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Hacedora de Caminos

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Gaspar Nuñez, 18 de Marzo de 2013. Respuestas: 0 | Visitas: 675

  1. Gaspar Nuñez

    Gaspar Nuñez Poeta recién llegado

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    [h=1]Hacedora de Caminos
    22 de Febrero de 2013
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    Mi rebaño fue siempre migajas en aquel hospital, crucificados por ser botellas, ventiscas y otras cosas. Pero que al estirar los ligamentos y tibias el torbellino que arrastraba nuestros dientes se hicieron de lo que pocos conocen. Descubrimos criaderos de pólvoras en los pechos de muchos, depósitos de antaño, casi vírgenes.
    En el frabulloso día la suerte golpeó a la puerta del aula. Bajo el lintel cruzaba cada mañana esta nueva hacedora de senderos, consigo traía un sol apretado entre las manos y las paredes tornasoladas se retorcían de puro gozo. Esta obrera infinita en las aulas y claustros del hospital de aire turbio de opio brillaba bajo los pellejos de los del rebaño.
    Ella, con los desfibriladores de sus palmas, pintó renglones y campos albinos que por estos hoy mismo corren desinhibidas mis letras; ella les dio cuerda a mis versillos de juguete que antes en mi garganta solo implotaban sin cobijo.
    Fuimos testigos, como en cada hospital, de los siempre incoherentes que se sublevaban contra los nuestros, pero ella apaciguaba las olas oscuras vertidas y desteñía suavemente los nubarrones que se filtraban en el aula, desviaba las miradas saetas y respondía con su suspiro encantado.
    Aquel edificio que fue hospital, que quiso ser escuela hoy era poco más que un edificio, pero tuvimos ansias de grandeza. Los puños al cielo del rebaño gritaban y se manifestaban.
    Además de luchar por hacer caminos al revés del correr del río nuestra obrera de fulgor inagotable bailaba la batuta para nuestro rebaño, nuestro pelotón, y en sus ojos esperanza, y en sus manos overoles, y en su estomago cargaba piedras que construían paredes. Hay quienes miraban a lo gris, asustados, aceptaban la prohibición… eran las piedras ilegales, ilegal el levantar paredes, ilegal el regar los pilares que querían germinar. Desde adelante solo se promovía la pesadez, se barrían a pisotones las ganas de crecer.
    Repartió fusiles con contratapa y autores, instaló un gatillo a nuestra habla, bajo la lengua. Compartió racimos de sus municiones y nos señalo el blanco. Uno a uno lavó nuestros pies. Acatamos la orden. Al detonar su cabeza con ella crecimos y por las superficies más retorcidas -de satisfacción- corría el tinte de su pólvora dorada. Este polvo áureo se enquisto donde guarda el corazón cada uno y subimos arropados de palabras. Ya no hacía falta que nuestro pelotón se sostenga en puntas de pies.

    Gaspar Núñez
     
    #1

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