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Historia de un posturno

Tema en 'Ensayos' comenzado por Faustgalen, 19 de Enero de 2016. Respuestas: 1 | Visitas: 1580

  1. Faustgalen

    Faustgalen Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    19 de Enero de 2016
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    ¿Médico nihilista?....acaso es una broma, y la respuesta en el acto sería que no. Un “no” sonriente e ingenuo a la vez. Estas cosas no tienen el mínimo de importancia es cierto. Hoy en la mañana luego de terminado el turno llegó a mis manos una revista en la cual se describe, con algún dejo de optimismo, la vida y obra de Albert Camus. Esta clase de lectura me recordaba un poco el dolor de pecho que debería haber sentido el anciano que había fallecido un día antes: afecto de un infarto agudo de miocardio, al que por cierto nadie lo había diagnosticado, la ausencia de dolor de pecho era probablemente la causa de semejante inercia médica, el susodicho había pasado por varios manos de expertos en el tema de la medicina siendo finalmente diagnosticado de una paupérrima neumonía, su electrocardiograma y enzimas cardiacas indicaban, no obstante, algo más luego de permanecer casi tres días si ningún otro tipo de intervención. Los gajes del oficio. La conversación con el anciano, lo recuerdo bien, fue muy amena, era esa clase de longevos lúcidos y con un sentido del humor muy fino. Me hablaba acerca de cómo se enteró de que el hábito tabáquico era perjudicial para la salud –yo tomaba su pulso, pero sin hacer caso a mi sentido del tacto, yo solo escuchaba de la misma forma que si estuviera presente en una ópera de Pavarotti- luego de haberse enterado en una revista al cual estaba suscrito en épocas de antaño, además de su quehacer diario sobre una mesita pegajosa llena de naipes y ancianos de su misma edad que veían cada cierto tiempo apagarse la vida de cada uno de sus compañeros de mesa, la misma mesa que seguían compartiendo desde hace más de tres décadas. El color, frialdad y su pulso débil momentos antes de su muerte me recordaba a “Meursault” apoyado sobre una esquina dándole una chupada a un cigarro sin ningún tipo de motivación y asintiendo a todo sin en realidad importarle nada, dicha comparación, y me adelanto a esto es por cierto pésima, pero la semiología del malestar o hastío por la existencia puede traducir signos y síntomas similares, que no en la piel, sino en el alma, personaje principal de la obra que el argelino Camus titularía “El extranjero”. ¡vaya nombre para un libro y cuan certero al mismo tiempo!. Recuerdo perfectamente que cuando compre ese libro podía casi, con precisión científica, redactar su contenido sin tan siquiera haberme enterado de la vida del verdadero Camus en la realidad, el Camus de niño y pobre en un contexto estrictamente crematístico, que gustaba más del fútbol que de los libros y cuya suerte tendría que cambiar luego de que fuese diagnosticado de tuberculosis, mientras paseaba en un día caluroso y que realizara una cantidad importante de hemoptisis luego de lo cual su reloj de arena de vida hubiese dado la vuelta sin previo aviso para tener que luchar de ahora en adelante por su vida. Para Meursault la vida consiste en caminar sin rumbo fijo, esquivar las balas como si fueran insignificantes mosquitos y esperar la muerte como si fuera el día de pago de la renta, un fastidio leve. Y que diga incluso luego de muerta su madre cosas como:

    “…pensé que, al cabo, era un domingo de menos, que mamá estaba ahora enterrada, que iba a volver a mi trabajo y que después de todo, nada había cambiado. En nuestra sociedad, un hombre que no llora en el funeral de su propia madre corre el peligro de ser sentenciado a muerte por la sociedad…”

    Si Meursault caminara hoy en día por las mismas calles por las que yo transito todo el mundo lo señalaría de loco, ataviado con artilugios extravagantes, con una mirada fija pero sin rumbo y sin adminículos tecnológicos en sus manos, es decir: como todo un psicópata. Un psicópata de los tiempos modernos. Probablemente para los médicos el simple hecho de que alguno de sus miembros se autoproclame como nihilista sería una locura tanto científica como ética, y de esto no se puede hablar más, para acto seguido condenar al individuo al ostracismo, pero tales son un absurdo más absurdo que el propio individuo, quien ve sonriente al universo entero, si tal cosa es concebible, en su palma como si fuera una inofensiva libélula, con unas bellas alas, alas que incitar a ser arrancadas. ¿Qué porqué el interés por la ciencia?, en efecto, solo en eso y nada más. Las razones en un día de turno consistirán en el acto de descifrar la patología que afecta al individuo, un buen pretexto para matar un día entero. Esta respuesta me remonta a épocas durante el primer año de medicina cuando el profesor “malo”, esa clase de profesor estricto que todos odian pero que respetan, preguntaba sobre “el porque estudiar medicina”, todos mis compañeros decían, casi mecánicamente: “quiero ayudar a las personas” y cosas afines. Cuando fue mi turno le contesté sin dilaciones que solo lo hacía por la investigación que se requiere y porque necesito dinero para subsistir, a lo cual el profesor no tuvo más remedio que responder algunas palabras casi imperceptibles, que ya no recuerdo, a veces cuando hablamos bajito es porque tememos que en verdad nos escuchen, al momento que se ruborizaban sus pómulos, él es patólogo actualmente, su vida solitaria viendo bacterias y tejidos humanos probablemente era la refutación de mis palabras. A la mayoría de los médicos les falta vitalidad en su trabajo, por eso el blanco es su color preferido, hay una pureza que no se puede tapar con los colores y que pueden verse en la superficie como un claro contraste, necesitan engañar a los ingenuos, mismos que carecen de fortaleza en sus momentos de desventaja somática o psíquica, un perfecto blanco para convertirse en maestros de la impostura. Sin embargo, los colores han cambiado en la última década, es frecuente ver hospitales con profesionales de la salud lleno de gente ataviada con sendos colores como verdaderos saltimbanquis: rojo, verde, marrón, gris, negro, azul, de puntitos, con rayas, ajustados, figuras geométricas de todo tipo y muñequitos de moda, en fin…¿es esto un síntoma de rebelión acaso o una suerte ingenua de, por vez primera, lucidez? o de plano, de otra estupidez mercadotécnica. No quiero ser optimista en esto, mi respuesta es obvia.

    http://diariodeunmediconihilista.blogspot.com/
     
    #1
    Última modificación: 19 de Enero de 2016
    A Uqbar y MP les gusta esto.
  2. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Francamente he disfrutado muchísimo con la lectura. El recuerdo de "El extranjero" me ha supuesto un complemento excelente, pero toda la entrega se lee con mucho interés. Felicidades!

    Saludos,

    Palmira
     
    #2

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