

    Llegan a una habitación, cierran la puerta, manteniendo el silencio y casi sin respirar. El carnicero les perdió la vista y después de mirar hacía todos los lados, acaba saliendo de la zona caminando ya mas tranquilo.




    Unos gruñidos interrumpieron el momento; Alex que aún seguía con la respiración un tanto acelerada, vio como una sombra se acercaba a ellos. Al girarse, un muerto viviente aparecía con los brazos estirados y la bata de hospital como única vestimenta. Gonzalo se alegraba de verlo y lo llamaba por su nombre: Manolo.

    Alex no comprendía los balbuceos del muerto viviente o del vivo que estaba muerto....

    La cosa es que Alex ya no se fiaba de nadie. Paso a paso, fue marcha atrás. Tocó con la espalda la puerta y paró en seco. Alicia lo miraba preocupada, nunca lo había visto tan asustado. Se acercó conjuntamente con Gonzalo. Este se quedó a unos pocos centímetros.

    —Tranquilo, saldrás de esta, como siempre. — le susurró Alicia mientras lo abrazaba.

    —Vale, pero quiero irme de aquí de una vez.

    Manolo bajó los brazos. Intentó decir algo pero de la frase solo se entendió: lo siento.




    Alicia que hasta ahora disimulaba bien sus miedos empezaba a notar como las manos temblaban. Se agarró al brazo de Alex clavándole las uñas, tragaba saliva y miraba brevemente hacía abajo. Manolo se rascó medio cerebro que sobresalía de su cráneo.

    Gonzalo pensó que era necesaria una explicación.

    —Manolo es un experimento que no acabó de salir bien, uno de tantos de este antiguo hospital.

    —Pobre, parece majo e inofensivo. —dijo Alicia, con un tono mas bajo de lo normal.

    —Sí, es amable, pero cuesta entenderle.... —respondió Gonzalo.

    —¿Qué le paso? —preguntó Alex.

    —Era compañero del carnicero cuando estaban vivos. Manolo seguía las ordenes como un esclavo. Hasta que en un brote psicótico, empezó a matar gente y llevarle la carne a sus mascotas. Un forcejeo con los médicos cuando ingresó junto a Manolo lo llevó a la muerte y a Manolo a este estado que ni esta vivo del todo ni tampoco muerto.

    1. Capítulo 4: El muerto viviente



    Manolo señaló la puerta mientras intentaba comunicarse verbalmente, pero sin éxito. Alex se giró hacia la puerta intentando encontrar lo que buscaba. Alicia tembló sutil pero notable. Gonzalo volvió a desaparecer.

    —¡Gonzalo! ¿Dónde estas? —exclamó Alicia al no entender porque va y viene.

    —Nos abandona, como trapos sucios. —dijo Alex perdiendo autoestima por momentos.

    Manolo se rascó una y otra vez el cerebro que le sobresalía.

    Alex se sentó en el mugriento suelo. Alicia actuó del mismo modo sentándose al lado. Le pasó el brazo izquierdo por encima y la sonrisa, aunque algo forzada, calmó a Alex un poco. Manolo se acercó a ellos. Alex se levantó y ayudó a Alicia a levantarse. Unos pasos lejanos volvieron a resonar.

    Manolo nervioso daba vueltas por la habitación tropezando cada dos por tres y balbuceando algo inteligible. Alex se agarró al brazo de Alicia y esta se agarró al de Alex. Las piernas aceleradas de ambos removían el polvo del suelo. A pesar de que era evidente que Alex era el más atacado, Alicia no podía esconder su temor.

    Manolo se agarró al brazo que quedaba libre de Alex.

    —¿Que... que haces? —preguntó extrañado.

    Manolo intentaba comunicarse y lo único que consiguió que se entendiera fue: "Hola...miedo...carnicero..."

    —Tranquilo, nos tienes a nosotros. ¿Verdad Alicia?

    —Claro. Somos amigos. —dijo con una sonrisa amplia.

    Manolo se emocionó y toco la cara de Alex de forma suave.

