Esta vez ya nos tocó...

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La carretera avanza ladera arriba rodeando las montañas, que esa tarde fría sintiera dormir tranquilas. La había recorrido a menudo parándose a observar la superficie verde de los valles. A veces un frío viento agitaba la hierba, otras la nieve de las orillas casi se fundía con ella, creando uno de esos blancos paisajes que nos muestran las postales.
Siempre se detenía un momento a contemplar las escombreras cercanas a las bocaminas que parecen romper el paisaje que las rodean y a pesar del silencio que perennemente reina en estos contornos, nunca se le había ocurrido pensar en ese otro silencio, más profundo, que envuelve a los mineros bajo los valles y montañas. Desde aquel día y ya para siempre parte de su alma hubiera de ser abandonada al frío y la humedad de ese silencio eterno.
Fue en marzo. Una herida de agua bajo el muro de la capa de carbón, hacía preciso que el embalse de las mampostas de pino hubiera de ser más exacto y más profundo, pero no fue así, y parte del doble muro de la capa se deslizó rampa abajo, y en su huida esas mismas rocas dejaron tras de sí tragedia y muerte. El futuro de dos hombres quedó hundido en un fango pegajoso de carbón, agua, madera y rocas. Peñascos que se iban cuarteando con el calor y la presión que la montaña aún les transmitía.
Y allí estaba ella, como tantas otras veces que se había detenido a observar el horizonte, contemplaba ahora un fondo cruel e inflexible, pero en esta ocasión no estaba sola. Un rosario de coches flanqueaba la carretera cercana al pozo y desde sus arcenes, una multitud curiosa observaba el suceso.
La tristeza de un día plomizo y una mezcla de murmullos alternándose con un respetuoso silencio, creaban un tenso ambiente donde parecía palparse las desgracias y las tragedias, flotando como una nube sobre sus cabezas. También la intuición quedó pendida sobre la de ella y así dedujo lo que podía estar ocurriendo en el pozo minero y en la mente de aquellos que la observaban fijamente.
Un silencio de sospecha se extendía alrededor de la bocamina. En el cielo amarilleaba un sol plomizo de marzo enfundado en nubes de plata. La tarde gris amarillenta parecía acompañar un pesado silencio de muerte y resignación, solo el fantasma de la malaventura, de los llantos y de la esperanza, flotaban como una densa calima sobre los restos de, lo que tiempo atrás, había sido un yacimiento floreciente.
Ya sólo quedaban paredes resquebrajadas y raíles de vía semihundidos. Ruinas cubiertas por el polvo de carbón o el manto de la amnesia voluntaria. Esa tarde solo el azar había puesto al descubierto el trágico paso del tiempo sobre aquellos vestigios del pasado.
Desde la misma carretera un murmullo de mirones la acompañaba y escoltaba también el lento avanzar de los mineros hacia las duchas. Caminaban suavemente, como un leve susurro de viento, pero bien pronto dejó de escuchar ese rumor para sentir una insistente llamada que llegaba desde el interior de la montaña. Le gritaban las paredes heridas por las rocas.
El aire atrapado bajo un peso húmedo y frío, parecía alargar hacia ella el eco de las vigas de madera derruidas y sus gritos dibujaban sonrisas sarcásticas en el gris mortecino del paisaje. La llamaban. Esas piedras la llamaban desde el lecho pantanoso de la muerte. No pude por más tiempo resistirme a aproximarme para verla y escuchar de cerca su lamento. Minutos después me encontré de pronto avanzando por la galería, siempre hacia abajo, hacia abajo, recordando la acuciante llamada que cada vez instigaba con más fuerza a aquella mujer.
¡Esta vez ya nos tocó! Ya nos tocó. Gritaba una y otra vez la mujer del picador. La frase tenía el trasfondo de otra conversación mantenida entre ellos hace años. Acababan de morir dos mineros en otra mina por una explosión de grisú, y su marido entonces trabajador de aquella empresa, decidió abandonar la explotación. (Me gusta la mina pero no quiero morir en ella, sentenciaba)
