1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Hilario

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por RDZ, 7 de Septiembre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 417

  1. RDZ

    RDZ Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    2 de Mayo de 2012
    Mensajes:
    93
    Me gusta recibidos:
    10
    La mansedumbre de esa tarde, era la misma de hace 40 años, la alameda de entrada al campo de dos o tres cuadras, presagiaban mucho adentro. Pinos añosos, cargados de su frutos apiñados, las hojas aciculadas meciéndose al viento, el sonido de fondo, un zumbido tan pardo como la corteza. Un ligustro en el medio y dos calles, una a cada lado, con sendas huellas. Al llegar al playón frente al casco del campo, a la izquierda estaba la montaña de marlo , los galpones de las máquinas, los carruajes y los autos. Pero al entrar desde la punta del pinar se divisaba a Hilario en su silla petisa, con la mirada fija y a penas una desviación de la comisura labial como signo de alegría y aprobación. La vista era tan fina y aguda que distinguía un conocido a 500 metros sobre la ruta 9, y uno a penas veía un puntito avanzando lentamente.
    Cada verano era igual, llegar con la estanciera cargada de cosas de la ciudad, los últimos modelos de linternas, vajilla para las hermanas mellizas de Hilario, Sol de Noche nuevos, siempre útiles cuando el grupo electrógeno se apagaba y los interminables partidos de truco seguían entre Hilario, su hermano, una hermana y mi papá. Todos los perros, casi una jauría, dormían echados afuera, y siempre estaban de buen humor, pero con Hilario era algo especial, él entendía un poco más a todos y ellos le respondían en tal forma, dos o tres siempre a las cinco de la mañana lo acompañaban a traer las vacas para ordeñar. Hilario usaba siempre una chaqueta azul como de ferroviario y camisas y camisetas gruesas, tan curtidas como sus manos, de piel gruesa y su bigote decolorado, su pelo pajizo apenas asomaba por debajo del gorro infaltable tipo piluso gris obscuro y las alpargatas que siempre dejaban asomar alguno de los dedos con uñas como sables afilados. Lejos lo más excitante era llegar al campo en época de cosecha, porque entonces funcionaba la trilladora y el Bedford que iba al lado juntando las bolsas. Pero a las cinco de la tarde era infaltable la merienda, pan casero con los tazones de mate cocido con leche y ver a los primos merendar con una hambruna terrible tapados por la tierra de la cosecha.
    Así transcurrieron tantas vacaciones hasta que, bueno ese espíritu de crecer y forjarse, ese alejarse de las cosas irremediablemente, hizo que el campo quedara allá lejos, y cuando ya no estuvo mi padre, era impensable acercarse a Casilda. Pero una vez hube de pasar, volvíamos de vacaciones de Córdoba, viajábamos en nuestro Renault 21 nuevo, el viaje transcurría con una comodidad increíble, los chicos descansaban en el asiento trasero casi sin darse cuenta del transcurrir del viaje. De golpe y sin pensar yo digo, esa no es la entrada del Campo de los primos? Retomamos la ruta 9 y entramos, aún dudando si la calle de ingreso, esa calle enhuellada donde juntábamos el hinojo en los costados y cada tanto salíamos de cacería de comadrejas que bajaban en forma alarmante la provisión de gallinas. Ahí entramos, la trompa del auto se deslizaba por la alameda de pinos, nada parecía haber cambiado. Una yunta de pavos vinieron a atacar el auto, ya no había perros y en un rincón del playón estaba uno de los hermanos de Hilario, en la misma silla petiza que solían usar. Hube de esforzarme para que me entendiera quien era yo, y cuando eso sucedió, una voz apagada y temblorosa me dijo, están todos en el pueblo en el velatorio de Hilario. Presuroso llegué a Casilda y me encontré con las mellizas, las dos de negro, ni los diálogos fueron dialogo, ya no zumbaban los pinos y no había perros saltando de alegría. Comenzamos el retorno por la ruta 9 y solo la terrible congestión de transito hizo posible procesar este túnel del tiempo, este desasosiego, este no pelar más mandarinas con mi padre, este no cabalgar, este no más Campo, este fin que había comenzado hace tanto y no me había dado cuenta, así es un final.
     
    #1
    Última modificación: 9 de Septiembre de 2012

Comparte esta página