    —Amigo... —dijo Manolo y esta vez se le entendió bastante.

    Los pasos cada vez eran mas rápidos. Todos cerraron los ojos. Los pasos que retumbaban en las paredes pasaron de largo.

    Alex soltó el aire que estaba conteniendo y respiró con normalidad. Manolo abrió la puerta, con cuidado y delicadeza. Escudriñó la zona. Afuera los rayos iluminaban la noche, los truenos impactaban con la atmosfera. La lluvia caía como misiles al suelo. Alex hizo un amago de salir, Manolo indicó con gestos que no tenían que preocuparse.

    Salieron rápidos, pero Alex abrumado por unos susurros que volvían a manifestarse, paso de largo a los demás. Los susurros decían: “No hay salida, no se puede salir de aquí”

    El carnicero se percató y lo persiguió. Manolo intentaba distraer al carnicero pero no había manera.

    Los latidos de Alex retumbaban como tambores en las sienes. Sus piernas se coordinaban por instinto. Atrás, el carnicero con sus pasos atronadores. Cada vez más cerca. Conforme los metros se acortaban los latidos de Alex eran mas intensos.

    Alex trastabilló, su pie tropezó con una rama en el suelo. Al caer Manolo y Alicia llamaron al carnicero que no les hacía caso. Alex se hizo una bola en el suelo.

    Entonces, una patada de Alicia golpeó la pierna del carnicero. Este se giró rápido y gritó, no de dolor sino de rabia.

    Dejó a Alex por unos instantes y fue tras Alicia y Manolo. Estos corrían desesperados. Cada paso estaba más cerca, cada segundo parecía ser más asfixiante. Alicia pronto se paró en seco. Estaba toda sudada, cansada y con la respiración a mil. Alex se adelantó a el carnicero.

    Con los brazos estirados y con el cuerpo temblando constantemente, miró al carnicero con una cara en blanco y casi cerrando los ojos. El carnicero reía a carcajadas.

    1. Capítulo 5: El sacrificio



    Manolo decidió en un impulso por salvar a sus amigos que era mejor sacrificarse. Atacó de un salto a el carnicero. Forcejearon, lucharon y mientras Alex y Alicia se escondían en una nueva habitación, Manolo hacía todo lo posible por entretener a su ex compañero, el carnicero.

    —¿Qué hacemos, Manolo esta solo contra ese ser? —dijo en un tono de preocupación Alex.

    —No podemos hacer nada, ¿Qué quieres hacer? —contestó Alicia aceptando el final de Manolo con impotencia.

    —No quiero que muera. —dijo Alex con pena en su voz.

    Un crujido resonó por todo el hospital seguido de otros dos menos intensos. Alex no pudo contener las lágrimas, Alicia inmediatamente lo abrazó fuerte. Los pasos de el carnicero se volvieron a alejar. Alex acumulaba pensamientos dramáticos, "¿Porque todo esto?", "¿Que sentido tiene?" y "¿No volveré a ver a mi madre?".

    Las manos temblorosas de ambos se agarraron. Se miraron y con la mirada se dijeron todo lo que tenían que decirse en ese momento. De repente, Gonzalo aparecía.

    —¡Gonzalo! Han matado a Manolo. —dijo Alex quebrando la voz tímida.

    —Lo sé, es una pena, me encariñe con él yo también.

    Alex dio vueltas, una tras otra, intentando averiguar como salir de esas ruinas lúgubres. Los seres que habitaban el hospital eran muy mortíferos y no era fácil salir sin perderse por los pasillos. Era complicado para dos adolescentes como ellos sobrevivir. Gonzalo abrió la puerta, y se dirigió junto a ellos hasta un patio sin techo donde la lluvia caía sin piedad. Unas cuatro columnas en cada esquina sujetaban el aire. En algunas partes estaban quebradas y apunto de caerse.

    Alex observaba con atención el patio. Alicia no se separaba de él. Gonzalo andaba cerca.

    —¿Qué hacemos aquí? Me estoy mojando. —dijo Alex.

    —Ven, vamos a ese escondrijo. —contestó Gonzalo.

