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Historia de una dama gris

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por TeresaCuentos, 13 de Julio de 2009. Respuestas: 3 | Visitas: 2356

  1. TeresaCuentos

    TeresaCuentos Poeta recién llegado

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    29 de Mayo de 2009
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    De cómo llegué a mi territorio,
    y de otras cosas que no puedo evitar comentar.



    Lo primero que recuerdo es el platito. Debería recordar algo más, supongo. Debería recordar a mi mamá, porque sé cosas que sólo ella me podría haber enseñado, como las mejores posiciones para lavar las patas de atrás, o la técnica para atrapar las pulgas, que por suerte ya no tengo.

    Pero no la recuerdo, ni a ella, ni a mis hermanos. Lo primero que recuerdo es el platito. Ni siquiera lo recuerdo del todo. No recuerdo si era blanco, o de algún otro color. Quizás sea porque al principio tuve muchos platos diferentes, y se me mezclan en la memoria. Pero recuerdo que tenía lo que después aprendí que se llamaba leche. Era rica. Ahora no me gusta tanto. Supongo que es de esas cosas que sólo le gustan a los chicos.

    Después, recuerdo algunos humanos. Casi todas humanas. Antes de que la Doña de Abajo me lo explicara todo, yo no entendía mucho. No sé que hubiera sido de mí sin ella. Ella me dice que quizás hubiera aprendido por mi cuenta; que nosotros nacemos sabiendo esas cosas.

    En algo tiene razón: al menos una cosa la descubrí por mí misma. Las humanas me pasaban de una a la otra, como compitiendo para ver quién me tenía más tiempo. Descubrí que les gustaba mucho si yo hacía el ruidito especial que ellas llaman ronron. La Doña me contó después que es muy importante, que cuanto más alto suenes más atención te dan, y hasta me enseñó algunas técnicas para subir y bajar el volumen y lograr más control, pero lo básico los aprendí yo sola, ese mismo día, el día del platito.

    Recuerdo también la pajita. Fue mi primer juguete. Era uno de esos tubitos de plástico que los humanos usan para tomar jugo o gaseosa desde esas botellas chiquitas, las que se vuelcan fácil. De vez en cuando mi humana me trae una. Hacen un ruidito muy lindo cuando se mueven, y si uno las pisa en una punta, saltan del otro lado, y a veces hasta parece que vuelan.

    Después recuerdo el ruido. Una de las humanas, la que ahora es mi humana, me metió en una especie de bolso. Se parece a una de las carteras grandes que usa ella, pero tiene un almohadón adentro. Se llama "carrier", eso lo sé ahora. Lo usa cada vez que me lleva de paseo, o al veterinario.

    A veces, ahora, me pone uno de esos arneses, esas cintas molestas, me mete ahí y me engancha a una especie de manija. Otras veces tan sólo cierra todo por todos lados, y no me deja moverme mucho. Yo hago un poco de ruido, pataleo, le muerdo a veces las manos y tironeo un poco; la Doña dice que los humanos esperan que hagamos eso, y hay que darles el gusto. Aunque no estoy segura de que a mi humana le gusta que la muerda, a veces parece enojada. Pero la Doña dice que es lo normal, y el Viejo me dijo que haga lo que quiera, que es cosa mía.

    También me gusta morder la tela más abierta, la que tiene agujeritos, a ver si logro desengancharla, pero sé que no puedo salir. Cuando me mete ahí, lo más probable es que me lleve al veterinario (o a la veterinaria, a mi humana no parece caerle bien ninguno, cada vez es uno diferente) y yo no soporto eso (son diferentes, pero cada uno es igual de molesto, me levanta las patas, me mira los dientes, me toca la lengua, me aprieta la panza, me revisa las orejas, me tira del pelo, a veces hasta me ponen inyecciones).

    Es por eso que si lo encuentro suelto y abierto, lo uso de baño. Sé que mi humana odia eso, porque tiene que lavarlo a mano, meterlo en esa cosa líquida que tiene olor horrible y fuerte, volver a lavarlo, y meterlo en esa bolsa donde pone las cosas sucias; después se la lleva, y las cosas vuelven limpias.

