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Historia de una botella

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por xantos123, 15 de Enero de 2017. Respuestas: 1 | Visitas: 368

  1. xantos123

    xantos123 Poeta recién llegado

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    El eterno dilema de la vida que nos atormenta cada día desde que nacemos, nos persigue, nos da caza, nos oprime sin darnos una salida.

    La botella reluce, contenta espera, aguarda a la persona que le dé sus caricias, aquella que probará sus labios y sentirá su suave tacto. Sobre la estantería descansa rodeada de todas sus hermanas, pero se siente distinta, más bella, más fina, más alta, el dulce elixir que contiene le dice que grandes días le aguardan, que el mundo quizá no, pero alguien se arrodillará ante ella algún día. Y así es, pero cuando llega el día no es la única como había soñado, sólo una más de las que el cliente compra, varias cajas llenas de botellas se apilan frente al mostrador y son trasladas a una furgoneta gris que aguarda. Y apiñadas unas con otras son trasladadas hasta un nuevo lugar donde descubrirán la luz y cumplirán su sueño de ser amadas, pero quizás el precio que deban pagar sea más alto de lo que esperaban...

    Mientras los ronquidos se extienden por la sala, la botella aguarda, fina, esbelta, oscura, el dulce vino que atesora entre sus cristales aguarda, el corcho tirado sobre la mesa aguarda, el camarero que observa en la distancia aguarda. Son muchas horas las que el incauto cliente descansa entre los efluvios de vaporosos vinos, harto, cansado, hundido, duerme besando la raída y mugrienta mesa, embobado por las dulces fantasías que el licor despierta. Más la necesidad impera y entre gruñidos de animales y feroces gestos reacciona para alivio de la botella. Se despierta con un grito de agonía que hiela el ambiente, las lágrimas recorren sus mejillas, los dientes castañean, los dedos crispados agarran algo que sólo sus ojos huidizos reconocen. Entonces mira alrededor como un prisionero que desea escapar de la prisión y busca la salida, pero las frías rejas se cierran sobre él cuando sus ojos localizan la botella, que ufana brilla, dichosa de atraer la atención sobre su persona, es bella y fina y de alta cuna, no hay mejor botella entre las gradas del deplorable cuchitril. El cautivo la mira espantado, temeroso, pero hipnotizado por su belleza la recoge con su mano y la alza deseando probar una vez más la paz que la reluciente botella proporciona al miserable esclavo. Con ansia, sin descanso, la apura con un largo trago que le proporciona la dicha que le niega la vida, así el mundo gira, gira, gira... y cambia. Sabe que es un instante de paz lo que proporciona, unos efímeros momentos de paz antes de que la resaca le devuelva a la realidad de la que ha huido y sigue huyendo. El mundo gira se dice, el mundo gira y yo giro, giro, giro... con él. Aquí sentado, derrumbado sobre mis propias penas ahogo la tristeza de esta vida, antes de volver a ella, antes de levantarme un nuevo día. La botella se termina y el esclavo libre ya de ataduras la arroja lejos, intentando alejarla de él lo más posible, intentando olvidar que ha vivido prisionero de una botella. Pero pronto olvida la alegría de verse libre para hundirse en la tristeza cuando las penas vuelven para atormentar al cautivo. Otra botella clama el infortunado rehén, otra botella que apague mi sed y de paz a mi mente. La botella tirada observa triste como su hermana se adueña de su anterior esclavo y reza pidiendo un milagro, está vacía y ahora sabe que el dulce vino era el verdadero amo. El camarero la recoge del suelo y aunque en principio tiene intención de rellenarla con más dulce vino, descubre con pesar que esta mellada y no podrá pasar por una nueva. Así que sin miramientos arroja la muy fina y bella botella, ahora mellada, en el contenedor de basura. Adiós bella botella, tus días se terminan al fin y al cabo igual que a todos.