    Se dirigieron a una esquina que aún conservaba parte del techo. Los rayos y truenos disminuyeron al cabo de un rato y al cabo de unos minutos la lluvia paró. Alex se sentó dando un buen golpe con el trasero en el suelo.

    —Yo no pienso volver a sentarme, que luego hay que salir corriendo y me cuesta levantarme.

    Gonzalo miraba a Alicia con curiosidad.

    —Es que estas gorda, a ver si hacemos dieta, mujer.

    Gonzalo lo dijo todo con su cara, no podía creer lo que oía y Alicia tampoco.

    —¿Pero a ti que te pasa? —preguntó subiendo el tono de la rabia.

    —Perdona. —Alex miró al suelo, luego se acercó las rodillas a la barbilla sin mirar a Alicia. —Estoy nervioso, quiero irme a casa.

    Alicia suspiro y apoyó su espalda en la pared.



    1. Capítulo 6: Canticos



    Unos pasos rimbombantes, pero no muy profundos llamaron la atención de todos. Un olor a vela aromática de laurel llegó a la nariz de Alex. Extrañado intento identificar de donde venía ese fuerte aroma. Gonzalo intento hablar pero Alex no le dejaba. Unas cadenas envueltas en un enorme eco iban concorde con los pasos.

    Una luz suave se acercaba al fondo del patio, los ojos se le abrieron más de lo normal a Alex, su amiga Alicia buscaba ver quien era ese ser. Un encapuchado con sotana negra y una vela consumiéndose en su mano, se acentuó la figura de ese ser, que salvo las manos, no se apreciaba con claridad quien había debajo de la sotana.

    De pronto un cantico salió con una aguda entonación y Alex se puso la mano en el pecho. Ese cantico le quemaba por dentro sin entender el porqué.

    —Te lo iba a decir. —advirtió Gonzalo.

    —¿Qué te pasa Alex? —dijo preocupada Alicia.

    —Le esta quemando el alma. —dijo Gonzalo. —El alma se encuentra en el corazón y el corazón es el alma de la propia alma.

    —¿Y que podemos hacer? —pregunto con cierta desesperación Alicia.

    Gonzalo se dirigió hacía el hombre de los canticos.

    —Nos tenemos que enfrentar a él, no queda otra.

    Alex cayó al suelo y retorciéndose de dolor. Alicia abrumada por el sufrimiento de su amigo, siguió a Gonzalo. El hombre de los canticos paró de cantar.

    —"Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre..." —recitó Gonzalo con mucha concentración.

    De pronto, un grito extremadamente chirriante resonó por todo el patio. La vela cayó al suelo. Se apretó el pecho con la mano y dijo algo en latín que nadie supo entender. Un humo oscuro y espeso envolvió al hombre hasta hacerlo desaparecer.

    —Gracias, me has salvado, muchas gracias Gonzalo. —dijo Alex.

    Unos cuervos se posaron en una de las columnas. A Alex no le gustaba nada la mirada que desprendían, pero no le dio mayor importancia.

    —Tengo que enseñaros la salida como sea. —dijo Gonzalo. —No podéis seguir estando aquí, es peligroso.

    —Sí, ya nos emos dado cuenta. —contesto con cierta ironía Alicia.

    Los cuervos empezaron a graznar, visiblemente alterados.

    De nuevo los pasos del carnicero se hicieron notar. Alex se tocó la frente con la mano.

    —No, otra vez no, por dios. —dijo Alex.

    Cada uno de ellos se escondieron en una columna del patio. El carnicero empezó a oler, pero de nuevo no sirvió de mucho. Ante la frustración de no verlos, sacó de sus adentros un gritó grave como el solo. Y amplio, muy amplio.

    Alex tosió y entonces el carnicero fue hacia él, destrozando las columnas brutalmente. Los tres huyeron del lugar. De nuevo la persecución se repitió. Alicia quedó cansada enseguida.

    —No puedo más, seguir sin mi.

    —Si hombre, yo no te abandono ni loco. —contestó Alex.