    Pero vuelvo al ruido. La primera vez que me puso en el bolso, no usó las cintas. Es que yo era aún muy chiquita, y el arnés me hubiera sobrado mucho. Hasta podía caminar dentro del carrier (ahora tengo que ir acostada, o sentada). Incluso cuando ella lo levantaba, y el piso quedaba un poco colgando, y apretaba por los costados, yo podía seguir paseando. También podía sacar la cabeza y las patas de adelante por uno de los agujeritos, pero a ella no le gustaba, así que los cerró (siguen cerrados, ahora; parece que no se dio cuenta de que ya no puedo sacar la cabeza por ahí).

    Me desvío una vez más. En mi última salida en el carrier, no fuimos al veterinario, sino de paseo. De vez en cuando a mi humana se le da por llevarme a la plaza. Está llena de olores extraños, y por lo general hay demasiados humanos y perros para mi gusto. El pasto está bien. La Doña me dijo que nosotros deberíamos pasar más tiempo en el pasto, pero que a los humanos parece que mucho no les gusta, no tienen mucho. Mi humana me dio una vez una maceta con pasto. No duró mucho, pero era suavecito, y además era rico.

    A la Doña le dijeron, cuando era chiquita, que hay otros lugares en los que hay mucho más pasto que lo que vemos por acá, pero quedan muy lejos. Dice que los que quedan cerca son chiquitos. La Doña me contó que encontró cerca de su territorio algunos lugares en los que hay algunos espacios con pasto y plantas, supongo que como las que tengo en el balcón, pero más, pero llegar ahí es medio peligroso, sobre todo para ella que no tiene carrier, ni humano propio, e incluso ahí hay otros gatos poco amables (tienen derecho; después de todo, es su territorio), y perros que amenazan y hasta humanos que tiran piedras y cosas así. Hay otro lugar con mucho pasto, pero hay olores muy raros. Debe ser muy cerca, a veces el viento viene desde ahí y hasta yo siento el olor pasar por las rendijas.

    Yo creo que la casa de los perros era uno de esos lugares grandes con muchas plantas y que quedan lejos. Viajamos mucho para llegar, y había mucho pasto, y flores, y plantas por todos lados. Mi humana hasta se pegaba la cabeza contra algunas de ellas. Pero parece que cerca de mi territorio no hay lugares así, así que me dice la Doña que tengo que estar contenta con que mi humana me lleve a la plaza, aunque me ponga en el arnés y me ate a las cintas y no me deje oler mucho ni morder nada.

    Nunca había visto uno de nosotros en la plaza, hay demasiados perros como para que un gato sin humano vaya solo, y pocos tienen humanos que salgan de paseo. Pero en la última salida había un gato. Era chiquito. Lástima, me hubiera gustado ver otro adulto de cerca. A la Doña sólo la veo desde la ventana, cuando me siento en la mesa y miro para abajo. Al Viejo nunca lo ví y al Cabezón, bueno, tampoco.

    El gatito era muy lindo, eso sí. Muy peludo. La humana lo llamaba Osito, pero él me dijo que antes se llamaba algo así como Príncipe Ernesto Pelines de Hailan Farms, Bes Kiten In Llou (cuando lo dijo, sonó así, en mayúsculas). Me parece que va a crecer muy bien. Creo que era eso que los humanos llaman "de raza"; la Doña dice que son demasiado caprichosos e insoportables, pero el Viejo solía decir que la Doña es prejuiciosa, que él conoció algunos de raza que eran muy buena gente.

    Osito era simpático, pero un poco charlatán. Les contaba lo del gatito porque en vez de un arnés, tenía una especie de chaleco. A mi humana le gustó mucho, así que ya se cuál va a ser mi próximo "instrumento de tortura", como dice ella. Creo que se da cuenta de que odio el carrier, el arnés y los veterinarios.

    Vuelvo al ruido. Era insoportable. Venía de todos lados, desde afuera del carrier, pero parecía estar adentro también. A veces lo vuelvo a escuchar, pero más suave, cuando me lleva a la plaza o al veterinario. Ahora sé que es el tren. Cuando vamos a la plaza, pasamos por al lado; ese día, íbamos adentro. Los humanos lo soportan bastante bien, se nota que oyen menos que nosotros. Me parece que también escuchan menos que nosotros, pero eso es otra cosa.

    Me asusté mucho ese día, con tanto ruido. Era tan fuerte como el de los fuegos artificiales, y no tenía a nadie cerca para que me lo explique. Al menos mi humana ponía su mano cerca, y me hablaba. Yo hacía ronron para que se quedara cerca, y ella seguro que no lo oía, el ruido de afuera era demasiado grande, pero parece que lo sentía, y dejaba la mano, y me acariciaba. Otros humanos que pasaban cerca me hablaban también, y me decían cosas lindas. Le preguntaban a la mía si era de raza; parece que para los humanos es muy importante eso.

