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Fuego contra el fuego

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Kwisatz, 7 de Enero de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 768

  1. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    FUEGO CONTRA EL FUEGO


    Todavía somnoliento, sentado en un mullido sillón, Adam Smith observaba a través de una ventana empañada de una céntrica oficina de Londres el escaso tráfico a altas horas de la madrugada.
    Involuntariamente hizo un amago de bostezo mientras se masajeaba la nuca en un vano intento por despejarse.
    Junto a él se encontraban dos tipos anónimos que le habían sacado de la residencia estudiantil en mitad del sueño.
    Apenas había cruzado palabra con ellos. Simplemente se habían identificado como miembros de la Fundación Grow & Delevopment y le habían instado a que se vistiera con lo primero que tuviera a mano para acompañarles.
    El propósito seguía siendo una incógnita, pero por la urgencia con la que se desarrollaban los acontecimientos se adivinaba la importancia del asunto, fuera el que fuese.
    Sin embargo Adam seguía sin alcanzar a comprender qué podía ser tan imperioso como para prácticamente arrastrarlo fuera de su cama aquella fría noche.
    Desde que tenía uso de razón había sido miembro de la Fundación, la cual lo había acogido en su seno y le había proporcionado todos los medios necesarios para que consagrase su vida al estudio.
    Con tan sólo 25 años ya contaba con licenciaturas en Derecho Internacional, Economía, Sociología y Ciencias Políticas. Además hablaba a un nivel excelente el español, el portugués, el francés y el alemán, y tenía conocimientos básicos de chino y ruso.
    Era uno de los estudiantes más prometedores de la organización y le habían augurado un brillante futuro en diversos campos.
    Se sentía un privilegiado, sobre todo teniendo en cuenta sus orígenes.
    Según tenía entendido cuando la Fundación le adoptó acababa de quedar huérfano. Sus padres, cuyos nombres aún desconocía, acababan de morir en un ajuste de cuentas por un asunto de drogas.
    Al parecer eran traficantes de poca monta y consumidores habituales de heroína que operaban en unas viviendas sociales situadas en el East End londinense.
    Sin duda había sido un golpe de fortuna que la Fundación le rescatase de aquel funesto destino y era por ello que su devoción por ella era total.
    Consciente de su pasado y de su suerte, Adam había alcanzado la determinación de aprovechar todas las oportunidades que le brindara la vida sin importar el esfuerzo que requiriese.
    De pronto uno de los dos tipos que le habían escoltado se dirigió a él sacándolo de su ensimismamiento

    - Ahora serás recibido por el Sr. Highway. La conversación mantenida con él, así como cualquier información que se revele durante la misma será mantenida en secreto.

    Adam tardó un par de segundos en asentir debido al estupor que le había causado el nombre mencionado.
    Alexander Highway era el presidente de la Fundación. Y no solo eso, era uno de los hombres de negocios más importantes del planeta. En los círculos de poder de todo el mundo se le conocía con el apodo de El Misterioso Alejandro Magno debido a su oscuro pasado y el gran imperio empresarial que había creado a partir de la nada durante la segunda mitad del siglo XX. Era algo así como una leyenda viva.
    Y ahora iba a entrevistarse con él en aquellas misteriosas circunstancias.
    Adam se pellizcó de nuevo para comprobar si no estaba soñando y se levantó del confortable sofá para seguir al escolta que le había hablado.
    Atravesó un largo pasillo enmoquetado con despachos cerrados a cal y canto a ambos lados hasta que llegaron a su final.
    Se vieron en frente de una gran puerta de roble macizo custodiando la entrada a la sala donde sería recibido.
    En la puerta se podía leer en letras doradas Julius Sander Director.
    El escolta llamó educadamente a la puerta y a continuación procedió a abrirla.
    El despacho se reveló como un gran espacio en penumbra. Sólo se veía una enorme mesa al fondo iluminada por un foco de luz que dejaba entrever la silueta de una figura humana sentada de espaldas a un amplio ventanal.
    Adam titubeante dio su primer paso hacia el interior, caminó lentamente hasta llegar a la mitad del recorrido entre la puerta y la mesa y se detuvo.
    Escuchó como la puerta se cerraba tras de si. A continuación se hizo el silencio en la sala durante unos tensos segundos.
    Finalmente una voz quebrada y grave aunque amable rompió el silencio para invitarle a que se sentase en la butaca dispuesta frente a él.
    Sin pensarlo un instante Adam accedió presto a la invitación y se sentó en el lugar indicado.
    El hombre que tenía frente a si tenía en torno a los setenta años. Poseía unas facciones distinguidas y una cuidada barba que le confería un aspecto aún más venerable.
    Sin embargo los ojos era lo que más destacaba de aquel rostro. Eran de un azul cristalino y frío, vidriosos y cansados ahora, pero que revelaban indicios de una voluntad de acero en tiempos pasados.
    Las pronunciadas bolsas que enmarcaban su mirada le conferían gravedad y sabiduría a su rostro.
    Sin duda aparentaba ser lo que era, un hombre formidable.

