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Fama tardía

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 28 de Mayo de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 407

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    La fama me llegó muy tarde. Recuerdo que mi madre se sentaba frente al televisor, de blanco y negro, en sus ratos “libres”, a ver sus telenovelas. En realidad eran casi nulos. Todo el día se la pasaba de un lado para el otro: cocinando, arreglando la casa, lavando ropa y soportando a mi padre y a nosotros, sus tres hijos. Jamás la vi llorar por esas historias de lo más cursi que habían en aquella época. Cuando quería tenernos distraídos los domingos nos encendía el televisor para que viéramos En Familia con Chabelo en el canal 2 ó La Princesa de los Mil Años en Imevisión. Siempre quería ser el héroe que salvaba a Yayoi Yukino ó el que ganaba la “Catafixia”. Los sueños se diluían al apagarse el televisor y salir a jugar a la calle con mi hermano y mis primos.

    Al llegar a la adolescencia la televisión fue llenando mis ratos de ocio. Al llegar de la escuela, por la noche, me ponía a ver las aventuras de Kitt, el auto-increíble ó las películas de ficheras pasada la media noche. Soñaba con ser Michael ó el calenturiento de Alfonso Zayas. Apenas estaba empezando la televisión de paga. En la preparatoria empecé con la música. Un amigo tenía un grupo de rock y me enrolé en sus filas: Necrofilia. Hicimos un demo y participamos en varios conciertos y encuentros de rock de Mérida, que eran muy pocos. Después de los conciertos nos poníamos bien briagos, incluso drogados. Al terminar la preparatoria dejé los estudios. La música era lo mío. El rock circulaba en mis venas como un líquido vital. Mandé a la chiga a los Necrófilos, querían cambiar su estilo, más pop. Querían que las viejas les tiraran el calzón como a los Magneto. Putos.

    Ponte a trabajar, la música no te dejará nada, decía mi madre, te vas a morir de hambre. La crisis económica del país me orilló a buscar una chamba. Me logré colocar en un bar, era mesero. Salía todas las madrugadas oliendo a tabaco y alcohol. Tomaba algunas cervezas y me fumaba un churrito, de cuando en cuando, para irla pasando en la mierda en la que estaba viviendo. Me tuve que cortar la melena y tapar, con la ropa, mis tatuajes. Me veía muy maricón, pero el hambre era cabrona. A veces me echaba “palomazos” con los cuates. La guitarra era mi mayor pasión. Mis gustos empezaron a cambiar con la edad. El Jazz estaba de moda y los mejores músicos tenían influencias del Jazz y del Blues. Mis solos empezaron a tener ese sentimiento a Jazz y Blues. Hendrix, Satriani, Moore, Malmsteen, Clapton, King, entre otros, eran mis ídolos. Atrás dejé ese sonido duro del Heavy Metal.

    Un martes en la noche entró al bar una mujer muy sabrosa. Todos se quedaron viéndola como pendejos. Era una actriz del D.F. Iba acompañada de un séquito de guaruras, un par de lambisconas y un tipo musculoso como su pareja. Me tocó atenderlos. Me traes una jarra de cerveza oscura, dijo el Trabado, pero ve que esté bien fría, por fa. La Sabrosa pidió un Martini, las Lambisconas dijeron que acompañarían al Trabado con la cerveza. Los guaruras salieron después de ver que el bar estaba poco concurrido, no había mayor peligro. Esa noche había convencido al dueño del bar para que tocara con un grupo de cuates. Íbamos a tocar gratis. La idea no le molestó al dueño. A las once de la noche empezamos a tocar. Abrimos con “Silent Night, Holy Night” de Satriani. La Sabrosa no podía creerlo, se quedó con el Martini a medio camino. Era la noche de Satriani: “Andalusia”, “Cryin”, “Always with me, always with you”, “Why” y finalizamos con “Searching”. Estaba como poseído. La Sabrosa se pasó gritando en cada una de las rolas. Las Lambisconas la tenían que agarrar para que no subiera al escenario. Me apantallaste Nacho, dijo el dueño del bar, eres un chingón tocando la guitarra. Sonreí satisfecho. La buenota de la mesa seis casi se sube a cogerte, dijo jodiendo el dueño del bar. Házmela buena, dije. Regresé a terminar de servir y la Sabrosa se desbordó con halagos. Me sentí importante, una luminaria, casi, casi, a la altura de ella. Me llamo Zuria, dijo la Sabrosa dándome un beso en la mejilla. El Trabado me miraba con ganas de romperme la madre. No es feo, cuchicheaban las Lambisconas. Te dejo mi número para que me hables, conozco gente en el D.F. que te puede ayudar, dijo Zuria antes de irse del bar.

