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Giros del destino... parte II

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Almendra_135, 15 de Febrero de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 529

  1. Almendra_135

    Almendra_135 Poeta recién llegado

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    Género:
    Mujer
    II capitulo

    Cuando caían los primeros rayos de luz, Natalia López se dispuso a correr por el muelle. Podía sentir el rumor de las olas que sutilmente acariciaban la arena y al tibio viento que llevaba su cabello a la frente.
    En cada paso podía percibir algo de la libertad que ya no poseía.
    Si bien las obligaciones que debía asumir por su familia no resultaban una carga, si lo era aquel hombre que decía amarla o que forma tan asfixiante de amar.

    - Correr y correr hasta desaparecerme- esos eran sus pensamientos, que silenciosos se reflejaban en sus ojos tristes.

    Empezó a observar el mar y vio que alguien salía del agua, esa imagen hizo que el mundo se detuviese por un instante.
    Vio a aquel hombre de cabello rubio mojado de sal marina, su torso parecía esculpido en mármol, brazos fuertes que la envolverían en la pasión y su bañador negro que insinuaba la proporción para el arte del placer. Sin duda alguna, era el David de Miguel ángel.

    Se sentía embelesada, hipnotizada y sobre todo aunque haya sido una fantasía visual… estaba viva.
    Cuando aquel rubio estaba a punto de voltearse, Natalia hizo el movimiento de amarrarse una agujeta del zapato.

    En ese momento, Paolo veía el muelle y solo había el típico tráfico de gente de los fines de semana, caminando u corriendo bicicleta:

    - Que raro, tuve la rara sensación de ser observado. Impresiones mías, cada día veo menos.- tomo su toalla, se coloco sus lentes y siguió su camino.

    Fue infiel por primera vez, aunque haya sido de pensamiento, si bien Miguel era una versión morena de este hombre… no siempre una apariencia externa era sinónimo de felicidad en todos sus aspectos.

    Cuando lo conoció, Miguel era un hombre educado y de buenas costumbres, cuando establecieron una relación amorosa lo único que hacia era criticar desde su modo de vestir hasta su forma de caminar.

    - con esa minifalda y caminando como si estuvieses en una pasarela, lo que estas es incitando a los hombres a decir malas palabras- siempre Miguel en ese tono arrogante.
    - Acaso no fuiste tu quien me dijo que te gustaba ver mis lindas piernas pero tienes la opción de estar con otra que puedas llevar toda cubierta y sumisa.
    - Ni se te ocurra burlarte o levantarme la voz de esa manera- le dijo Miguel apretándole el brazo
    - Prefiero el encierro a tener que soportarte eternamente.
    - Querida no te daré el gusto, eres mía y de nadie mas.

    Ella no podía entender esa fijación que tenia. Por eso era tan feliz en aquellos paseos que se daba por el muelle y después de tanto tiempo, había visto algo que le devolvió la sangre al cuerpo y que la hizo vibrar.
    Solo se metió a la bañera y ni el agua fresca pudo calmar esas ansias de fantasear. Ella aun era mujer… mas allá de ser un cuerpo que deseaba ser tocado. Era un alma herida por las circunstancias de aquella mala elección.

    La muerte de su padre fue repentina, dejándolas a ella y a su madre a la deriva con la hipoteca, fue cuando Miguel aprovecho la oportunidad de rescatarla aparentemente. Su sueldo no podía saldar la deuda y acepto la ayuda de Miguel bajo sus términos. Lo hacia o se iba a la calle.

    Si bien en brazos de Miguel no era nada más que la mujer objeto, además de estar en una cama, no tenía ni voz ni voto en su vida. Natalia se sentía vacía e insatisfecha, Miguel la besaba con demasiada brusquedad y el vaivén sexual no la hacia perder el juicio, siempre se quedaba viendo al techo.

    Se quedaba viéndose en el espejo mientras secaba su cabello y se decía en sus pensamientos:

    - ¿Qué he hecho yo para merecerme esto? La agobiaba la culpa de su mala elección.

    Recordaba aquellas veces en que el se levantaba de la cama luego de satisfacer sus instintos carnales, sin hacerle algún cariño, como aquel macho arrogante que satisfacía sus instintos:

    - El otro día estuve con una mujer, novia de un amigo- decía Miguel regodeándose de su conquista - dijo que yo era de alto voltaje, que pena de mujer… apenas de movía.
    - Por fin alguien siente su presencia viril- le dijo Natalia con un toque de ironía.
    - El que tú no sientas no es mi culpa.
    - No se supone que hacer el amor como tu dices solo hay dos, pero tu solo eres un egoísta que solo piensa en su propia satisfacción.
    - Nadie sabe darme tu calor y tu pasión- le dijo rodeándola fuertemente en sus brazos- te juro que si te vas con otro, en vez de ir presa, yo te mato.

    Recordaba todo lo que vivía y una lagrima rodó por su mejilla, rogaba todos los días por salir de esta pesadilla.
    Sonó el timbre de su apartamento y en eso vio a su querida amiga Yolanda.