    - Tú debes ser Adam Smith, ¿me equivoco?
    - Eso es, señor

    Alexander esbozó una amarga sonrisa en su cara.

    - Adam Smith… qué buen chiste. No te lo tomes como una afrenta personal muchacho, pronto comprenderás.
    - No señor.
    - Por favor dirígete a mí como Alexander. Ahora mismo, dentro de este despacho, somos sólo dos personas charlando, olvidemos los formalismos.

    Adam asintió levemente, pero no pudo evitar pensar que las personas corrientes no suelen mantener charlas a altas horas de la madrugada, si no hay una razón importante…

    - Deduzco por tu rostro que ahora mismo te estás interrogando por las razones que te han traído ante mí esta noche a tan altas horas de la madrugada.
    - En efecto
    - Verás Adam, no me queda mucho de vida. Probablemente mañana esté muerto. De ahí la necesidad de mantener esta conversación contigo a estas horas intempestivas.

    La estupefacción había reemplazado a la somnolencia. Sin embargo Adam creía estar todavía soñando en su cama de la residencia.
    Estaba en un despacho a altas horas de la madrugada sentado junto a uno de los hombres más poderosos del planeta, el cual le acababa de anunciar su muerte.
    Tenía que ser un sueño, no podía haber otra explicación.
    En cualquier momento esperaba que todo se desvaneciera, pero la mirada de Alexander seguía allí, escrutando la suya.

    - Comprendo el shock que puede causarte mi anuncio. No era como lo había planeado en un principio, pero los acontecimientos se han precipitado y no dispongo de más tiempo, así que quiero que me prestes toda tu atención.
    Entiendo que sabes quién soy ¿verdad?
    - Naturalmente señor, usted es Alexander Highway, uno de los hombres de negocios más poderoso e influyentes del panorama internacional, dueño de uno de los holdings empresariales con más activos…
    - Bien, bien Adam, ya veo que estás al corriente de mis actividades, pero no quería citarte aquí para que recitaras mi curriculum. Ahora quiero que escuches lo que te voy a decir porque va cambiar tu vida de forma radical.
    Verás mi querido pupilo, a lo largo de mi dilatada vida empresarial he hecho muchos enemigos que ahora quieren verme muerto.
    Pero lo que me llevará a la tumba no será otra guerra empresarial por unos determinados intereses económicos. Eso es lo que he hecho creer a todo el mundo hasta que ha caído el telón y han visto mis auténticas intenciones.
    Ahora me temen, porque tengo en mis manos el poder y la clave para desmoronar todo el sistema económico mundial.
    Hoy por hoy probablemente sea el terrorista más peligroso del planeta. Un terrorista económico…
    - Señor, no comprendo, cómo es posible…
    - No me interrumpas Adam y por favor dirígete a mí como Alexander, no quiero más boatos cuando estoy a punto de abandonar este mundo. Sólo deseo poder quitarme ya este disfraz y disfrutar estos últimos momentos de mi vida desde la persona que soy y no desde el personaje que he creado.
    El concepto es muy sencillo, Adam, mi propósito es destruir el sistema capitalista desde sus cimientos. No voy a entrar a describir los motivos personales que me han impulsado a tomar esa decisión.
    Cuando yo muera te será entregado, a ti y sólo a ti, un diario personal que he estado escribiendo durante los últimos 40 años para que conozcas de mi puño y letra todos los detalles.
    Pero ahora sólo quiero transmitirte las líneas maestras del plan, porque quiero que tú continúes mi labor.
    Verás, Adam, antes de que se empezara a hablar de términos como globalización y deslocalización, yo ya tenía formada una visión de la nueva economía.
    Sabía que el Telón de Acero caería, la derrota del modelo comunista ante el modelo capitalista era cuestión de tiempo, puesto que sólo este último era consecuente con la naturaleza humana. Una convicción más filosófica que económica, pero fundamentada en las mismas raíces de nuestra naturaleza humana.
    A finales de la década de los 60 empecé a establecer mis empresas en países africanos.
    Mi estrategia inicial fue asentarme en el mercado internacional de materias primas, así que mis primeras empresas se dedicaron a conseguir concesiones para la explotación de recursos naturales de toda índole a base de pactar con todo tipo de diablos.
    Señores de la guerra, dictadores, espías soviéticos y estaunidenses, embajadores, contrabandistas, mafias internacionales… Una lista de lo más variopinta, te lo aseguro.

