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Fiebre nocturna

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 10 de Diciembre de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 84

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    La noche siempre tuvo un eco distinto desde que te marchaste. No era solo el silencio, sino el peso de tu ausencia que se colaba por las rendijas de las ventanas, por debajo de la puerta, como una brisa que no enfría, que arde. Fiebre nocturna, eso eras tú.

    Te recuerdo entre fragmentos, como una película en blanco y negro que alguien olvidó rebobinar. Un cigarrillo que nunca se apaga, la llama brillando en tus ojos como si allí se gestara el fin del mundo. Decías que éramos un accidente hermoso, un cruce de trenes a mitad de la madrugada. Nunca supe si lo decías para quedarte o para justificar la huida.

    En estas noches febriles, los objetos conspiran. La taza rota, el reloj sin pilas, la cama con sus esquinas vacías. Todo tiene tu nombre grabado, aunque nunca lo pronuncie. Intento borrar tus huellas con un trapo húmedo, pero cada vez que froto aparecen otras nuevas.

    Hay algo de cruel en los relojes nocturnos, en ese tictac que parece marcar un tiempo que no avanza, que se estanca en el recuerdo. A veces, cuando cierro los ojos, me pregunto si fui yo quien te imaginó. Si acaso eras un delirio febril, un espejismo en medio de un desierto donde todo olía a promesas rotas y humo de café.

    "Amores perdidos," susurra la radio vieja, como si quisiera darme una respuesta. Pero tú no eres un amor perdido. Eres un amor suspendido, como una fruta que nunca cae del árbol. Un amor que se queda en el aire, inalcanzable, burlón.

    La fiebre nocturna tiene tus dedos largos, tus manos como pájaros que rozaban la piel sin aterrizar jamás. Es un fuego lento, un incendio que no consume, pero que tampoco deja nada intacto.

    Y así, noche tras noche, el insomnio es mi única compañía. Pienso en los cruces de trenes, en las palabras no dichas, en los relojes que se niegan a avanzar. Quizás algún día, cuando la fiebre ceda, olvidaré que alguna vez estuviste aquí. O quizás, con suerte, la fiebre me consuma y me lleve contigo, a ese lugar donde los amores suspendidos se encuentran y las palabras tienen un final.
     
    #1

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