Eterno enamorado eterno olvidado para ti, alejandra

Muchas veces...
Suspiré, porque existías aunque más no pudiera verte.
Sonreí, porque mi mente llena estaba de recuerdos insistentes.
Al presentir tus tristezas te abrazaba en la distancia, siendo yo tu confidente.
Escuchaba canciones tantas y tantas veces dedicadas del todo al corazón.

Imaginé...
Que en tu frente quedaron mis besos y mis labios en aquellas tus mejillas que mojaste con lágrimas de niña y ojos de mujer.
Que mis dedos recorrieron tus cabellos con aroma de limón.
Que respiramos por un tiempo el mismo aire, que el mismo sol nos bañó y que la misma lluvia nos mojó en la misma cuidad estación tras estación.
Que tú estabas aquí y que yo estaba ahí en tu corazón y en tus pensamientos.
Imaginé que no me olvidaste.

Que me querías...
En muchos de mis sueños noche tras noche así fue y te hacías presente etérea, nunca consistente, nunca pude en ellos ni hablarte, mucho menos abrazarte, mucho menos decirte otra vez cuánto te amaba y cuánto te extrañaba y cuánto me hacías falta.

Despertaba consolado de saber que en ese lugar seguías, donde el tiempo congeló, donde viví toda una vida tan rápido, tan fugaz y tan intenso. Ese fuego me consumió y me evaporó.
Pero miles de horas de ausencia y miles de ocasos pasaron y mis ojos jamás volvieron a verte. Dejé de llorar y de sentir y de añorar. Llegó la praxis y un nuevo renacer. Para entonces...

Eras ya indiferente...
Eras de un pasado real e imaginario. Aunque no sabía si eras tú, sí seguí siendo yo: tu eterno enamorado, aquel amor que trasciende espacio y tiempo y que todo lo hubiera dejado, aquel calor que te envolvió de tiernos y dulces abrazos cuando a veces sola estabas sin consuelo y comprensión.

Eso fuiste para mí...
Castillo imposible, fantasía de vidas felices, mis días más soleados, mis mejores momentos y mis mañanas de domingo. Agua fresca en labios secos de tanto susurrar tu nombre. Te llevaste todo el tiempo y el olvido. Hasta se fueron contigo aquellos saludos jamás devueltos sin merecer ni eso de ti. Ni un recuerdo entonces fui. Ahora el tiempo avanza, la vida marchita, los rastros últimos se pierden en la memoria.

¡Cómo anhelé volver a verte, aunque de lejos en silencio y en secreto! Confundido entre la gente y conservando mi reserva última de dignidad a quien debí mi segundo nacimiento.

Gracias...
Porque inspiraste líneas que seguramente no leerás, porque este tu escritor se esfumó años atrás, desapareció porque no significó nada para ti. A pesar de ello fuiste el amor de mi vida, viviste en un pedacito secreto de mi espíritu protegida por mí, de todo y de todos. Mira que de vez en vez pequeñas punzaditas me decían que aún estaba vivo y que alguna vez amé tanto, tanto que me fui en un instante y para siempre.

Perdí la esperanza de encontrarte. Quizá aunque la vida extraña cruce nuestros caminos de manera efímera, no me reconozcas más. No me presente más. Pero sí sentirás un abrazo, un beso suave en tu frente, una caricia en tu mejilla, una tierna mirada y mis dedos recorriendo tu cabello... y también tu alma.