    Tardé una semana en decidirme. Llamé a Zuria y ya casi no se acordaba de mí. Eres el que tocó covers de Satriani, ¿verdad?, dijo, ya me acordé de ti. Le dije lo que hablamos aquella noche en el bar y se entusiasmo a medias. Tienes que venir al D.F. para que hagas alguna audición con un amigo mío, a duras penas insinuó, ahí en donde estás es muy difícil ayudarte. Quedamos que al mes siguiente iría al D.F. para hacer la dichosa audición. Mis cuates y yo vendimos hasta el culo para juntar dinero para el viaje. Zuria nos llevó a un edificio donde su amigo tenía un estudio de grabación. El equipo que había ahí estaba impresionante: consolas, instrumentos, micrófonos, sala de edición, completísimo el estudio. Quedamos apendejados. Nos presentó a su amigo. Este es el tipo del que te hablé el otro día, dijo Zuria, se llama Ignacio. Nos saludamos de mano. Este primer demo lo haré gratis, cabrones, por un favor que le debo aquí a Zuri, dijo con tono burlesco, el próximo ustedes lo pagarán. Asentimos como robots. Ni pedo. Nos hizo pasar a la sala donde estaban los instrumentos. Grabaríamos tres rolas nada más. Dos covers y una propia, nos dijo el amigo de Zuria. Escogimos “Searching” y “Andalusia” de Satriani. Afortunadamente hacía cinco meses que estábamos trabajando en una rola propia. “Speaking of love” se llamaba la rola. Le pusimos todos los huevos a la grabación. Quedemos satisfechos con el resultado final. Zuria lo iba a mandar a un productor conocido suyo. Nos dijo que nos avisaría. Regresamos a Mérida con la esperanza de que algún día nos llamaría Zuria o alguna casa disquera.

    Pasaron más de dos años y la llamada no llegaba. A veces, le marcaba a Zuria y me decía que no había nada, que las disqueras estaban buscando muchachitos para hacer grupos “poperos”. Puta madre. Mis cuates se desanimaron y se desintegró el grupo. Seguí en el bar tres años más. Agarré mis cosas y me fui a vivir a Morelia. De inicio tocaba en pequeños bares, en solitario. Me casé pocos años después con una coterránea que vivía ahí. Unos chavos del Conservatoria de las Rosas me escucharon una noche y finalizar hablaron conmigo. Querían formar un ensamble. No me parecía del todo mal la idea. Acepté. Por momentos me sentía viejo a lado de los chavos, ya tenía cincuenta y cinco años. Estaban limpios: no tomaban, ni se drogaban. En un festival del Conservatorio fue nuestra primera aparición en público. El anfiteatro estaba lleno a reventar. Los chavos tuvieron que hablar con el rector para que pudiera entrar sin mayor problema. Con ustedes, el ensamble “Rostro Acústico”, resonó en el anfiteatro. Luis, el pianista, empezó con un intro sincopado poca madre. Luego intervine con un blues modificado por Alberto, el arreglista del ensamble, era el más adelantado de su clase de composición musical y alternativas sonoras. Me volví a sentir poseído por la guitarra. La velada estuvo para el recuerdo. Después del concierto los becaron a todos ellos. Alberto me invitó a ir a Viena para explotar esa música que yo tenía por dentro. Rechacé la oferta, ya no estaba para esos trotes.

    Al cabo de un año, mi reputación en Morelia fue creciendo. Me invitaban a tocar en el Conservatorio, en bares de moda y otros lugares importantes. Cansado, decidí que quería enseñar y puse mi escuela de guitarra eléctrica en Morelia: Eco armónico. La artritis interrumpió mi carrera de guitarrista pocos años después. Regresé al litoral yucateco a terminar mis días y soñar con algún solo de guitarra. Cedí la escuela de guitarra a Alberto. Convenimos que me pasaría una lana mensual para irla pasando.

    Fumo un churrito, en el puerto de Chicxulub, mientras escucho “Sleep Walk” de Satriani. Respiro satisfecho. Alma, mi esposa, prepara unos deliciosos salbutes de huevo para la cena, mis favoritos.

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