    Entonces unas sombras aparecieron y el carnicero se asustó.

    1. Capítulo 7: El cuervo



    Transitaron por unos pasillos, justo en frente una estatua de un hombre. La cara partida por la mitad, el cuerpo entero. Y por supuesto los genitales bien visibles (por si te lo estabas preguntando, sino ignora este dato por el bien de tu bienestar mental) Un cuervo entró y se situó en la cabeza de la estatua, que por cierto era de un color gris claro.

    Alex que se intuía que esto no era buena señal se dio media vuelta, pero Alicia lo sujetó para que no se alejara. El cuervo mirando hacia arriba y con los ojos que pasaron de un rojo claro a uno granate e incluso el tamaño de estos aumentaron.



    Los graznidos eran tan chirriantes y potentes que tuvieron que taparse las orejas al instante. Alex ya estaba empezando a perder la tolerancia a este sufrimiento continuo. ¿Qué venía ahora? , ¿Por qué cada rato que pasaban ahí era peor que el anterior?


    Alex y Alicia tragaron saliva al mismo tiempo. Las sombras que habían visto antes atraparon la estatua. Dejándola oscura completamente. El cuervo bajo la mirada y se quedó unos segundos callado.

    —Este sitio es horrible, me quiero ir, no lo soporto. —dijo entre quejidos Alex.

    El cuervo abrió el pico como si fuera a decir algo, de hecho una voz oscura y con ciertos tintes robóticos surgió de dentro de la garganta de aquel cuervo.

    —No sois bienvenidos, este lugar no es apto para críos.

    Gonzalo avanzó hasta un punto intermedio entre ellos y la estatua.

    —Déjanos proseguir, no eres amo de este lugar aunque seas un ser poderoso. —dijo con firmeza Gonzalo.

    —Eso, eso. Que tenemos prisa. —contestó Alex quebrándose con la ultima palabra.

    Gonzalo se abalanzo sobre el cuervo y forcejearon de forma muy intensa. Alex y Alicia aprovecharon y volvieron por donde habían venido, corriendo, desgastándose, también mentalmente. Llegaron al patio de nuevo.

    —¿Y ahora que narices hacemos? —dijo Alex con mucha preocupación.

    —Tranquilo, buscaremos la salida, ah y no te preocupes por Gonzalo.

    —¿Preocupado? joder, estoy muerto de miedo por lo que pueda sucederle. —dijo en un tono todavía mas intenso y cierta cadencia por los nervios.

    Alicia se acercó bastante a Alex. Le agarró del hombro y lo miró con una sonrisa, como de costumbre.

    —Gonzalo ya esta muerto, no puede morir dos veces.

    —Entiendo, pues vamos a buscar la salida.

    Unos cuervos sobrevolaron la zona y esta vez fueron al suelo de inmediato como si un rayo los hubiera alcanzado y con las patas arriba, los ojos en blanco con algún pequeño nervio de color rojo intenso.




    1. Capítulo 8: Las sombras



    El negro de los cuervos dio paso a unas sombras (vamos que se quedaron en blanco como palomas) estas se dirigían a ellos. Alicia se tiro hacía la derecha y Alex hacia la izquierda. Las sombras simplemente quedaron mirando. Al cabo de unos segundos cogieron volumen de forma pausada. Hasta formar al hombre de la estatua pero al competo. Y con la misma voz con tintes robóticos dijo:

    —Vaya, vaya. ¿Intentando escapar de donde no se puede escapar?

    Alex se dirigió hasta su amiga y la ayudó a levantarse entre algunos quejidos.

    —Saldremos de aquí. —dijo Alex en un tono serio y con la mirada desafiante.

    —No, no podéis salir, ese tipo de pensamiento es erróneo y no os dais cuenta.

    —El que no se da cuenta eres tú. —dijo Alex otra vez con la misma firmeza.

    —Que equivocados estáis. —dijo con cierto aire de superioridad.

    Alex tiró del brazo de Alicia que cojeaba un poco por el golpe; intentaban salir de ahí, pero no conseguían avanzar mucho.

