Estaba por llegar la primavera

ESTABA POR LLEGAR LA PRIMAVERA

Era una casa grande,
atrio de mármol,
en medio de un barrio obrero.

Ella tenía veintiún años,
y una hermosa cabellera rubia.
Era virgen.

Esperaba (era su sueño)
al hombre perfecto que llegase
y con requiebros la enamorase
y que el amor, ya nacido,
altar fuese en el que ofrecerse
a él.
Aún no había llegado ese día.
Era virgen.

Desde siempre fue una niña delicada
a la que, con mayor o menor fortuna,
supieron cuidar sus cinco tutores.
Estuvo muy enferma de pequeña:
con casi cinco años vio la muerte,
pero vivió.

La noche del veintiocho de febrero
fue a acostarse como de costumbre:
lavó sus dientes,
peinó sus cabellos,
desnudó su cuerpo,
se puso el camisón...
y espero a que su tutor actual fuera a arroparla
y le diera un amante beso en la frente. No fue:
se durmió en la espera.

Su tutor usaba el teléfono.
Hablaba con un amigo.
Le daba órdenes.
El amigo llegó a la casa,
no sé si convencido o dubitativo,
pero llegó.

Y sí, entró en el cuarto
donde ella descansaba...

¡Y abrió la cama!
¡Y le rasgó el camisón!

Para que no oyeran los vecinos sus gritos,
tapó su cabeza con la almohada:
el sudor y las lágrimas bañaron
su cara y su melena.

Fue inútil el forcejeo.

Cuando todo acabó, ella aún estaba viva.
Se quedó inmóvil,
en silencio,
ahogando el llanto en la garganta
casi ronca del sufrimiento.

Sólo se movió cuando el sol,
como cada mañana,
fue a visitarla.

Se incorporó, desnuda, lentamente:
sus sábanas estaban manchadas
de la sangre de su sexo y el semen negro de la muerte.

Era uno de marzo, y estaba por llegar la primavera.

Bajó corriendo, a la calle, huyendo de aquella casa.
Desnuda pisó la acera y apenas pudo decir
"me han violado".

Su tutor tomó el teléfono,
dio órdenes,
más órdenes,
para evitar el escándalo.

Pero era tarde.

Don Vicente el del quiosco
salió a cubrirla con su chaqueta.
Doña Lola la del ultramarinos
le dio su primer beso de madre.

La conocían de siempre, desde niña.
La habían esperado con ilusión,
pero cuando la encerraron en la casa grande,
con suelos de mármol,
casi la olvidaron. La dejaron con sus tutores,
y apenas preguntaban por ella
cada tres o cuatro años.

¡Y se llenó el asfalto de gente,
los balcones de pueblo
y las ventanas! ¡Y lo supieron!

Y se juraron que, por su vida,
jamás volvería con ningún tutor:
ellos cuidarían de ella:
les pertenecía,
era de ellos,
era del pueblo.

Y, entonces, desperté del sueño
y volví a la pesadilla.

(Dicen las noticias que salió por una puerta lateral,
menos demacrado de lo esperable.
En sus seis horas de viaje,
insultó con sus risas al horizonte).

Estaba por llegar la primavera
y nos la robaron para siempre.​

 

Esta va a ser una primavera triste, Halloran.

Darán mil razonamientos, dirán que se ha hecho en aras de conseguir la paz. Unos tratarán de que no les perjudique electoralmente y los otros tratará de que le beneficie, pero la realidad es que se ha cedido al chantaje, al pulso que un sanguinario le ha echado a la democracia.

Se iba a morir en dos días, pero andaba fornicando con su novia antes del viaje y después de seis horas de carretera salió por su pie...no estaría tan muerto. Los que si están muertos son los veintinco a los que asesinó y sus respectivas familias, que se quedaron muertos en vida.

Gracias Halloran, por alzar una vez más la voz.

Un besazo

 

La robaron y el desgarro habita en corazones como el tuyo, poeta, como el mío y el de muchos... Habrá otras primaveras, otros tiempos para recomponer la esperanza que, esa sí, no hay que permitir que nos la roben.

 

Esta historia podrían contarla tantas bocas, que asusta...

Engancha de principio a fín, que pena.

Un saludín maestro.

 

Renace esta primavera que no acabó de llegar un par de meses más tarde... Y por ser agradecido, que de eso -en buena medida- va la vida,

- Palini: Sí que es triste que enganche, la verdad. Y más triste aún lo de la multitud de bocas. Y más triste aún lo de la otra multitud de bocas, las que nunca la contarán porque guardan silencio forzoso... Eso último sí que es triste.

- AIBAEZA: Habrá otras primaveras, cierto... El problema reside en saber cómo serán. Porque tras la mala cosecha, difícil es sin semilla realizar la siembra para un futuro mejor. Y la esperanza... ¡Ojalá la esperanza!

- Ana Clavero: Me agradeces alzar la voz en tu cometario, y no lo hago. Los que la alzan son justamente esos veinticinco que ya no están, y tantos otros. Esa es la voz que hay que escuchar, esos son los gritos. Sin ellos, con su silencio, nos quedaríamos sordos.

Mi agradecimiento por la visita y el comentario. Siempre es un placer.

 

Uoe....
Ke bellas letras
Un gusto^^