    No me siento particularmente orgulloso de estos pactos firmados con sangre en muchos casos, pero este primer paso era de vital importancia para la consecución del plan maestro y no tuve más remedio que convertirme en un ser maquiavélico y amoral en aquellos días para lograr mis fines.
    Como bien sabrás Adam, el control de las materias primas confiere un gran poder dado que es la fuente de donde nace cualquier actividad industrial.
    Si controlas la fuente lo controlas todo.
    Sin embargo no era ese mi objetivo, en parte porque aún era demasiado débil para mantener el control sobre dichas fuentes sin el beneplácito de los diablos que me habían aupado a esa posición dominante.
    Durante un tiempo sencillamente me dediqué a enriquecerme y a confundirme como un especulador más dentro del amplio espectro de aves carroñeras que pueblan los mercados bursátiles de todo el mundo.
    Una vez alcance las reservas de capital necesarias emprendí la segunda parte de mi plan, la manufacturación.
    Creé nuevas empresas dedicadas a la producción de todo tipo de productos elaborados y semielaborados aprovechando las materias primas de las que yo era productor.
    Este movimiento fue observado no sin cierto recelo por los poderes económicos mundiales.
    Controlar las materias primas confiere un gran poder, pero disponer de toda la cadena de valor te convierte en un elemento independiente difícil de controlar.
    Me costó mucho convencer a los señores de la economía mundial de que mis motivaciones no iban más allá de una ilimitada ambición de riqueza.
    En cualquier caso en esos momentos todavía no había extendido los tentáculos de mi holding empresarial hacia la logística y la distribución, y fue por ello que conseguí salvar in extremis aquel envite.
    Mi imperio empresarial crecía y crecía, y yo acataba las reglas del juego. Explotaba sin pudor los recursos humanos y materiales a mi alcance en los países del tercer mundo donde me había asentado, obteniendo costes de producción ridículos en comparación con los precios de venta final al público en los mercados del primer mundo.
    Los pingües beneficios los empleé para construir mi propio imperio de logística, consiguiendo de este modo matar dos pájaros de un tiro.
    Conseguía una mayor independencia para mis empresas y eliminaba un potencial peligro de bloqueo.
    Fue a finales de la década de los 80 cuando dí comienzo a la tercera, y más arriesgada, parte de mi plan.
    Bajé mis precios de venta paulatinamente para captar cuotas de mercado cada vez más importantes en los mercados de destino de mis mercancías.
    Esto implicó que mi margen de beneficio era cada vez más estrecho, pero logré subsanarlo en parte mejorando la eficiencia de mis empresas.
    En realidad Adam como quizás estés intuyendo ya, mi objetivo nunca fue el lucro. Tan sólo era la piel de cordero que escondía el lobo que estaba a punto de asomar las orejas.
    Este movimiento volvió las miradas de los señores del poder económico hacia mí y las primeras demandas por dumping y cortapisas legales en las aduanas empezaron a llegar.
    No obstante yo respondí bajando aún más mis precios espoleando la avaricia de los distribuidores que veían en mí un proveedor ridículamente barato.
    Gracias a la interpelación de estos gigantes conseguí preservar mi imperio de las iras de mis competidores.
    No estaba jugado limpio según sus términos. ¿Qué clase de hombre de negocios sería tan estúpido de reducir sus precios hasta prácticamente equipararlos al de sus costes?
    Sólo hay una respuesta, alguien que quiere destruir a su competencia, o lo que es más: alguien que quiere destruir el modelo económico en el que se sustenta.
    Han puesto precio a mi cabeza Adam, ya han adivinado mis verdaderas intenciones.
    Afortunadamente todavía creen se trata de un imperio personal. Piensan que quitándome de en medio pondrán fin al plan.
    Pero ahí es donde entras tú, Adam.

