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Fábula de la pasión-.

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por BEN., 30 de Agosto de 2019. Respuestas: 2 | Visitas: 215

  1. BEN.

    BEN. Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Hombre
    Dejan espejos líquidos

    las mimbres inexactas

    de tu gloria, fortaleciendo

    mil alpacas, atravesadas

    de fría niebla.

    Cesan los espantos

    en estas avenidas,

    como pájaros sin canto

    de repente enmudecidas.

    Cierran los hospitales

    los oráculos agoreros

    y las viejas insaciables,

    se reprenden silenciosas,

    como azules manzanas venosas.

    Se llenan de oculto encanto

    las libidinosas muchachas,

    iniciando su culto de mareas

    y cabelleras, rezan a su manera,

    petulancias de negror inaudito.

    Me cubren de yedra los borricos

    de mi pueblo, me cubren tenazmente

    de ariscos terciopelos, se suben

    a mi grupa bien templada, como viajeros

    pernoctables en fábricas abandonadas.

    Mientras, siguen sin consuelo

    las alamedas aserradas, los tábanos

    insolentes que demarcan sus territorios

    sobre las pieles humanas.

    Me culpan y me culpo de avenidas

    cirróticas, de consolaciones derivadas,

    de amanuenses imperfectos, con violines

    asesinos en sus manos.

    Reanudo mi sangre en un fortalecimiento

    oculto, en sangres bautismales,

    en letárgicos nudos de avaricias descomunales.

    Y se llenan de nuevo los cubos del agua

    primaverales, aguas indecentes, de lluvia

    pronosticada.

    Por las rodilleras del frío, y por las ingentes

    natividades, las pendientes se transforman

    en ídolos incesantes, la nieve circula

    como odio apresurado.

    Mil cabinas de teléfono

    y un incansable parloteo

    de petróleo azul gasóleo

    y de lastimeras palomas neutras.

    Me gritan a mi sordera

    de hombre amaestrado y ciego,

    de hombre descoyuntado y viejo,

    de hombre arrugado y sepultado

    bajo nieves o pedernales angustiosos.

    Ya gritan, las viejas sierpes ombligueras,

    los latinos invencibles de las cuestas pendencieras,

    y mientras en los fríos cobertizos, la pasión

    se niega, fósforos y diatribas comienzan.

    La hierba de manchas sonoras se llena,

    buscan canciones o loas de viejas plañideras,

    igual que en tumbas de lápidas plácidas y venideras.

    Mi cuerpo se ruboriza al contacto con el fuego

    fogatas interminables de ríos soñolientos y aburridos

    hacen trizas mi enebro y calientan mis flores.

    Mansiones de terciopelos errantes

    de magníficas pasiones oscuras,

    de hermosos donceles muertos

    a las puertas de las catedrales.

    Me asoman a los ojos vírgenes digitales,

    estropeadas marismas de iris celestiales,

    vestidos de marineros colgados de sus malignas

    constelaciones.

    Y hasta mí llegan cánticos de zonas deploradas,

    rosales de ímpetu desmedido, palomas bravas

    de empuje brutal y amarillo.

    La ventisca se arremolina con fragmentos de hojas

    y persianas cerradas, el pueblo se mancha de horas

    de atardecida y corazones ennegrecidos.

    Las manos de una niña buscan encendedores divinos

    por todas las latitudes que forman el perfume de los hombres.

    Oh, perennes árboles de semillas convencidas,

    rigurosas criaturas celestes y ambiciosas,

    miran mis manos de muerto, las polillas cancerígenas

    de los armarios y de los cancioneros.

    Oh, sensatez doblegada, pasión digital

    de huellas sonrientes, calima inventariada

    de mi paso solemne y tardío por este planeta.

    Tierra, desdibujada como un amianto de perfil.

    Tierra, hondura siniestra que me busca entre los eucaliptos

    contenidos.

    Tierras, de helechos magistrales y pócimas secretas.

    De alabanzas nocturnas y lechuzas indemostrables.

    Subidme hasta el cuello vuestras maromas encendidas,

    vuestros regueros múltiples de sangres y mosquitos,

    vuestros imperdonables síntomas de vejez prematura.

    Qué yo fundiré mis alegrías en vuestras cinturas pensativas,

    qué yo quemaré mi desierto en la altura de vuestros silencios,

    y renaceré, como del vértigo, quemando los cereales de nuestra cosecha!

    ©
     
    #1
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  2. spring

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    ¡wow! Quede anonadada con esa vertiente de versos tan bien concebidos, tu fábula de la pasión es una gran obra digna de ser representada en teatro.
    Felicidades
    Ben, excelente.
     
    #2
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  3. BEN.

    BEN. Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias Mireya, la verdad es que me inspiré en Lorca, y no salió del todo mal, un abrazo!!
     
    #3

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