Heridas de amor

Y por mis heridas sangran los segundos de tu ausencia, herida que no dudas en agrandar con tu indiferencia, en profundizar con tu desprecio, en perpetuar con mi dolor. Herida que no dejas respirar, que se escuece con mis lágrimas y se infecta con tus gestos, con tu falta de cariño, con tu amor de verano y tu afecto en rebajas de otoño. De tu silencio construiré mi escudo, de tu desdén mi lanza y de tu humillación mi coraza para acabar con aquél dragón que un día se las prometió de ser princesa, para eliminar aquél sufrimiento cambiado por amor, para volver a llenarme a mí de mí mismo y expulsar al monstruo que me drenó con dolencias y borbotones de lágrimas. Creí ser un fénix de mármol incapaz de resurgir de sus pedazos, y con el pesar y pasar de los días veo como pequeñas cenizas proclaman mi nuevo advenimiento. Respecto a ti, te alejaras de mí ser sin pena ni gloria, tal vez sin un buen recuerdo o incluso entre jactas y burlas dejando tras de ti el aroma de la bestia contra la que un tiempo decidiste luchar y que te venció sin decoro ni respeto, bestia que absorbió todo lo bueno de ti y decidió contaminarte con su veneno, aquél que te contagia con cada calada abandonándote entre enseres miserables y carentes de valor, sustancia que te quema con cada trago situándote en tierra de nadie entre lo que eres y lo que temes llegar a ser. Equívoco pensé que en esta guerra se luchaba por salvarnos a los dos, por un respetó que al final se violó, por una dignidad que se perpetró en insulto, por un amor que resultó ser efímero y etéreo desvanecido entre cada calada de tu cigarro. Y por desgracia y sin mirar atrás los dos decidimos salvar a la misma persona… sólo a ti.