    —Es inútil, todo lo que hagas será en vano. No puedes hacer lo que es imposible.

    —Cállate, seas lo que seas. —dijo enfadado Alex. —Vamos Alicia, saldremos de aquí.

    —¡Que necios! —dijo la sombra hecha estatua.

    Poco a poco Alex y Alicia se fueron alejando del patio, aunque de forma muy lenta.

    —Aquí nada brilla, nada tiene alma. —dijo con un tono horrendo en la voz.

    Entonces, unos pasos gigantescos resonaron justo antes de que apareciera el carnicero.

    —Lo que faltaba, justo lo que faltaba. —expresó Alex con desdén.

    El carnicero avanzo y avanzo y aunque Alex cerró los ojos presintiendo lo peor, este los paso de largo; enfrentándose a la sombra hecha estatua.

    Alex abrió los ojos miró hacia atrás y Alicia le agarró del pecho a lo que Alex siguió llevándola hacia alguna salida. De lejos se escuchaban los golpes y como paredes enteras caían al sucio y húmedo suelo.

    Llegaron a la zona del principio donde se podía apreciar la puerta principal. De nuevo, unos cuervos se posaron en el suelo. Y como si un ataque al corazón hubieran padecido, las patas boca arriba y el negro de su pigmentación se alargaba en unas sombras unificadas.

    La forma que tomaron esas sombras eran la de la estatua.

    1. Capítulo 9: El ser de sombras



    Ese ser era cada vez más gigantesco, devorando cada resquicio de luz del hospital. Atrapó a Alex, mientras Alicia gritaba su nombre. Todo su cuerpo estaba paralizado por una oscuridad pegajosa, un vacío que parecía succionar su alma con ferocidad.

    Los latidos lentos, el silencio reinaba, una nube oscura lo inundaba todo. De pronto, un susurro profundo: "No se puede salir de aquí".

    Luego la propia voz de Alex susurraba frases pesimistas: "El ser de sombras me ha consumido", "El final ha llegado..."

    De repente, sintió un tirón en el pecho. Algo dentro de él se rompió, como si una grieta se abriera en su mente. El mundo se distorsionó a su alrededor: las paredes se disolvieron en un remolino de sombras, los gritos se volvieron ecos lejanos.

    El silencio, de pronto, volvió a inundarlo todo.

    Alex abrió los ojos de golpe. Estaba en su habitación. La luz tenue del amanecer se filtraba entre las cortinas. Su respiración era entrecortada, su corazón golpeaba contra el pecho como si acabara de correr un maratón. Miró a su alrededor: su escritorio, su ordenador, la libreta de los deberes aún abierta.

    —Fue... un sueño... —murmuró, llevándose una mano a la cabeza.

    Pero entonces, algo llamó su atención. Sobre su mesita de noche, donde solía dejar su teléfono, había un objeto que no debería estar ahí: un pedazo de tela sucia, grisácea, con un olor rancio.

    El mismo olor del hospital.

    Su respiración se detuvo por un segundo. ¿Y si no fue un sueño?

    En la pantalla de su teléfono, una notificación brillaba con un nuevo mensaje de Alicia: _"¿Tú también lo recuerdas?"_

    El corazón le latió con fuerza. Tecleó una respuesta apresurada.

    "¿Recuerdo qué? ¿Qué fue lo que pasó?"

    Los tres puntos de escritura aparecieron en la pantalla, pero se detuvieron. Un nudo en la garganta se formó dificultando el tragar saliva. Esperó unos segundos más, hasta que finalmente llegó otro mensaje.

    "Mejor quedamos en el parque, y hablamos en persona"

    Alex quedó atrapado en una sensación que le recorría el cuerpo, como si las venas se le hubieran helado. Tras tragar unas tres veces mas algo de saliva, reaccionó y se cambió el pijama por ropa casual roquera.



    1. Capítulo 10: Un mal sueño



    La niebla matinal se aferraba al suelo, envolviendo los columpios y bancos en una atmósfera espectral. Alex llegó unos minutos antes de las siete y esperó en la esquina más apartada, cerca del viejo roble donde solían reunirse de niños.