Son las doce de la noche. Ella llegó a la boca mina a las seis, lleva más de seis horas de espera, y se desespera. Nadie le dice nada claro, de vez en cuando un minero se le acerca y la consuela - No temas, tiene mucha mina, si había un hueco, él lo encontró- A esa hora ya se sabe que su ayudante está muerto, solo es cuestión de tiempo arrancárselo a la tierra. Acaba de entrar la Brigada de Salvamento entre las obligadas preguntas. ¿Por qué llegáis tan tarde? ¿Nadie os avisó?, el conductor de la furgoneta explica algo sobre un mal entendido. Mientras, los mineros fuerzan esperanzas para la mujer pero entre ellos reina otra opinión -Es muy difícil que esté vivo-.
Dos muertos son la gran tragedia pero nadie parece reparar en el calvario de esta mujer. Horas interminables mirando a la boca mina con los ojos desencajados, casi en completa soledad, con tan solo la compañía de otra mujer que ya no sabe qué hacer, ni qué decir. Lo mismo les debe ocurrir a los pocos que se acercan a ella. Parece que nadie soporta su mirada inquieta, y los ojos llorosos y su eterna pregunta: ¿Se sabe algo...?
Nunca hay respuesta para ella sobre el destino de su marido. Un fiel representante de la cultura minera. Un hombre al que no le importaba levantar la casa en busca de otra mina, de otro pozo, de otro sueldo, de más seguridad... del destino.
Todo ello en una corta vida de treinta y cuatro años, que ya ha dado su campanada final. No encuentra punto final, sin embargo, el infierno de su mujer en esta tarde interminable. No hay ningún lugar privilegiado para ella. Va de un sitio a otro, luego al coche y una vez más, a la boca mina. ¿Se sabe algo...?
A las dos de la madrugada llega uno de los momentos más duros. Se saca al exterior el cuerpo del ayudante, y en medio del desconcierto general y desesperados gritos de familiares, llega una ambulancia con dos féretros. A la mujer del picador se le congeló la respiración y nadie le aguantaba la mirada cuando repetía: -Ya murió-; -Ya murió-
Fue difícil convencerla que su marido no estaba en el interior del segundo féretro. Explicarle que había sido un descuido, era por si acaso, que en la funeraria habían entendido mal. Quizás se calmó pero llegaron las horas más duras si es posible, esperar el desenlace que cada vez ofrecía más desesperanza. Su dolor y la sombra de la mujer que la acompañaba no sabían hacia donde caminar. Tan solo cruzar cortas frases con algunos familiares y siempre mirar a quien pasaba cerca de ella, con una nueva pregunta en los ojos. Ya no decía... ¿Se sabe algo? golpeaba con un... ¿Ya murió?
En largas horas llega al fin un gesto humano. El teniente de la Guardia Civil que había pedido café para sus guardias y los representantes de la empresa, se acuerdan de, esas mujeres, y gestionan que lleven algo caliente a sus estómagos en esta larga noche en la que, para no tener nada a favor, empieza a nevar. A las seis de la mañana el telefonillo interior confirma que ya está localizado el picador, debajo de un costero, irremediablemente muerto.
Todo es real, yo estaba allí, toqué su cara, sus manos, su sangre. Yo cerré sus ojos, y lloré con los míos.
A la desdichada mujer nadie se atreve a decírselo, es más, ya nadie se atreve a mirarla a la cara.
A las ocho de la mañana ya está rescatado. La Brigada nos preparamos para marchar. Los mineros que quedan en el interior avisan que irán saliendo poco a poco. El cuerpo del picador debe esperar a que lleguen juez y forense. Se produce un movimiento de gentes hacia la bocamina. Ella también va, mira a la cara a un veterano minero y no hace falta que le haga la pregunta fatal. El hombre agacha la cabeza, susurra un casi ininteligible: "Está muerto" y se va. A esa mujer ya no le cae ni una lágrima, ya no le quedan. Sube los cuellos de su abrigo y esconde la cara detrás. Todo esto es Real.

