Exequias

Murió el diputado cuyo nombre empezaba por Don. Habitaba en una de las zonas más chic de la ciudad. Todo el mundo le conocía por salir en la prensa local. Era un tipo frio y despótico, pero con poder y dinero: El manto que lucía ahora la Virgen fue un regalo suyo.
En sus exequias el templo se lleno de caciques que le debían favores. Hasta el cura actuó con una solemnidad especial.

También le llegó la hora al señor Blas. Vivía en un bloque conocido como “el enjambre” por la cantidad de vecinos que en él residían. Toda su vida fue un currante anónimo, pero jovial y campechano con quien se encontraba, aunque no iba mucho a misa.
En su entierro, acudió a despedirle tanta gente humilde que el cura, al principio, creyó haberse equivocado de difunto.

 

Dos vidas diferentes... el final el mismo, los "invitados" unos de compromiso otros de corazón, un placer leerte, saludos y estrellas!

 

Me rio con ganas... muy estimulante, si señor... Eso es como a la hora de dormir, todos nos quitamos el peluquín. Aquí, con la diferencia que el Don, no hubiera estado en el entierro del sin. Gracias Lorenzo

Un saludo

 

El peso de la tierra siempre es el mismo. No hay diferencias. Un gusto leer tu prosa con una reflexión para poner en práctica. Saludos desde Venezuela.

 

Gracias Marea... y qué pena que tenga que ser la muerte la que nos iguale a todos-as....un abrazo, lorenzo.

 

Gracias por acercarte a mis letras, Joblan...la muerte nos retrata a todos...qué pena que esa foto ya no se incluya en los albunes de cada uno...un abrazo, lorenzo.

 

Gracias Rosaleda...¿sabes?, me inspiro la vida misma...solo basta abrir los ojos...la realidad supera siempre a la ficcion...un abrazo, lorenzo.