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Hansel enamorado

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Starsev Ionich, 13 de Abril de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 500

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    Traspasé las enredaderas por entre las cuales se veía la casita de cortinas de chocolate rosado, y luego salté el montículo de hierba suave que, recordaba el monte de Venus de aquella bruja. Vi por una de las ventanas de azúcar, de orgasmos febriles, a una anciana vestida de mucama, sexy, la cual esperaba jovencitos curiosos de su despertar sexual, así como lo fuimos nosotros dos: yo y mi prima Gretel.

    La bruja aún conservaba sus piernas gruesas; pero sus senos desvencijados recordaban más a un flan mofletudo que a un par de endurecidas gelatinas de sabores, en sus moldes. Entonces recordé mi temprana pubertad en esa casita orgásmica llena de sabores dulces, pero también fecunda de sabores salados, de ovarios que estallaban como fuentes de leche condensada: ya me auto complacía recordando mi raptada infancia, en la cual ella hizo engordar mi pequeño pulgar para que penetrara suavemente su selva húmeda, aderezada con una salsa de frutos rojos. Yo sentí mis primeras palpitaciones verticales luego de atiborrarme de caramelos y golosinas: la bruja me sentó en sus piernas y unto mi pequeño miembro con crema de avellanas y cacao.

    Mi prima Gretel, contemplaba la escena mientras limpiaba los rastros de chocolate, desperdigados en el piso, producidos por el gateo sensual e irreverente de Agatha. Yo no tenía cara para ver a mi pequeña prima, y de la misma manera ella tampoco, por lo que nos esquivábamos el uno al otro. Hasta que la malvada bruja le quito la ropa, la amarró y la obligó a ver como sus dientes rastrillaban la pasta chocolatosa, de arriba hacía abajo, y cómo se formaban burbujas de colores sobre mis futuras generaciones, cubiertas por lagrimas de saliva y deseo.

    Luego Agatha sacó de un cofre lleno de dulces, unos barriletes de dos colores que tenían efecto mentolado no solo en las bocas sino también en la maternidad de Gretel; así no más, le amarro las manos y le arranco su ropa interior de muñequita, que empezaban a mojarse. Metió con delicadeza los barrilitos que incendiaron rápidamente el punto de deseos de Gretel, por efecto del mentol, y por más que nuestra relación fuera hermanable, sentí unos deseos profundos por introducirme como un duende entre sus fauces. Ella grito de placer. Por primera vez sus ojos verdes me enternecieron, más que encenderme ese aroma pesado de meretrices.
    Agatha era una bruja empedernida por el placer y no necesitaba pócimas, ni bebedizos para desvelar a cualquier chiquillo o chiquilla pudorosa. Tenía unas piernas doradas y tersas, unos pechos apocalípticos que todavía manaban leche materna -dulce- cuando los apretaba, unas colinas por las que nuestras narices y lenguas sentían ser un explorador camino a la ruta del paraíso..., y su órgano libidinoso hirviente y acogedor, como una cuna prometida para los huérfanos de este y otros mundos.


    Agatha; así se llamaba, la musa – bruja, de mis días y de mis noches hasta hoy, a mis dieciocho años, día en que vuelvo a su dulce morada. Toco la puerta y me abre una mano titubeante; fugaz por mi mente consternada, imagino una buena estimulación manual propiciada por ella; tiene su buena dosis de morbo, muy a pesar del Parkinson incipiente que se apodera de todo su cuerpo al igual que lo hacía el clímax, en su juventud. Le digo que quiero explotar fuentes líquidas en todo su cuerpo, pero que me cuesta su estado… Que por más que cubra su cuerpo de gelatina derretida, de esencias de cacao y trufas enterradas, de vino tinto y quesos de fresa… me cuesta pasar mi lengua por sus arrugas, sentir el olor a moho de su vejez. Le pido como la profesora que es, con respeto y subordinación, que me conceda una última fantasía...

    Que con uno de esos conjures retorne a su juventud, pero reencarnada en Gretel. Agatha empieza a insultarme. A echarme en cara el error que cometí. Ya me lo había dicho, que en esa relación no podía haber amor. Ella ya había sentido el despertar mágico de Gretel, era una diosa del sexo, y en sus faenas no podía haber ni una gota de amor dulce, sino oleadas de clímax empalagadores. Agatha llora y me abraza pero yo solo pienso en Gretel y en el cazador de brujas que ahora la castiga, fuerte, con un látigo de sabores…
     
    #1
    Última modificación: 13 de Abril de 2016

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