(Basado en testimonios y en mi participación directa en el rescate como miembro de la brigada de salvamento minero, en un accidente ocurrido el 25 de marzo de 1993.)

 

Desgarrador relato de una de las tantas
tragedias que ocurren en muchas partes
con respecto a los trabajadores mineros,
gracias por compartir tu experiencia y tus letras,
saludos

 

Gracias Flor de Aire por tomarte tiempo en pasar por esta historia.
Buen día. Saludos y besos para ti.

 

Primero, felicitarte por haber sido miembro de esos valientes salvadores y rescatistas de vidas , aún arriezgando la suya.
De nuevo vuelvo a experimentar esas vivenvia ( escalofriantes esta vez) ante tu inigualable manera de narrarla, mientras te escuchaba, sentí la desesperanza y la incertidumbre tanto como si estuviera al lado de aquella mujer.
Otra vez te aplaudo amigo Engel, esta vez aplaudo tu pluma talentosa y te admiro sobremanera tu calidad humana, fué un placer visitar tu historia, que esta vez me trae tristeza en vez de magia. Un beso hasta donde estás.

 

Saludos bella amiga. Lamento trasladar hasta tu alma esta tristeza pero forma parte de la vida.
Gracias por tu franco y espontáneo comentario. Mil besos para ti.

 

Simplemente maravilloso...
¡Felicidades Engel1, tu poesía traspasa más allá de la pantalla, es pura sensibilidad y emoción.
Saludos estrellas y un abrazote infinito.
naty

 

Ey!! lindo dibujito, veo que dominas el programa. Gracias por tu generosidad Naty. Resulta muy agradable contar con tu presencia y comentarios.
Besitos para ti.

 

Como tú mismo dices es parte de la vida, pero es imposible que tu relato pase desapercibido para las emociones de cualquier lector y si lo escucha, el impacto es mucho mayor. La música escogida, el tono de tu voz, un todo que hace que cada palabra se haga sentimiento. A través de tu obra uno puede ver a esa mujer, seguir el drama paso a paso como si estuviera pasando en este mismo momento, sentir la congoja, el desconsuelo, la angustiosa espera, ese estado que nos mantiene inmóviles atados a un tiempo interminable y a un hilo de esperanza, que se afina con el paso de cada minuto. Me impresiona tu relato por lo que expresa y por como lo expresas y no puedo más que darte las gracias por ello.

Tengo un queridísimo amigo español, bombero de Haro, sé de la labor que realizan los rescatistas, de su compromiso, de sus vivencias y su sentir a través de sus palabras y sus actos, sé que ponen el cuerpo y mucho, mucho más en sus labores. Admiro a mi amigo desde lo más profundo de mi alma, admiración que hago extensiva hacia ti en este momento en que puedo conocerte un poco más.

Gracias infinitas.

Un beso.

 

Estimado amigo: impresionante y desgarrador relato; me ha dejado fría, sin aliento, sin palabras. Soy de un lugar muy próximo a las cuencas mineras, de León y hemos vivido cantidad de desgracias similares, derrumbes, atrapamientos, desplomes. Recuerdo, un día estando en Villablino, un entierro masivo de mineros , no olvidaré jamás aquél drama, de madres, padres esposas, hijos/as, amigos/as, compañeros/as. ..Valoro muy encomiablemente, esa profesión tan dura y de los que formáis parte de equipos de salvamento, arriesgando vuestras propias vidas e integridad física, mencionando especialmente, los puntos de encuentro con la misma muerte, encontrar a un picador, a un minero tragado por la tierra, rescatándolo de sus entrañas y ofreciendo su cuerpo a su familia. Me ha conmovido sobremanera este relato, acompañado por tu voz y por el sufrimiento que transmite. Quiero felicitarte por tu capacidad humana de transmitir, de comprensión y de empatía con las personas que sufren.

