Gracias, mamá.

Me ha vuelto a funcionar pero esto es agotador. Un empujón al gordete éste y me he hecho con el centro de la foto, menos mal, espero salir bien mañana en las notas sociales del periódico. Y encima me mira enfadado, siempre es lo mismo, ¡qué falta de sentido de la estética! La foto ha de versar sobre mí, el resto son comparsas, bajitos, con gafas ¡por favor, es que no lo entienden!

Yo no debería molestarme en hacerle el trabajo al fotógrafo, sólo intento que las fotos sean perfectas y que no se desaproveche mi tipazo de gimnasio, ni mis grandes ojos verdes almendrados, además ¿para qué me he puesto gomina y adelanté a ayer mi sesión mensual de limpieza, exfoliación e hidratación?

Llevo la camisa crema que me combina con los ojos de maravilla; me he hecho por tercera vez este año un blanqueamiento dental a trescientos euros, me han aplicado hoy un maquillaje a cincuenta del ala y ¡tengo que luchar por la foto, desagradecidos!

Menos mal que sólo voy a estos actos cada dos o tres días que, si no, me daría algo, ¡como sufro! Si no fuera por mi mamá. Gracias a ella sé lo guapo que soy y menos mal que me lo recuerda siempre porque a mí, por ser tan sencillo, se me olvida enseguida.