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Humos de alcohol

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 12 de Octubre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 402

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Todo parecía un sueño, algo etéreo; así lo recuerdo. Ninette me atraía mucho: piel morena, labios carnosos, piernas torneadas, ojos miel, cabellos largos. Vino a la ciudad a estudiar la carrera de Arquitectura, proveniente de Cancún, Quintana Roo. Su papá había adquirido una casa en la Colonia Alemán, pensando en el futuro académicos de sus hijos, que al final sólo tuvo a Ninette. Era caprichosa, algo infantil y sumisa. La conocí el día en que presentamos el examen de ingreso a la Faculta de Arquitectura. La vi sentada, sola, a la sombra de un gran flamboyán. Lleva puestos un pantalón de mezclilla, zapatillas de tacón corrido y una blusa floreada, de tirantes. Sus labios carnosos me encantaron desde ese primer momento en que la vi relamerse al comer una barrita de cereal. Procuré sentarme cerca de ella en el examen, para poder admirarla a mis anchas. Sus cabellos caían delicadamente sobre sus desnudos hombros; su escote, no muy pronunciado, albergaba un parte de pequeños senos color canela tibia. El perfume que emanaba de ella me embriagó completamente. Ni yo sé cómo pude resolver el examen con tanta distracción de por medio. Finalicé muchos antes que ella el examen y creí que no la volvería a ver. Los resultados estaría listos dos semanas después.

    El primer día de clases, la vi, de nuevo, sentada bajo el gran flamboyán. Suspiré extasiado. Involuntariamente, rogué que estuviéramos en el mismo salón de clases y así fue. En las presentaciones embarazosas del primer día, supe que se llamaba Ninette. Desde luego que no sólo yo estaba interesado en ella, había uno que otro zopilote rondándola. Me apresuré a iniciar una amistad con ella. Tenerla cerca me aliviaba el alma y el deseo aumentaba más. No quería ser su “mejor amigo”, nada de eso; la quería tener, desnuda, entre mis besos y caricias.

    En una de nuestras pláticas, al salir de clases, me enteró de su vida familiar y que vivía sola en la casa de la Colonia Alemán. Tengo que ocuparme de comprar comida, lavar mi ropa, ¡Uf!, limpiar la casa y estudiar y hacer las tareas. Al principio, iba cada quince días a ver a sus papás a Cancún; luego empezó a tener más amigos y las visitas se fueron espaciando cada vez más.

    En un proyecto de diseño quise hacer equipo con ella. El proyecto, explicó el Arquitecto Ramírez, es hacer un prototipo de una sala audio-visual para una residencia. Pones mucha atención en los materiales y los costos. Serán equipos de dos integrantes. Nos cruzamos las miradas y con señas le indiqué que hiciéramos equipo. Sonrió. Al finalizar las clases le pregunté si formaríamos el equipo. No sé, dijo, Nayelly me pidió que hiciéramos equipo. Puse mi cara de perrito recién regañado. Déjame pensarlo unos días, dijo, pero no te hagas muchas ilusiones. De acuerdo, dije y me fui saboreando la victoria por anticipado. No tuve la necesidad de presionarla, ya que al día siguiente me dijo que prefería hacer equipo con Nayelly. Sentí que me echaron un balde de agua fría. Ni modo, le respondí, será para la próxima. ¡Puta madre! Se me fue una buena oportunidad de ligármela. Esa negativa me hizo desearla más, imaginarla desnuda entregándose indómita. Paciencia, me dije, es de sabios esperar. Efectivamente, el último cuatrimestre nos pidieron un proyecto de diseño estructural, era igual por equipos, pero esta vez de cinco integrantes. Me hice al difícil y esta vez no le pedí que hiciéramos equipo. Ya me llevaba a toda madre con Rodulfo, Carlos y Arely y con ellos haría equipo.