    Ahora, sola, sucia, triste, rodeada de basura, gime de impotencia ante la barbarie, la injusticia, aún es joven, aún es bella, sólo un defecto, una pequeña mella la hace diferente pero no inútil, puede usarse, puede emplearse para mil y una tareas, aún está entera. Más el olor nauseabundo oculta su belleza bajo las cáscaras de naranjas y plátanos, las sobras enmohecidas, las bolsas de desperdicios, los papeles carcomidos, en fin, los desechos que se arrojan sin sentido una vez usados. Pobre botella, tan ufana antes y ahora un mar de lágrimas, vacía, ya no es útil, ya no tiene razón de ser, está perdida.

    Ja, ja, ja... aquí está. Sí, estaba seguro, malditos estúpidos tirar una botella tan hermosa, tan bonita, verdad preciosa, verdad que ninguna es más hermosa. Artríticos dedos, afilados, sucios, mugrientos, tiemblan mientras acarician la botella, mientras a la luz de la luna la sacan del contenedor y la alejan del resto de oscuros desperdicios. Tú serás mi amor, tú serás mi amiga, ja, ja, ja... Los ojos prendados observan maravillados la botella, el eterno niño saltarín ríe en sus agrietados labios, mientras con un raído y grasiento trapo se afana en limpiar la dulce botella, que dichosa brilla, libre del castigo, del olvido, dejando atrás el duro invierno, saboreando de nuevo la esperanza de la nueva primavera. Ellos te tiraron, estúpidos, estúpidos, no saben aprovechar, no saben. Con cuidado, los dedos temblorosos buscan y encuentran el corcho embutido y lentamente lo desprende de su prisión, ansiosa, la lengua sedienta lame sus labios mientras las babas desbordan el dique de oxidados dientes y saltan hambrientas a tierra. Sí, que dulce néctar, que maravilloso perfume de afrutada esencia despide la botella, por fin apagaré esta sed que no me deja vivir, daré cumplimiento a tu misión, mi querida amiga. Con torpeza, aproxima su boca a la boca de la botella y como dos amantes él la besa con ternura, con deseo, la ama, la quiere más de lo que ningún otro la ha querido y ahora la botella, gozosa, siente el cosquilleo que toda la vida ha esperado, al fin, su amante la ha encontrado. Maldita perra, ¿qué es esto?, apenas una gota, apenas nada del delicioso vino me has dejado, para eso te he mimado, para eso te he besado, no vales ni para vaciar mi vejiga en tus entrañas. Perra ingrata, ahí te quedes, tanto esperar tu llegada para que me mientas como una cualquiera. El sorbo fue breve, aquel ingrato la apuro hasta el final, dejando que la gota se deslizase por sus labios y ebrio de ira al no hallar más, arrojó la botella contra la pared. Que cruel destino, gritó la botella al estallar. Tan bella era, tan hermosa, ahora, nada le queda, sólo cristales esparcidos sobre la tierra. Esquirlas afiladas, que el amante traicionado patea sin descanso mientras las lágrimas resbalan por su cara. Maldita, maldita, sólo te pedía una cosa nada más, que me fueras fiel, que me dieras a mí y a nadie más lo que tu boca guardaba. Maldita traidora, púdrete entre la inmundicia, ese es el lugar al que perteneces. Pobre botella, que cruel destino es vivir sólo para ser usada y luego traicionada. Pude haber sido más, pude haber logrado triunfar si el dulce elixir me hubiera vuelto a llenar, yo deseaba triunfar, pero el mundo es el vertedero donde todos tienen su lugar, no os riáis de mí, pues algún día vosotros estaréis en mi lugar.
     
    #1
    A nomar le gusta esto.
  2. nomar

    nomar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Excelente trabajo. Mis aplausos para usted. Muchas actitudes y realidades subyacen tras sus letras y revelan espeluznantes verdades que descubrimos a diario. Un placer disfrutar su original trabajo. Saludos
     
    #2

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