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Hinchazón

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 28 de Abril de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 419

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Sentí su aliento cerca de mí, los roces entre nuestros cuerpos al bailar. Era una sensación extraña después de tantos años de conocerla. Sólo somos amigos, me repetía en silencio. Un “¡muévete!”, a todo pulmón, me regresó a la realidad. La pista de baile estaba repleta. Beatriz estaba bañada en sudor, pero no perdía el ritmo y la pasión al bailar. Me perturbaba el aroma de su perfume diluido con el sudor. La asía a mi cuerpo para sentirla completita. Ella sólo esbozaba una sonrisa cómplice.

    Para festejar su cumpleaños número veinte nos fuimos a un festival. Nos encantaba bailar salsa y llegaban a la ciudad varios artistas del género. ¿Vamos?, me preguntó casi de inmediato cuando escuchó por la radio el promocional del festival. Ando frío, le dije, aún no me pagan. Para ese entonces trabajaba temporalmente en una farmacia, como auxiliar. Yo pago los boletos y luego me lo devuelves, dijo para cerrar el trato y me guiñó el ojo. Un baile más, pensé.

    En más de una ocasión me metió en problemas con sus comentarios. Sus novios me odiaban porque ella les platicaba como nos divertíamos bailando en las fiestas en la que coincidíamos o en los antros, cuando ellos no iban. Una mañana fue Pedro a la farmacia a hacer un escándalo y prometió que me partiría la madre si volvía a saber que bailaba con Beatriz. No es mi culpa que seas un puto y no sepas moverte como yo, le grité encabronado. Después me carcajeé al verlo alejarse gritando improperios a diestra y siniestra. Luego de los incidentes ella cortaba con sus novios. Fabián es un pendejo, qué se cree, decía, compararse contigo; lo mandé a la chingada. Levantaba los hombros y me reía por dentro, satisfecho.

    Ella creía que yo era homosexual porque no tenía novia y tampoco hacía algo por tener una. Debes tener novia, me decía, eres guapo y te mueves muy rico. Cuando decía “rico” se carcajeaba por un buen rato. Culera. Luego de varias veces dejé de sonrojarme y me reía con ella. En realidad, me conformaba con puras “manuelas” y no meterme en líos, con lo cambiantes que eran las mujeres.

    Nos quitamos del festival a la una de la mañana, cuando ya todo había acabado. Estábamos cansadísimos. Cerveza en mano nos fuimos hasta su carro. Antes de entrar nos quedamos platicando para disipar el calor que aún sentíamos y se secara el sudor a medias. Volvió ese sentimiento extraño. Verla enfundada en ese vestido azul de tirantes, con el sudor surcando sus pechos morenos, relamerse los labios, hizo que se me pusiera dura. Me sonrojé. ¿Qué te pasa?, preguntó ella extrañada. Nada, le contesté tratando de pensar en otra cosa para que la hinchazón se me bajara lo más rápido posible. Intenté en vano, siguió la hinchazón. Me armé de valor. Bety, dije, sabes, tengo algo que decirte. Se puso seria. Dejó el vaso de cerveza sobre el techo del carro y se relamió los labios. Dime, dijo. Luego se dio cuenta de la hinchazón. Se llevó las manos a la boca. ¿¡Y eso!? Peguntó señalando el bulto en mi entrepierna. De eso te quiero hablar. Sorbí un trago de cerveza. No buscaba las palabras adecuadas. Me excitaste, dije a quemarropa. Sólo recuerdo que se subió al carro y me dejó ahí con la hinchazón.

    Dos meses me dejó de hablar. No apartaba de mi mente el vestido azul, la sensación de tenerla asida a mi cuerpo y la expresión de su cara al descubrir mi erección. Una tarde me fue a ver a la farmacia. Me despedí de mi relevo y salí. Ella estaba aparcada a un metro de distancia. Me vio salir y se bajó enseguida. ¿Qué pasó?, pregunté con un mueca indecisa. Fui una estúpida inmadura, le oí decir con pesadumbre. Ni te apures, dije resoplando aliviado. No volverá a pasar, insistí. De eso te quiero hablar, replicó. Le sellé los labios con el dedo. Mejor platicamos en otro lugar, dije. Nos subimos al carro y desaparecimos por las calles de la ciudad.

     
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