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Estigia

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por esteban7094, 23 de Junio de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 582

  1. esteban7094

    esteban7094 Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    29 de Abril de 2014
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    93
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    Género:
    Hombre
    Y después de limpiarnos las fantasías de los pies y de seguir con ahínco las promesas undosas del pasado, llegamos a un valle de claroscuros, justo en la espalda del día, en pleno cenit de las vorágines de un río o de un terrible infortunio. Y nos acostamos exhaustos y lánguidos bajo el ensueño de un pino, el cual parecía el ala rota de la idealización de un artista moribundo. Luego, tras haberse escurrido el ladrido de las indómitas ansias, empezamos a sentir un miedo atroz; pues que más terrorífico que la tiranía y la perversión de la soledad: ¡Oh, cómo se teme el hombre a sí mismo!


    Y es que apareció de la nada, así como todo; porque la nada es la madre del todo, un viento fulgurante que cortó el péndulo de nuestra locura y, echándose en las cimas insondables, empezó a aullar y a sollozar, cual infante extraviado en su propia e ingenua iniquidad… Y en las fauces iridiscentes de su lamento se tejían siluetas ebrias de infinito, que luego de pasar por el pasillo de nuestro asombro y de nuestro desprecio, se deshacían, cual auroras, para dejar en la mañana un perfume que encerraba los misterios de las manos lechosas y trémulas de un poeta anegado en silencio y en bellezas escarlatas.


    Y se petrificaron los purpurinos infiernos y los atardeceres bermejos en el vaporoso recuerdo… Y se le dio la espalda a la vida…Y cayeron las nubes secas de la cabeza enmarañada del espectro de la muerte… Nos hallamos a nosotros mismos ausentes en las crestas de las aguas: bautizados, santificados, deshumanizados; con los lazos sedosos de lo sublime serpeando por nuestras raíces que se enterraban y subían por el talle de los tiempos diáfanos y eternos y se perdían en el terciopelo negro de nuestros labios calcinados por el acto vil y placentero: ¡Herida lejana!


    Y nos fuimos quedando allí, una vida, dos vidas, mil noches; olvidándonos de la muerte, de la vida, de los caminos, del fragor de nosotros mismos. Y aquel poeta, que de tanto estar silente se tornó en primavera de laureles y coronas, se convirtió en nuestro padre; y su savia de incandescente gema fue el bálsamo que ungió las sienes de nuestras sombras apasionadas; y sus cielos, gravemente flagelados, hondos como las cimas del inconsolable viento, fueron el trigo que doró nuestros cantos de Abril, del Abril perenne que quedó gravado en la roca amarga de los acantilados y en lo solitario y en el lomo denegrido de los saberes de lo que se calla… de lo que se muere… de lo que no es…




    l. e. torres
     
    #1

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