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Hesíodo

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por LYNDA, 16 de Febrero de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 604

  1. LYNDA

    LYNDA Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    30 de Noviembre de 2011
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    Ikeye-Jeki, vivía en Grecia era de raza Helénica, le encantaban lo poemas Homéricos, las leyendas y cantares.

    Era escultora de profesión, esculpía en yeso, piedra, en pilares de las ciudades, su rostro era austero, de personalidad misteriosa, predecible, leal, visitaba constantemente el oráculo, cuando golpeaba, el bronce temblaba, entre visiones borrosas.

    Con sorpresa y sin parpadear, fijamente abría sus ojos mientras sus pupilas se dilatan, aparecía el mismo rostro, sin descifrar.

    Estaba decidida a dar vida al esculpir el retrato, sería un Moscóforo”.
    Escogió un muro liso, de una de las columnas principales del templo de Acrópolis.

    Quería que fuera perfecto, extraer sus cualidades integras, penetrar en cada uno de sus matices, de su rostro, intocable para su realidad.

    Esculpió con sus blancas manos, largas jornadas de día, en la madrugada, sus ojos brillaban por la atención prestada a cada detalle, cada cincelada era, como un trozo de mar, rebozando en su corazón.

    Tallaba, tallaba, tallaba, mientras armonizaba, sonreía enamorada.

    Sus ojos serán como dos puñaladas de pueblos orientales, tendría la fuerza de la naturaleza, la pasión de las divinidades.

    Su nariz, tendrá una mezcla de varios elementos: rayo, trueno y relámpago, para que pudiera aspirar toda la brisa del horizonte.

    Su boca, será de fuego, para que besara sin igual, con sabor a miel, pero no solo incendio saldrá de tu boca, sino libertad, belleza y valor. Características de los Helenos.

    Su cabellera, la formo de los cultivos de trigo, de los pueblos dominados y dominadores de la ley.

    De la higuera, saco su barba, pero una cincelada descuidada, dejo una marca colateral, el resto de la hilera bajaba por sus pómulos, sin alcanzar a llegar al mentón.

    Lo hizo divino nombrándolo: noble, hombre libre, esclavo, rey.

    Sus brazos y manos, eran dos grandes perlas celosas, las más grandes de Grecia, eran perfectos, cargaba en sus hombros a unos cabritos, bajo sus pies dos, unos pequeños niños sentados, sonriendo con rostro gentil.

    Su corona la hilo con hojas de laurel, para que sean muchos años dándole amor, la coloco en sus sienes, con toda la intensidad de sus manos vencidas. Se fue a dormir esa noche con su retrato en la memoria, le soñó…

    Cuando el alba daba sus primeros rayos del amanecer, le dio un corazón marino hesíodo dividido entre el mar negro y el mediterráneo.

    En el silencio y sin contacto, le dio amor, vio crecer el sentimiento dentro de la estatua, hasta reventar en el centro del busto, como una grieta plasmada en el muro, tenia el corazón herido, por querer atarlo le un beso desesperado, para anudarlo al oráculo.

    La invasión cabalgaba por Grecia, llegando a las puertas, una mañana de octubre, Ikeye-Jeki, vio, como todos corrían, con desespero, entre gritos y turbas, llego al muro, lo tomo por el hombro, le empujo, le recito un poema Homérico al oído, de la fertilidad, le hablo de su amor.

    Se arrodillo frente a él, luego grito “Moira”, la diosa le respondió: “vete
    Ikeye-Jeki, él no es un mortal es un dios, hecho a mano con amor”.

    El polvo seco, se pegaba en su mojado rostro, por las lágrimas por el sudor de la huida, se coloco en pie temblando, corrió, volviendo a ver, se dio cuenta que era un rey sin cetro, el desespero y el miedo por la invasión, coloco un arco sin flechas.

    Huyo…. A Italia del Sur,

    Cantándole:
    Refugio mió,
    una deidad serás,
    lengua de fuego tendrás,
    tu carácter sólido será,
    guerrero incansable,
    hasta el final.
    Vida mía,
    serán inagotables tus poemas de amor,
    verdugo de tu propia ley, respiraba con dificultad----
    mendigo de amor, jamás.
    mientras vivía yo.


    Mientras corría, sentía como sus piernas, desfallecían, se derrumbo en el polvo, su rostro envuelto por su rubio cabello, vio hacia atrás, sintió su corazón callar, mientras miraba la estatua, en la lejanía, con su arco en la mano y la flecha le cincelaba el alma.
    Le llamaba entre lágrimas con una voz quedada “era-o”, “phile-o” y “agapa-o”.
     
    #1

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