Evasiones

Henos aquí. Tú sentada junto a mí en este viejo banco verde como el cristal del vino. No puede estar más corroído, los amores firmados con fechas antiguas delatan su edad incierta. Justo atrás de nosotros se halla un parque donde el polvo ha desplazado los jardines y las flores. Los desgastados columpios de metal oxidado que suben y bajan sutilmente como péndulos que marcan el final de los tiempos hacen ver un paisaje marchito y desolado. Uno de los columpios yace desencadenado, muerto sobre el suelo árido. Sin embargo, estando junto a ti todo cambia. Solo mírame y sonríe que en mi mente del polvo brotarán tulipanes. Por cada parpadeo brotará uno, luego dos, luego tantos que harán de este paisaje terrible de tierra y niebla un Monet furioso. Brotarán del polvo seres celestiales que bailarán sin parar veinte días y veinte noches.


Ahora suenan las sirenas a lo lejos. Se oyen gritos y desesperados llantos. Un gato negro, asustado, se trepa en la rama más alta de un árbol sin hojas y un humo denso asciende formando una cortina que hace invisible el mundo. El ruido de las sirenas y de la gente se hace ahora más ensordecedor y un enorme carro bermejo, de escaleras equipado, se posa ante nosotros. Pero estando junto a ti todo cambia. Solo toma mi mano que éste será un fénix de oro y plata que aterriza castigando con sus plumas de fuego el asfalto agreste. Esos hombres de cascos duros y de enormes chaquetones rojos serán caballeros escarlatas que vuelan como cardenales sobre un bosque ardiente, salamandras gélidas capaces de apagar el sol.


Henos aquí y tú estás en silencio. Frente a nosotros, un edificio es consumido por las llamas y los caminantes pasan curiosos como Dante a través de los infiernos. Las paredes de las casas vecinas se han tornado cenizas, como señoras mal maquilladas y un murmullo triste ronda como fantasmas las ambulancias y las violetas caídas. Pero junto a ti todo cambia. Sólo háblame y aquel edificio será un dragón alado ataviado de esmeraldas y tu aliento hará del humo negro el olor del clavel gimiente.


Sólo han quedado cenizas y el viento se las lleva. Pero junto a ti todo cambia. Sólo dame un beso y el momento se hará eterno. Niégamelo y tu beso se convertirá en un sueño, mi sueño lo convertiré en un cofre, y ese cofre lo ocultaré en este corazón afligido que a su vez será trasladado a los castillos cristalinos de los cielos.


Porque eres mi evasión y mi paz. Porque no cabes en el tiempo ni en el espacio, ni en mis cuadernos ni en el pentagrama, ni en mis ojos ni en mis manos. Porque te sales del espejo y de todo laberinto. Porque me transportas cuando hablas y me lastimas cuando callas. Abre tu alma y te la llenaré de flores, no preguntes que pienso de ti y déjame en silencio, porque un sabio filósofo dijo: “De lo que no se puede hablar es mejor callar”.