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Flash-back

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Pessoa, 22 de Septiembre de 2014. Respuestas: 2 | Visitas: 684

  1. Pessoa

    Pessoa Moderador Foros Surrealistas. Miembro del Equipo Moderadores

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    FLASH-BACK


    El cristal de la ventana, recorrido en su exterior por gruesas gotas de lluvia, de recorridos inciertos, reflejaba turbiamente el rostro de una mujer; un rostro anguloso, demacrado, monocromo en aquel vidrio que separaba dos mundos igualmente inclementes, en los que la diferente densidad del tiempo determinaba su duración; en el interior, una atmósfera pesada, cargada por los vapores del alcohol y tabaco mal quemado, parecía que fuese un bloque transparente, húmedo e inanimado; en el exterior la lluvia lavaba ahora las casas y los campos, limpiándolos de los habituales humos y miasmas, haciendo pasajeramente soportable la fetidez del arrabal; y ese cierto dinamismo permitía perfilar las horas, los días, los ocasos y las tristes amanecidas.


    La mujer, enteca de carnes y de mirardesvaído, parecía sobrevivida a las privaciones de una vida hostil; se abrigaba con una extraña mezcolanza de ropas raídas, exóticas y anacrónicas. Aún sobre su cabeza, de cabellos greñudos, torpemente tintados de amarillo, se balanceaba grotescamente un tocado de flores multicolores, una especie de réplica extravagante del maquillaje que deformaba su rostro. Sus brazos exangües se extendían sobre una especie de mesa camilla, mostrando unas muñecas huesudas; un observador atento vería sobre la parte interior antiguas cicatrices que cruzaban las venas del antebrazo. Las manos, de dedos delicados, deformados por la artrosis y crispados por el dolor o la angustia, estaban recorridas por los abultados salientes azul-violáceo de las venas. Varias fotos y algunos papeles escritos a mano, posiblemente viejas cartas de su ya lejana juventud, se extendían sobre el tapete sucio y deshilachado. Asimismo una botella de aguardiente y un vaso a medio vaciar subrayaban aquel sórdido ambiente en el que languidecía la vida de un desgraciado ser humano. En el mísero cuartucho apenas un jergón desvencijado sobre el que se arrebujaban ropas en desorden, un anaquel donde se apilaban algunos platos y vasos, una jofaina desportillada sobre un taburete y la mesa y la silla ocupadas por la mujer, eran todo el mobiliario que acompañaba la indigencia de su moradora.


    La mujer ahora observaba con atención una de las fotografías amarillentas y deterioradas: la fotografía de una niña de unos ocho años, de aspecto enfermizo, con cabello lacio y pobre. Vestía un humilde vestido que parecía ser el uniforme anticuado de algún colegio religioso. La mujer llora sobre aquellas ruinas de su pasado. Es un llanto manso, resignado, una especie de llanto de despedida, irremisiblemente aceptada, que se hace a un ser querido al que pronto dejaremos de ver. Entre los vapores del alcohol que enturbian su mente la figura de aquella niña se va abriendo a la débil consciencia que aún anima a la mujer. Toda una vida. Allí, en aquella inocente figurilla y aún antes, empezó toda una vida de dolor, privaciones y renuncias.


    Hija no querida – la terrible guerra que por entonces asolaba al país no permitía a las buenas gentes de pueblo acceder a eso por lo que los llamaban proletarios, a la prole- nació entre las ruinas de un reciente bombardeo, como una premonición de lo que luego sería su vida. Desnutrición y precarias condiciones hicieron muy difícil su supervivencia en aquellos primeros tramos de su recorrido vital. Y aquello marcó su carácter y su propio físico.Parecía permanentemente asustada; el fragor de la guerra se instaló en algún lugar recóndito de su pequeño cerebro, asomando como un terrible monstruo que la inmovilizaba y acallaba hasta en los inocentes juegos infantiles.


    Las manos de la mujer seguían triscando nerviosamente entre los papeles extendidos sobre la mesa. Abrió una carta al azar: “Queridísima Rosario: Esta es mi última noche. Cuando leas estas líneas ya habré muerto, fusilado, como un traidor a la patria. Yo, que tanto amo a esta tierra sangrante que es España. Tanto como te amo a tí. Recuérdame siempre. Recuerda nuestro amor y todo lo con él pensábamos lograr. Mi último pensamiento será para tí y tu rostro la última imagen que me acompañe al más allá. Te amo. Rafael.”


    Una crispación repentina, urgente, posiblemente incontrolada, la hizo arrugar el viejo papel entre los dedos.
    Al azar tomó un destartalado cuadernillo de tapas verdes: “Libro escolar de la alumna: Rosario Gómez Illera. Colegio de La Asunción. Rvdas. Madres del AmorHermoso. Madrid.” Un colegio religioso para huérfanos de la guerra. Entre sellos y borrones podía todavía leerse el informe final de la Dirección del Colegio: “Alumna poco brillante. Apática y enfermiza. Se le concede el Certificado de Estudios Primarios, recomendando su dedicación a labores femeninas.” Ese fue el marchamo -unas líneas escritas con letras puntiagudas y un sello violáceo- que condicionó su formación y su lugar en la vida. Debería dedicarse a“labores femeninas”: criada de servir, obrera no cualificada,madre de familia, prostituta... Prostituta; con aquel cuerpecillo suyo, esmirriado y con tan poca gracia; pero en la posguerra era una opción fácilmente alcanzable. Siempre habría alguna madame poco exigente. Claro que tendría que hacerse adepta al Régimen, por si las inspecciones. A ese Régimen que asesinó al hombre a quien dedicó intensamente su corta vida. Prostituirse como un permanente insulto, una roja maldición a esa nación cainita y deshumanizada,destrozada por odios, entre los que el suyo sería justificado, puede que exaltado por alguien, como un ideal arrancado brutalmente.


    Fuera la lluvia arreció con fuerza.Gruesos lagrimones iban cubriendo el vidrio de la ventana y sus recorridos irregulares, casi dramáticos, se sincronizaron con los recorridos obligados que las lágrimas de la mujer hacían por los surcos de su rostro, desde los ojos casi apagados hasta las comisuras de los labios, desde los labios hasta el mentón y el cuello de tendones perfilados. Desde el cuello hasta el pobre corazón de aquella vieja y digna prostituta. La desvalida bombilla que apenas iluminaba el escaso recinto osciló movida por una ráfaga de aire. Una trágica fantasmagoría envolvió, haciéndola temblar, a la mujer. Sus miedos de siempre. Fuera se oyó el silbido penetrante de un tren. El rápido del sur. Apenas cinco minutos, fue el turbio pensamiento de la mujer. Cinco minutos desde la caseta del guarda-agujas que por caridad le permitían utilizar como precario refugio, hasta que el tren pasase frente al edificio. Un ojo ciclópeo,fuertemente iluminado, contempló entre la lluvia el espantajo de una mujer que, entre las vías, braceaba angustiada ante el monstruo que había de liberarla. Después todo fue silencio.
     
    #1
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  2. MARIANNE

    MARIANNE MARIAN GONZALES - CORAZÓN DE LOBA

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  3. Nancysant

    Nancysant Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Última modificación: 3 de Febrero de 2015

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