    Adam se encontraba tan absorto escuchando aquella increíble historia que le costó unos pocos segundos reaccionar y darse por aludido ante el repentino silencio.

    - ¿Yo? ¿Cómo? Es, es… es que no sé ni por donde empezar Alexander, es una responsabilidad demasiado grande, es…

    - No Adam –interrumpió Alexander- sé que estarás a la altura de las circunstancias. He seguido tu trayectoria muchacho, conozco los detalles de tu vida y la devoción que sientes hacia la Fundación. Es por ello que te considero mi sucesor.Tú también formas parte de mi plan.
    Verás, yo sabía como acabaría mi plan, sabía que no viviría para ver su consecución.
    Es por ello que cuando dí comienzo la última parte del mismo también cree la Fundación Grow & Development.
    Aparentemente sólo parecía otro acto más de filantropía desinteresada por parte de un adinerado empresario que deseaba comprar el respeto de sus semejantes, nada que llamara la atención.
    La Fundación se dedicaba a acoger y educar a niños de todo el mundo provenientes de los estratos más bajos de la sociedad.
    Dichos niños recibían una esmerada educación en las mejores Universidades del mundo para que en un futuro pudieran integrarse en las filas de mi organización y así obtener las mentes más capaces y dedicadas posibles.
    Pero eso sólo era la apariencia, porque lo que en realidad estaba haciendo era armar un ejército personal de gente joven y preparada que continuaría mi labor. Y tú Adam serás el general.

    Durante unos instantes el silencio volvió a imperar mientras Adam y Alexander se miraban fijamente a los ojos, ambos inmersos en una tormenta de pensamientos y emociones encontradas.
    Finalmente Adam habló

    -Acepto el reto Alexander, no lo decepcionaré
    - Ahora ya no eres un muchacho ante mis ojos, ahora eres un hombre, mi sucesor. Haz que me sienta orgulloso de ti, quiero que demuestres al mundo que no fue vana la fe depositada en este proyecto que se ha convertido mi vida.
    Escucha con atención Adam, porque esto es lo último que voy a decirte.
    Como ya he mencionado antes, mi muerte es inminente.
    Cuando yo muera mi imperio empresarial se desintegrará. Pero sólo lo hará en apariencia.
    En realidad cada parte del mismo será adquirida por una sociedad tapadera creada y dirigida por gente de mi confianza.
    Deben creer que es un simple festín de cuervos y que la amenaza ha desaparecido conmigo.
    Tú y tu equipo permaneceréis en la sombra durante diez años, hasta que este asunto se enfríe y sea olvidado.

    Una vez haya pasado ese tiempo reclamarás a cada una de las sociedades tapadera la parte del imperio que corresponde, mediante lo que serán en apariencia OPAs hostiles.
    Hasta entonces dirigirás un banco de inversiones desde el cual realizarás todas las operaciones. Tu misión hasta ese momento será hacer medrar dicho banco sin levantar sospechas de ningún tipo, debes aparentar ser un banco ordinario más, no hagas ninguna operación espectacular, no llames la atención, pero conserva tu independencia a toda costa.
    Debes tener presente que aunque yo no esté habrá gente vigilando tus acciones.
    No quiero que creas que no confío en ti, Adam, pero no dejaré que nadie tuerza mi plan, ahora nuestro plan ¿comprendes?

    - Sí, señor. No le decepcionaré.

    - Excelente – dijo Alexander mientras exhalaba un suspiro entre el cansancio y el alivio-
    Recuerda siempre el lema secreto de nuestra organización Adam: El fuego contra el fuego.
    Ahora ya puedes retirarte, tengo que prepararme para mi última representación.

    Un enérgico apretón de manos selló el final de la entrevista.
    La última vez que Adam vio a Alexander Highway fue contemplando el incipiente amanecer que ya se vislumbraba desde el amplio ventanal de la oficina donde habían hablado por primera y última vez. Aquella que se disponía a abandonar para no volverla a pisar nunca más.
     
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