    Después el ruido cambió, y era mucho más suave. Ahora sé que mi humana caminó desde la estación hasta mi territorio. Hasta pasamos por la plaza, pero ese día no paramos ahí. Otras veces fuimos en colectivos, son mucho más ruidosos que caminar, pero menos ruidosos que el tren. Los usamos para ir al veterinario o a la casa con los perros. A esa casa no fuimos nunca más, sólo cuando era chiquita y aún Doña no me había hablado de los perros y de lo raros que pueden ser; creo me hubiera asustado incluso más. La perra era buena y me contó sobre los fuegos artificiales y sobre el fuego normal y sobre los autos y mucho más. El perro estaba medio loco, me parece. La Doña me dijo que la mayoría lo están. Sólo me olía y lanzaba bufidos. Mi humana decía que estaba celoso. No entendí muy bien de qué.

    Mi territorio es bastante chico. No es ni la mitad de lo que es el de la Doña, por lo que dice ella, pero es casi igual que el que tenía el Viejo. Creo que el del Viejo podría haber sido más grande, pero tenía muchas puertas de esas que no se pueden abrir. No se cómo será el del Cabezón; es muy fanfarrón y si le creo a él, mi territorio, el que era del Viejo, y el de la Doña estuvieran dentro del suyo. La Doña dice que los machos son así, pero el Viejo era macho y no mentía sobre esas cosas.

    Mi territorio es bastante chico, sí, pero tiene muchas cosas para explorar y para subir y bajar y para meterse adentro. Al principio yo era tan chiquita que me parecía enorme. Me asustaba ver que empezaba a caminar y no llegaba a ninguna parte, todo el piso igual de rosado. De vez en cuando me encontraba con algún platito con agua o con leche o con esa comida que mi humana me daba cuando era chiquita y cada tanto me da de nuevo, cuando se fue por mucho tiempo y me paga así el tiempo en el que tuve que entretenerme sola.

    Cuando era chiquita, y se iba, mi humana me dejaba guardada (así lo decía ella) en una especie de corralito. Creo que tenía miedo de que mordiera algo que no debía morder; no se por qué pero me gusta morder cosas. La Doña dice que eso es propio de perros, no de gatos, y bufa, porque piensa que los gatos sólo debemos morder humanos. Algunas veces mi humana considera que las cosas que muerdo son malas para mi salud. A veces tiene razón; una vez mordí una flor y me cayó muy pesada. Así que cuando era chica me dejaba "guardada". Pero cuando vio que no mordía nada demasiado peligroso, ya me dejó tranquila, en libertad para recorrer todo mi territorio.

    Cuando está ella, casi siempre pide que le preste atención. Por ejemplo, se sienta en mi sillón favorito, o saca uno de esos bloques de papel con hormiguitas, o saca de la heladera el pote de comida pegajosa y se pone a untarla en cosas. Así que tengo que dejar la exploración para cuando se va. Cada tanto, quizás para que yo no me aburra de tanto mirar siempre lo mismo y pasear por los mismos lugares, cambia las cosas de sitio, o me compra un nuevo baño, o guarda la comida en un lugar distinto, así que mi territorio se mantiene interesante.

    El Viejo y la Doña me contaron que hay otros humanos que siempre dejan todo como está, y que es lo más normal en los humanos de mayor edad; espero que mi humana no se convierta con el tiempo en uno de ellos. Algunos dicen que nuestros humanos se parecen a nosotros. Quizás por eso me gusta tanto mover las cosas de lugar y llevarlas de aquí para allá.

    Como las historias, que empiezo a contar y vienen y van.
     
    #1
  2. José Asunción B. B.

    José Asunción B. B. Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
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    Esta excelente, me gustó leerlo completamente. A veces me he preguntado qué será lo que ellos piensan de nosotros.
    Me trajo de recuerdo una película que he visto y que es mi favorita: Belleza Negra.

    Saludos cordiales.
     
    #2
  3. TeresaCuentos

    TeresaCuentos Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    29 de Mayo de 2009
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    ¡Gracias! Es un halago que te recuerde a Belleza Negra... la novela "Azabache" (así se lo llamó en castellano) fue una de mis favoritas durante la infancia.
     
    #3
  4. ROSA

    ROSA Invitado

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