Gritar sin aire

He aquí una cama tan incómoda como temporal, la trampa cierta de quien ha sido herido de muerte.
Me falta el aire, se escuchan gritos, pitidos, sonidos, luces y sombras, la gente que va y viene, peleando de frente al hades, siendo tan humanos como divinos.
He aquí mi lecho, mi último lecho, la manta de muchos, la cama de todos, la esperanza de nadie.
Los mortales, esos que luchan por devolverme el don de la vida de la que ahora me desprendo, le llaman cuidado intensivo, cuidado crítico; le llaman cuidado, al sacrificio doloroso de perder día a día la cruel batalla con la tumba que nos espera con paciencia y sin tiempo.

He aquí, ya no me falta nada, de golpe la tranquilidad me alcanza, ya no siento el caos de afuera, solo siento la paz de adentro, alguien solloza y me cubre, otro con la mirada perdida del capitán que ha perdido muchos soldados en la guerra, pregunta ¿Alguien quiere avisar al familiar?
¿Qué habrá del otro lado? No sé, pero me apresuro a caminar entre una senda de sentimientos pesados, tristes, melancólicos, de lagrimas retenidas durante muchas horas, de sueños rotos, de miserias tontas, de temores sombríos y certezas perdidas.
La plaga al fin de cuentas, nos recordó nuestra mortalidad.