    - Hola Yolanda, ¿y esa caja de herramientas?
    - Querida, fue lo único que encontré para colocar todos mis instrumentos. Romeo tiene muchos talentos pero no el de ser mecánico- lo decía Yolanda entre risas.
    - Te pedí una manicura sencilla y no la reparación de mi aire acondicionado. Ven siéntate, te serviré algo de te frío.
    - Vaya con estas manos- mientras Yolanda le iba limando las uñas- eres la única que por este exceso de cutícula, le salen esos cachitos.
    - Al menos son los únicos que desaparecen.
    - Por lo menos desapareció ese estorbo de tu novio para que podamos tener un tiempo de intimidad. Realmente es asfixiante su presencia contigo por todos lados. Cela hasta tu sombra.
    - Es su manera de ser. – decía Natalia para justificarlo.
    - ¿Lo justificas? Pronto te hará una cadena de paseo para que salgas con el.
    - Estas exagerando Yolanda, es arrogante pero no mala gente.
    - No me equivoco. Yo pase una vez por esto y fue un infierno. Lo último que hizo fue darme una bofetada cuando hablaba cortésmente con el camarero. Eso fue lo último. No tenia dinero para un abogado, así que en la organización que donde conocí a Romeo.
    - Cálmate Yolanda, son suposiciones tuyas. Miguel no tuvo mucho afecto en su vida y con paciencia lo voy a cambiar.
    - Eso decía yo- Yolanda suspiro con tristeza- pero tu sabrás que hacer. Cambiemos el tema, estoy organizando una fiesta para mi cumpleaños y espero no verte con ese pegoste.
    - Tranquila, estará de guardia ese día. Además será de disfraces, se me hace más fácil ser invisible.
    - Se te ve mas contenta, algo pasa en las mañanas por ese muelle- Yolanda lo decía con picardía- ¿Conociste a un pescador, mientras fortalecías tus huesos?
    - Debió ser un turista norteamericano pero una de las imágenes más hermosas que he visto en mi vida.
    - Cuidado si se entera aquel, capaz vaya y revise debajo del agua para descubrir tu infidelidad.
    - Déjame soñar un momento, estaré miope pero no muerta.
    - Tendré mas tiempo libre del salón, llego Paolo, el hijo de Marina.
    - Creo que Romeo lo ha mencionado mas de una vez, su amigo de fiestas. Ahora si deberás ir con cuidado, puede descarrilarse el hombre- decía Natalia una sonrisa.
    - Es amigo de mi santo Romeo desde la infancia. Claro que su regreso ha sido forzado. Se divorcio y perdió su empleo. ¿Qué hacen los hombres en este tipo de situación? Regresan arrastrándose al seno familiar.
    - No sabre del tema. Una separación no debe ser fácil y si hay hijos pequeños de por medio… los gastos de manutención.
    - Paolo era un mujeriego empedernido hasta que se consiguió la horma de su zapato. La tal Naomi creía que había que colocarle una alfombra roja al pasar. Le quiero como persona y como amigo pero… ese hombre no nació para ser fiel.

    Paolo, ese nombre quedo fijo en su mente y sintió curiosidad por conocerle pero otra versión ingrata de Miguel….ni pensarlo.
    Cuando Miguel le mencionaba la idea del matrimonio, esto nunca le emociono. El solo hecho de traer hijos al mundo, le producía terror. No precisamente por la responsabilidad sino de que estos fuesen maltratados por el padre. Ella soñaba con ser feliz.
    Despidió a Yolanda y envidio su suerte con Romeo, un hombre que la respetaba y la complacía en todo.

    Natalia empezó a arreglarse ya que iba al curso de capacitación de la tienda por departamentos donde trabajaba: unos jeans desgastados, una blusa roja y una chaqueta de lino blanco combinado con ese maquillaje suave que no reflejase esa sombra de tristeza.

    Al entrar al local, vio a Magaly dar la conferencia. Era una morena de sesenta años y de hermosos ojos miel, que llevaba un elegante traje de pantalón negro.

    - Yo no se quien invento esa frase de que el cliente tiene la razón, cuando te consigues a unos con unas caras largas que ni dan los buenos días o les forman espectáculo perdiendo el glamour. Cuando venga alguien a insultarlas, contesten lo mas calmado posible, ya se que les pagan por aguantar pero hay cosas que tienen un limite. Una respuesta calmada puede hacer que se avive la llama de la rabia o saber ser damas ante las circunstancias.- decía Magaly

    Magaly tenía esa capacidad de decir la verdad sin causar sufrimiento u asombro.

    - Aquí aprenderán a perfeccionar sus técnicas de maquillaje. Ven muchas mujeres que se hacen manchones en la cara hasta parecer unas payasas. ¡No! El secreto de ser elegante y saber que menos es más, en lo único en que esta premisa no se cumple es cuando vayan a buscar al galán. ¡Claro que el caballero debe tener más!

    Esta era la hora mas agradable del día, la galería fue el sitio durante su madre trabajo por muchos años hasta que salio su jubilación, así que ella fue quien tomo su relevo.

    - Esta fue la introducción y terminamos por el día de hoy- por cierto, Magaly mirando a un hombre en la puerta- ¿Buscaba a alguien, señor?

    Ese señor era Miguel Arandia. Natalia sintió tanta vergüenza al verlo, que se despidió y salio rápidamente del lugar.

    - Me hubieses presentado a tan simpática señora, ¿acaso te avergüenza tu atractivo novio?- el con su risa arrogante- no sabes cuantas darían por estar en tu lugar.
    - No le desearía a mi peor enemiga sacarse semejante lotería, ¿Viniste a verificar si te estaba siendo infiel?
    - Me encanta cuando te pones molesta- en ese momento, Miguel intento darle un beso y ella volteo la cara.
    - Déjame aquí- le grito.
    - Cuidado muñequita, no vueltas a voltearme la cara.

    Luego de bajarse de aquel auto, Natalia se encerró en su habitación y lanzo sus cosas, tratando de esta manera desahogar la impotencia que sentía en su vida.
     
    #1

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