    Alicia apareció poco después. Sus ojos reflejaban la misma inquietud que él sentía. Se acercó en silencio, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta.

    —Dime que fue solo un sueño —murmuró Alex, sin mirarla directamente.

    Alicia sacudió la cabeza.

    —Ojalá pudiera.

    Se sentó en el banco frente a él y sacó algo de su bolsillo. Lo sostuvo unos segundos, como si dudara en mostrarlo. Finalmente, extendió la mano.

    Alex sintió que el aire se volvía más frío.

    Era un muñeco de goma, no más grande que la palma de una mano. Un ser deforme, con extremidades alargadas y una silueta retorcida, exactamente igual al ser de sombras que los había acechado en aquel hospital.

    —Lo encontré esta mañana en mi mesita de noche —dijo Alicia con la voz tensa—. ¿Dónde lo has visto tú?

    Alex tragó saliva.

    —No era un muñeco… pero esta mañana encontré un trozo de tela. Olía a viejo, a humedad. Como ese sitio.

    Alicia apretó el muñeco con más fuerza.

    —Entonces no fue un sueño.

    El viento sopló entre los árboles, arrastrando hojas secas por el suelo. Alex miró el muñeco con una mezcla de temor y desconcierto.

    —Si no fue un sueño… ¿Qué fue?

    Alicia no respondió de inmediato. En cambio, levantó la vista y lo miró fijamente.

    —Algo nos siguió, Alex. Algo cruzó con nosotros desde aquel lugar.

    El muñeco se retorció levemente en su mano.

    Alex se quedó sin aliento, como si el alma se le retorciera junto al muñeco.

    EPÍLOGO




    El hospital psiquiátrico volvió a quedar en silencio. El viento silbaba entre las grietas de sus paredes, como un lamento perpetuo de los que alguna vez estuvieron allí. La policía cerró el acceso tras encontrar los cuerpos, pero nadie se atrevió a investigar demasiado. Los rumores se multiplicaron en el pueblo, y la historia de Gonzalo dejó de ser un simple cuento de fogata para convertirse en un aviso de advertencia.




    Alicia y Alex nunca volvieron a hablar de lo que vivieron esa noche. Aunque intentaron seguir con sus vidas, algo en ellos había cambiado. Alicia, siempre curiosa y desafiante, empezó a dormir con la luz encendida. Alex, que nunca creyó en lo sobrenatural, dejó de cuestionar las historias antiguas y evitaba pasar cerca del hospital, aunque nadie se lo dijera en voz alta.




    Con el tiempo, el miedo dio paso a la incertidumbre. ¿Realmente ocurrió todo aquello? Pero en lo más profundo, sabían la verdad. Sabían lo que vieron. Y sabían que, aunque nadie más lo reconociera, el hospital psiquiátrico aún albergaba algo más que escombros y recuerdos olvidados.




    La noche en que todo terminó, mientras la policía acordonaba el lugar, un vigilante juró haber visto algo en una de las ventanas del segundo piso. Una silueta, inmóvil, observando la escena con ojos oscuros y vacíos. Cuando parpadeó, la figura había desaparecido. Pero el escalofrío en su espalda le confirmó que, aunque el caso estuviera cerrado para los demás, aquel hospital nunca dejaría de respirar en la oscuridad.




    El viento siguió silbando, y con él, la risa apagada de alguien que nunca se fue.
     
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  2. Alde

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    11 de Agosto de 2014
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    Felicitaciones JimmyShibaru.
    Voy por el Capítulo 2. Fantasmas.
    Un lugar que parecía abandonado y olía a huevo podrido.
    Alex, temblando de miedo, fue consolado por su amiga Alicia, quien le sonrió y le tocó el hombro.
    Susurros crecían en intensidad y gritos lejanos.
    Me gustó la idea de: un viejo cuaderno con frases inquietantes.
    Cuando culmine todos volveré acá de nuevo.
    Muy buenos.

    Saludos
     
    #2
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