Golpe bajo

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Ya lo sabía. Era de esperarse, semejante mujer, tan propia, tan linda, tan generosa, siempre dispuesta. Una mujer con ideas, con anhelos con deseos, que te hace el amor con una pasión inexplicable, que te sonríe e ilumina el cielo, que te besa y calma tu aliento… era de esperarse, una mujer así siempre va a tener a alguien esperándola.

Debo admitir que lograste desgarrarme el corazón, que me hundiste en la mismísima miseria de mí ser, me eliminaste por completo cualquier ilusión. Fue mi ego lo que quedo rendido allí.

A medida que narrabas tu historia, mi alma se iba desintegrando con cada palabra. Me desdibujabas. No son los hechos lo que me lastimo, si no verte. Ver como con cada palabra pronunciada se te iluminaban los ojos, sentir el entusiasmo que trasmitían esas palabras y aun más, ver esa sonrisa que se disparaba sin previo aviso. Esa sonrisa que intentabas disimular.

Y ¿Cómo disimular? Quizás lo esperaste durante tiempo, quizás maldices tu suerte “¿por que ahora? ¿Por que no estoy ahí?” lo puedo ver. Puedo ver como te gustaría cambiar las cosas. Como te gustaría tenerla en tus brazos ahora. Puedo ver como te gustaría que ella fuese yo, que este acá, que este con vos. Puedo sentir como late tu corazón cuando la nombras. Como se agita tu respiración al pensarla… lo puedo ver y lo siento. Jamás te vi tan feliz.

¿Y que hacer? Si al pensar que por más que yo no quiera, lo sientes así. No logre ser mas, no quise ser mas. Debí esforzarme, hacerte feliz, dedicarme a vos, sonreírte todos los días, besarte mas, abrazarte mas, apreciar cada momento, debí no se, debí enamorarte, debí hacer algo, pero no lo hice.
Y dime amor ¿Qué haré? Si jamás te vi tan feliz