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Fernanda y sus cancerberas.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Venator, 3 de Enero de 2010. Respuestas: 2 | Visitas: 652

  1. Venator

    Venator Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    12 de Junio de 2009
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    Se encaminaba hacia el salón de té-restaurante para encontrarse con sus amigos y con María Fernanda, rodeada de su séquito. Al llegar al local, Simón miró con atención tratando de ubicarlos y los divisó en una mesa lateral de la terraza.
    Las muchachas siempre se hacían acompañar de Amelia, a quien sin malicia llamaban Gorda, debido a su corpulencia y a su falta de gracia, aunque en el fondo todas la querían y deseaban su presencia. En cambio los varones pensaban que, tal como sucede en muchas ocasiones, la bonita se hacía acompañar de la fea para su realzar su belleza.
    Amelia era retraída y al igual que el resto de sus incondicionales seguía a María Fernanda. No la dejaban ni a sol ni a sombra y la imitaban. Fernanda sólo se dejaba querer y les daba pauta para que siguiesen en ese rol. Se sentía protegida. ¿De qué? No se sabía.
    María Fernanda solía coquetear con Simón y cuando él la invitaba se escabullía de manera sutil, no cortaba de raíz la posibilidad sino sugería que en otra ocasión podría ser. Simón no sabía por dónde ir ni qué hacer para llegar a ella.
    La joven de nariz delgada, pómulos angostos y unos ojos verdes de penetrante mirada tenía un talante que denotaba aparente calidez, y parecía estimular al acercamiento, pero un inefable rictus en su sonrisa cohibía cualquier iniciativa masculina. Semejaba a una bella pero lejana esfinge, que le gustaba dar la impresión de ser inalcanzable.
    ―Tú sabes que me gusta reunirme en grupo ―respondió Fernanda con dulce tono de voz, dejando un cálido aire tras sus palabras, pero el fulgor de sus ojos, su cuerpo, y ademanes, contrastaban lo dicho
    ―Es que así no podremos hablar tranquilos ―replicó Simón
    ―¿Por qué no?
    ―Todos están pendientes y meten baza en la conversación ―insistió.
    ―Simón, por favor, no seas tan perseguido, sí podemos, ¿no lo estamos haciendo ahora? Con todos es más entretenido ―finalizó.
    Al poco rato después, Fernanda avisó que se retiraba y al unísono todas sus amigas se levantaron con ella.
    ―¡Maldición¡ ¿Qué puedo hacer? Fernanda sabe que con su indiferencia me descoloca; lo hace deliberadamente ―reclamaba Simón.
    ―Deberías acercarte a la Gorda, Simón ―insinuó Hernán― con ella podrás estar más cerca de Fernanda, saber sus gustos, y conocer otras cosas que sólo se comentan entre mujeres.
    ―Lo malo es que primero tienes que caerle en gracia a la Gorda, y eso es tarea difícil de cumplir ―argumentó, algo irónico, Juan Carlos.
    ―Dejándose de tonteras, tal vez tengan razón. Vamos muchachos, cortemos cuatro palos de fósforos de diferente tamaño, y quien saque el más pequeño cortejará a la Gorda ―planteó decididamente Simón.
    Sus amigos lo miraron con cara de extrañeza y nadie cogió los fósforos que Simón les tendía.
    ―Eso es problema tuyo y de nadie más. Si quieres acercarte a Fernanda, abórdala a través de la Gorda, pero no pidas ayuda en esto ―le recriminó Hernán, haciendo fracasar por completo la iniciativa. El resto lo siguió de inmediato.
    Simón llamó por teléfono móvil de Amalia, pero éste sonó y sonó. No tenía mensaje de voz incorporado. Nervioso, se encaminó hacia el edificio de apartamentos donde vivía Fernanda. Repitió la misma acción con el número de Fernanda, y nada. Seguramente andan juntas y no quieren contestar…
    Cruzó la calle para vigilar la entrada del edificio. Aguardó observando la puesta de sol. El cielo fue cambiando lentamente de un colorido azul y encarnado, que oscilaba desde el rojo fulgurante hasta el amarillo pálido, y cual mosaico etéreo, evanescente, se convirtió en un manto fuliginoso, semejando alas de cuervo, que traerían la oscuridad[COLOR=#550055]. [/COLOR]
    [FONT=Times New Roman]Esperó una hora más, hasta que aparecieron Fernanda y Amelia. Caminaban muy juntas. De pronto, Amelia, con su gruesa mano, tomó a Fernanda por los hombros y la giró hacia ella. Frente a frente, con la mirada fija una en la otra, se abrazaron efusivamente. Riéndose y tomadas de la mano corrieron hacia la entrada del edificio. [/FONT]
    [SIZE=3][FONT=Times New Roman]Simón quedó perplejo, alzó los hombros y miró desconsolado: ¡[I]No tengo opción alguna!.[/I] Safo le había ganado la partida…[IMG]http://www.mundopoesia.com/foros/images/smilies/cry.gif[/IMG][/FONT][/SIZE][FONT=Times New Roman][/font]
     
    #1
  2. ROSA

    ROSA Invitado

    Vaya, me hilbanaste con tu historia,no tiene desperdiion .Seguire tus letras.Un abrazo
     
    #2
  3. Venator

    Venator Poeta recién llegado

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    12 de Junio de 2009
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    Gracias Rosa, seguiré mandando cuentos.
    Saludos,
    Venator
     
    #3

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