Evidencia (IV)

Soy ese Dios que ha caminado entre iguales,
hasta donde perjuro me alcanza la memoria,
fui yo, y no ninguna entidad ilusoria,
fue el declive total de un trillón de ideales.

No han concebido a Dios como preparatoria
a las postrimerías que viven los mortales,
que sienten y padecen el peor de los males.
La conciencia divina es solo vanagloria,

un infierno dormido y un dominio letal
de sus vicisitudes, circunstancias, creencias,
y sobre el caos revuela su evidencia moral.

Sé quién soy, también cómo. De sus desavenencias
nunca he formado parte, de su yo racional.
Sé dónde estoy. Porqué. Sé de sus reticencias.

Aquí no hay sentencias.
Solo hay indicativos de sus atrevimientos.
Aquí tienen a Dios, solo y sin pensamientos.

 

Y por qué ha de presentarse, sin avisar.
¿ Por qué esa majestuosidad, en las pequeñas cosas ?
¿ Por qué mi sobrina baila conmigo, por Navidad ?
¿ Por qué estoy yo, a su Servicio, y requiero el debido Respeto ?


¿ Por qué Pinocchio necesita el soplo o aliento de vida, que le dio Gepetto ?

 

Son cuestiones irrelevantes.
Las cosas pasan como tienen y cuando tienen que pasar.
Soy muy cercano, pero nunca olvido quién soy.

 

Ni olvidas tampoco, dónde está el cepillo de dientes. ¡ Maravilloso !

 

Anda que...

 

¿ Esperas temor reverencial ?
¿ Idolatría ?
¿ Admiración ?
O solamente escribes, para no tener que trabajar como pastor de ovejas...

 

¿?

 

¿ Crees en ti mismo, como pastor de ovejas ?
O no te atreves a caminar por el monte...

 

Si no creyera en mí tiraría la toalla, cosa que nunca sucederá.

 

¿ No te rindes ?
Entonces, el monte te espera.
Luego, la montaña.
También, el bosque.
Hay muchos senderos.
Algún que otro cortijo...
Y tú, mochila al hombro.