Un beso y mi agradecimiento por recordar estos sucesos tan desgraciados

 

Tus palabras son muy gratificantes. Desde luego halagan y, sobre todo, reconfortan querida amiga. Gracias por ello y mil gracias por tu presencia en mis escritos.

Gigante agrazo para ti, Lluvia.

 

Saludos María, sobrecoge el drama que describes respecto al entierro en Villablino, puedo imaginar el acto, la ceremonia, el acompañamiento, por desgracia lo he vivido varias veces.

Gracias por tu extendido y profundo comentario, me ha encantado leerlo y sobre todo conocerte. Pasaré por tus letras.

Un beso.

 

Esplendido relato nos compartes en tu inigualable voz Engel, un placer volver a disfrutar de tus obras amigo, me alegra verte por estor lares. un beso.

 

Qué agradable sorpresa Dama. Siempre tan generosa en tus comentarios. Gracias por la visita, te dejo un fortísimo abrazo.

 

Me hizo recordar la tragedia de nuestro país y en cada línea, con tanta emoción escrita, volvía y volvía a aquél tiempo
no tan pasado, aún en la mente de los chilenos es algo vivo.
Muchísimas gracias por tu Prosa, por tu manera excelente de compartir un trabajo de esta envergadura.
Reconozco que no te escuché leer, cuando leo me quedo con las imágenes y total ya conozco tu voz.
Sé que irás puliéndote día a día porque las ganas están, Engel y el talento te sobra.
Muchísimas gracias. Saludos.
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Viví vuestra tragedia, que fue mía también, de forma especial y sentida.

Gracias Elisalle. Tu presencia enriquece.

 

Tremendo tema el que se me permitió disfrutar,
felicidades para su autor, y que siga la mata dando!




Pepe*​

 

Saludos, Pepe. Gracias por detenerte a comentar.
Placer conocerte.

 

Sobre el tema prefiero no opinar.. hay emociones las letras no alcanzan a describir, y si lo intentan.. quedan cortas.

Va mi reputación silente por eso.

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Te pediría de favor que en el youtube acompañes al video con el texto y los nombres de los temas de fondo, así como la fuente de las imágenes. Estos detalles son tonterías, pero a aquellos que nos agrada conocer más sobre la obra es una gran ayuda.

Gracias por compartir esta vivencia.

Dragon Ecu

 

Me gustó tu relato,le leere este relato a mi yerno que es minero, seguro que le gustara por esa fresacura que le has dado a tu escrito. ABRAZOS

 

Saludos, Ecu.
Gracias por detenerte a comentar. En adelante atendré tu sugerencia.
Fuerte abrazo.

 

Saludos, Rosa. Me complace que tengas a bien compartir este relato a tu yerno.
Cuídate y mil gracias por detenerte a comentar.

 

Gracias Engel or este bello trabajo.....Llega al alma una realidad que pasan en todas parte ... dura y abandonada vida de aquellos mineros tan sufridos.
Has traido recuerdos de esos sufrimientos humanos .

Mis cariños Maru de Chile.

 

Gracias a ti Maru, por pasar y dejar tu apreciado comentario.
Compruebo que compartimos recuerdos similares. Un abrazo.

 

Interesante lo que nos deja en tu relato, nos haces volar ante la naturaleza y ante la situación de la misma vida. Gracias por dejarnos recapacitar de lo que nos rodea. ABRAZOS

 

Saludos, Rosa. Mil gracias por tomarte tiempo en comentar.
Te dejo un fuerte abrazo.

 

Me temo que voy a seguir dándote la lata para que actives los vídeos... ya lo siento pero cuando me pongo pesada, no hay quien me aguante....

 

Bueno...si se puede claro...

 

Y yo encantado de que des la lata. Vídeo activadoooo!!!
Muack...

 

Saludos cordiales, Isabel. Agradezco la generosidad y ternura del comentario. Tu presencia en mis letras resulta gratificante.
Te dejo un abrazo.