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Hace mucho, mucho tiempo...

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Eloy Ayer, 1 de Junio de 2023. Respuestas: 2 | Visitas: 504

  1. Eloy Ayer

    Eloy Ayer Poeta asiduo al portal

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    Los pueblos de la Tierra, desde muy antiguo, habían habitado en el valle de los ríos, por aquí y por allá podían verse las tribus organizadas conforme a la vieja sabiduría, el sistema tribal les había hecho rodar por los siglos de los siglos, allí habían vivido y cazado desde que el mundo fuera mundo, allí se habían amado y luchado entre ellos en guerras sangrientas y fratricidas.
    Pero los pueblos de la Tierra perdieron la felicidad, la armonía mantenida desde muy antiguo por una serie de leyes en común se había roto, no pudo aguantar el paso de los años. Ahora apenas quedaban vestigios de aquella civilización, era como si la historia hubiese parado el eterno acontecer de los días. En el fuego del hogar no había nada, ya no surgía el ave Fénix de la ceniza y cuando dos se saludaban por la calle sólo anidaba la muerte entre ellos, los hombres y las mujeres de ese mundo ya no movían los planetas con sus marcha y la canción que cantaban en el paraíso quedó dormida en el ambiente gélido de la nada. Ya no había niños bulliciosos con sus vestidos de pieles jugando a la puerta de las chozas ni el humo salía misterioso y danzarín de las chimeneas. En el poblado también echaron de menos la fuerza de los viejos héroes, los animales huyeron de los bosques y los campos fueron abandonados por la falta de cosecha.
    Después hubo señales por el cielo, grandes luminarias que aparecieron al amanecer, mientras un lúgubre silencio andaba por los caminos y recorría las calles de las aldeas, todo, todo, parecía hablar del fin de la vida sobre la antigua Tierra.
    Un día de aquellos sucedió algo importante, un grupo de muchachos apareció en la avenida principal del poblado, llegaron anunciando alguna cosa singular y se dirigieron a la plaza donde estaban reunidos los grandes y nobles junto a una multitud deseosa de conocer la noticia.
    "¡Una vaca ha caído del cielo!", gritaban los muchachos. “¡Una vaca ha caído del cielo, descansa enorme y feliz en la pradera del sur del poblado!”, no cesaban de gritar.
    El sol de antes del mediodía presidía la escena. Cuando los muchachos terminaron de hablar, se oyó un gran murmullo entre la gente y después grandes voces que estallaron en el aire para ir a perderse en las colinas que rodeaban el poblado.
    Los hombre de la tribu hicieron asamblea y poco después ya estaban preparados para la guerra. Por doquier surgieron los ejércitos, grupos de hombres armados que, sin más, partieron raudos hacia el lugar donde esperaban encontrar el fantástico animal.
    Los héroes iban cantando canciones más viejas que el tiempo y las edades, otros muchos les seguían gritando su verdad al cielo, con descaro mostraban sus facciones de semidioses y los gritos llenaban su alma de fuerza igual que cuando mataban enemigos en la guerra. Una pequeña brisa movía las ramas de los árboles y hacía vibrar sus ropas.
    Por todos los caminos resonaba su paso magnífico, aunque la luz de la tarde les hablara de lo pasado , aunque recordaran las palabras de los ancianos las cuales decían que jamás en la tierra habíase visto época más negra, que desde el primer baile de los astros, jamás la madre naturaleza había escondido de esa manera sus favores.
    Al poco tiempo divisaron las copas de los pinos en la amplia llanura donde estaba la pradera. Cuando llegaron, las tribus del valle, quedaron observando la escena a prudente distancia pues el animal ya estaba rodeado de mucha gente venida de lejos.
    Una aureola de luz cubría por doquier todo el lugar, en el centro de la aureola estaba la enorme vaca que parecía un formidable núcleo escapado de algún lejano planeta o de otra galaxia. Con la majestad de las cosas grandes, con la impresión que distorsiona los sentidos… así la vaca aparecía en el centro de la pradera.
    Era por la tarde, el sol declinaba en el horizonte, los rayos de luz indicaban cual sería el lugar del ocaso.
    De pronto sucedió algo: se oyó un poderoso batir de alas, la vaca se movió y de sus costados le nacieron dos formidables miembros alados. Parecía de cierto que el animal hubiese llegado volando a la pradera.
    La vaca, después continuó batiendo sus alas, de pie, sobre el césped, las plumas multicolores se plegaban en capas sucesivas para crear un sutil tejido aéreo, los movimientos vistos así, producían en el aire formas caleidoscópicas, destellos de color que herían vibrantes la pupila de los más cercanos. Multitud de plumas habían quedado en el prado del aterrizaje y el movimiento de sus alas formaba las nubes y las tormentas.
