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Franklin Mieses Burgos - República Dominicana

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por VAGABUNDO, 13 de Marzo de 2005. Respuestas: 0 | Visitas: 9730

  1. VAGABUNDO

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    Franklin Mieses Burgos
    (1907 – 1976)

    Nació y murió en la ciudad de Santo Domingo. Autor de una breve e intensa producción poética. Resalta por su exactitud a la técnica, su profundo lirismo y conceptos filosóficos de tinte existencial. Mieses Brugos fue uno de los iniciadores del movimiento literario de su país llamado "Poesía Sorprendida". Se determina por el acendrado Surrealismo y por su posición antidictatorial, en este caso, contra el gobierno del dictador Rafael Trujillo. Otros poetas que formaron parte de este grupo otros autores como Freddy Gastón Arce, Aída Cartagena y Gilberto Hernández Ortega, entre otros.

    Podemos citar, entre sus múltiples obras poéticas, cronológicamente, las siguientes: Torre de voces (1929 –1936), Trópico íntimo (1930 –1946), Propiedad del recuerdo (1940 – 1942), Clima de eternidad (1944), 12 sonetos y una canción a la rosa (1945 – 1947), Seis cantos para una sola muerte (1947 – 1948), El ángel destruido (1950 –1952) y Al oído de Dios (1954 – 1960). Aquí presentamos un florilegio entresacado de varios de estos libros.

    En cuanto a su poesía resumir algunas de las características que se encuentran en su poesía. Escribe al estilo tradicional con la misma facilidad con que escribe de acuerdo a la vena modernista y posmodernista. Al lado de una poesía sumamente elaborada y difícil encontramos poesía de formato popular, extremadamente musical y fácil. Puede seguir los moldes métricos de los antiguos como incurrir en los del momento vanguardista, etc.

    Pero lo más admirable es que, bien escriba de una u otra manera, siempre se muestra auténtico en sus metros y temas. Emplea a veces metáforas sorprendentes, hasta llegar a lo audaz. Se nota con frecuencia mucho colorido sensual como substrato de lo onírico y psíquico y surrealista. Pero sobre todo ello, sobresale su apego al trópico: el sol, la vegetación exuberante y el mar. El mar es la marca común de casi todos los poetas isleños.
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    Algunos de sus poemas:


    DESVELADO CAÍN

    A la orilla del aire yo destruyo la sombra
    delgada de los pájaros
    solitarios que habitan caídos en el cielo
    pequeño del rocío,
    de ese húmedo espejo donde todas las cosas
    del alba se derrumban,
    se hunden en el frío metal en donde el trino
    sonámbulo se hermana con la niñez del agua.

    A la orilla del aire yo destruyo la rosa
    del rosal, la azucena,
    la nube y la guitarra que también es alondra
    nacida en una nueva
    presencia quejumbrosa de metales heridos.

    A la orilla del aire yo destruyo el aliento
    del ángel, la paloma.

    Nada queda en mis manos que no rompa
    en procura de mí mismo en el fondo,
    en la íntima entraña sepulta de las cosas
    donde lo eterno esculpe su máscara de siempre,
    su soledad más honda.

    ¡Oh Padre imaginado
    tras el terrible cielo por donde pasa el viento
    del misterio soplando la voz de sus campanas!

    -¿Qué cosa es que supongo hallar
    tras de tu niebla?
    ¿Cuál enigma vislumbro oculto tras la negra
    semilla de tu árbol?

    La noche milenaria
    que enroscada descansa sin rostro entre mis huesos,
    la noche que me oprime por dentro y me devora,
    ¿no es la misma que cava con sus dedos de sombra
    su abismo en los objetos?

    Por aquí desemboco rodando hasta la gota
    donde la más antigua de mis voces descansa.

    Si tú el cálido aliento de tu pulmón soplaste,
    para forjar del barro miserable la estatua
    preciosa de la vida.

    Yo levanté mi mano valiente hasta tu rostro,
    para inventar la humana presencia de la Muerte.

    Desde entonces yo he sido también un dios creador,
    arquitecto único de ese orbe distingo
    donde el fecundo cielo no hizo del verbo luz,
    sorda parte de un mundo donde la intacta sombra
    es virgen todavía.

    No es Abel el que muere herido por el golpe
    salido de mi mano, no es Abel el que muere.

    Con él sólo destruyo las formas permanentes
    del símbolo primero:
    igual me hubiera sido la presencia de alba,
    lo inmutable del cielo.



    CANCIÓN DE LA VOZ FLORECIDA

    Yo sembraré mi voz en la carne del viento
    para que nazca un árbol de canciones;
    después me iré soñando músicas inaudibles
    por los ojos sin párpados del llanto.

    Colgada sobre el cielo dolido de la tarde
    habrá una pena blanca, que no será la luna.

    Será una fruta alta, recién amanecida,
    una fruta redonda de palabras
    sonoras, como un canto:

    maravilla sonámbula de un árbol
    crecido de canciones, semilla estremecida
    en la carne florecida del viento:
    -mi voz.
     
    #1

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