    Entonces la vaca levantó el vuelo entre las voces de asombro de la multitud y después de un amplio recorrido sobre el bosque y la pradera, regresó a tierra. Daba la sensación de que le había parecido imposible llegar a la atmósfera o encontrar el camino por donde había venido. Una vez en el suelo, la vaca extrañaba todo lo que le rodeaba, olía el aire mientras buscaba otros animales parecidos alrededor, no se daba cuenta del peligro inminente, la muerte atroz que la esperaba a manos de aquellos hombres que había en la llanura.
    La mirada de la bestia escrutaba el horizonte, parecía calcular la luz del día, al poco rato hizo temblar la tierra con sus pasos, giró sobre sí misma y volvió a tenderse en la hierba.
    Con un clamor ensordecedor la multitud se lanzó sobre ella: toda aquella tarde y toda aquella noche duró el combate.
    El pueblo del valle ganó por experiencia y arrojo al resto de los pueblos que tenía delante y ocupó por entero uno de los flacos del animal. A duros golpes de espada fueron dominando la potencia de la vaca que se defendía en una catarsis de violencia con el poder nacido de su vida sagrada, de allí donde pastan las bestias y la Tierra es dueña de todo el Universo.
    Cuando volvió a intentar el vuelo una tromba de guerreros se desprendió de ella y cayeron desde lo alto para ir a quedar colgados de las altas copas de los pinos.
    De nuevo en tierra la lucha continuó. El sol estaba a punto de ocultarse en las colinas, se llevaba consigo el horror de aquella masacre, en su rostro se apreciaba un rictus de tristeza y quedó calor que su favor estaba de parte del noble animal que se debatía solitario en la pradera.
    Sin embargo, la vaca caída del cielo vino a ser la solución, aquello que todos estaban esperando, de ella nacerían las nuevas canciones, los nuevos retoños que llenarían los rincones de las chozas, la savia que preñaría los campos de frutos, cosechas y animales. La multitud de los guerreros sabía eso y, mientras la luz se desvanecía en la tierra, trataban de ganarla para sí con la fuerza de sus ejércitos.
    Un poco más tarde, cuando las primeras sombras de la noche llegaron a la pradera y la tenue luz de las estrellas apareció en el cielo, la dureza y el poder de los guerreros estuvieron a punto de conseguir su objetivo. Un alarga agonía se hizo cargo cual lúgubre y mortal melodía, del cuerpo de la vaca, todo el campo se llenó de sangre, las espadas de hierro lanzaban destellos en la oscuridad mientras se animaban unos a otros con el calor del vino y las viejas canciones de guerra.
    En las cercanías de la pradera se habían reunido gentes de todas partes del mundo para presenciar la terrible batalla, había músicos con fanfarrias y orquestas, otros muchos entretenidos en juegos diversos y se encendieron hogueras para iluminar el trabajo de los guerreros.
    Al filo de al media noche, cuando las estrellas más limpias brillaban en el cielo, la vaca terminó de morir.
    Ellos después se dieron cuenta del engaño y así lo advirtieron al resto del mundo, consultaron Hados y Decires y escrutaron con mirada atenta la bola blanca de los sueños. Ninguno de aquellos seres dijo una sola palabra, todos supieron desde entonces que la luz que brillaba en las estrellas no era suya, sino un reflejo de otros astros más grandes, que la vida que palpitaba en ella no era sino una falaz ilusión, un espejismo de la gran vida que asistía al resto de los seres eternos.
    Ya de madrugada el fuego de las hogueras fue extinguiéndose, los guerreros dieron los golpes definitivos y la gran vaca fue repartida según los méritos de los pueblos.
    Cuando llegaron al poblado, los hombre del valle celebraron la victoria, se hicieron unas grandes fiestas, y es cierto, así lo cuentan las crónicas, que los años siguientes volvieron los animales a las cuevas y los pájaros al cielo, los campos se llenaron de mieses y los árboles de fruta en primavera.
    Volvió así la paz a los pueblos de la Tierra, se restauraron las antiguas leyes y las viejas costumbres habitaron de nuevo entre los hombres.
     
    #1
  2. Mamen

    Mamen ADMINISTRADORA Miembro del Equipo ADMINISTRADORA Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Prosa del MES


    (Seleccionada por la administración entre las propuestas remitidas por moderadores y/o usuarios)


    Muchas FELICIDADES
    MUNDOPOESIA.COM
     
    #2
  3. Eloy Ayer

    Eloy Ayer Poeta asiduo al portal

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    Oh gracias por ello, que los eternos dioses borrachos de los aledaños del párnaso, os acompañen por la eternidad de un bolsillo.
     
    #3

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