    Al día siguiente, me interceptó en la cafetería antes de sentarme en la mesa donde estaban Rodulfo y Carlos. ¿Puedo hablar contigo?, preguntó con un sonrisa traviesa. Les hice una seña con la mano derecha, indicándoles que luego hablaría con ellos. Fuimos a sentarnos debajo del gran flamboyán. Quería pedirte algo, dijo pausadamente. Su perfume se esparcía por las ramas y las flores. ¿Podemos estar en tu equipo? Tardé unos segundos en reaccionar a la pregunta. ¿Podemos?, pregunté con extrañeza. Sí, respondió moviendo la cabeza de arriba a abajo. Nayelly y yo, pero aquí entre nos, continuó con voz baja, le atraes y me pidió que hablara contigo para hacer equipo. Pero no le digas que te dije, recalcó con una risita cómplice. ¡Maldita sea! No deseaba a su amiga, sino a ella. Algo se me ocurriría. Paciencia, paciencia, me repetía por dentro. Acepté y eso me costó una tanda de cervezas y los consabidos reclamos: ¡Eres un culero!, dijeron al unísono Rodulfo y Carlos. ¡Nos dejas por esas lagartonas!, le oí decir a Arely. Al final, se nos unieron Pedro y Carolina, que eran novios desde la preparatoria. Verlos tan melosos, acepto, me daba envidia; así quería estar con Ninette.

    Días después, me puse a observar a Nallely y no había reparado en lo bonita y sexy que era: cabello rubio, ojos verdes, pechos y nalgas enormes. Creí que sería buena idea seguirle el juego y darle celos a Ninette. En las reuniones del equipo le ponía más atención a Nallely y me empezó a interesar poco a poco. Soñaba con esas enormes nalgas entre mis manos y mi boca perdiéndose en sus pechos. A una semana de entregar el proyecto, se les ocurrió, a Pedro y Carolina, hacer una fiesta con baño de piscina. El calor de Junio lo ameritaba. Invitaron a todo el salón de clases. No podía esperar ver a Ninette y Nallely en diminutos bikinis. La fiesta fue un sábado al medio día, en casa de Carolina. Nallely me pidió que pasara por ella e ir juntos a la fiesta y así lo hicimos. Llevaba puestos un short diminuto de mezclilla, sandalias, una blusa ombliguera que dejaba entrever el sostén del bikini. Al verla salir de su casa, una emoción se apoderó de todo mi cuerpo, que culminó con una leve erección. ¡Se veía buenísima! Cuando llegamos y saludamos a Ninette, tuve otra erección, pero esta vez más prologada. Su perfume me embriagaba. Me perdí en sus ojos miel y en lo diminuto de su bikini. Una revolución hormonal estaba en pleno hervidero dentro de mí. Unos minutos más, con ellas dos a mi lado, terminaría en un accidente pegajoso. Decidí ir a distraerme un rato con Rodulfo y Carlos, que ya tenían un par de cervezas encima y me pedían una oportunidad para intimar más en confianza con Ninette y Nallely. Esos culos, solté la carcajada, son míos. Me llovieron los insultos e improperios de mis amigos. Les prometí, casi mintiendo, que si se quedaban hasta el final, podrían intimar con ellas.

    Regresé a lado de ellas, que no se separaban en ningún momento. Tenía que hacer algo para agasajar a mis anchas a Nallely, pero creo que Ninette lo intuía y ponía trabas a mis propuestas. Al final me dijo que ella llevaría Nallely a su casa. Vino mi papá y me dio el carro, dijo secamente. Mis esperanzas se fueron a la chingada, o eso creía. Tres horas más tarde se fueron de la fiesta y me quedé a recibir las mentadas de madre de Rodulfo y Carlos. Igual me la pelé, dije en mi defensa.

    Al llegar a mi casa, recibí una llamada. Cuando contesté escuché la voz de Ninette. Estaba algo borracho, pero aún tenía coordinación en mis movimientos. ¿Qué pasó?, le pregunté extrañado y maldiciéndola por dentro. Mi papá se acaba de ir, tuvo una diligencia urgente. ¿Puedes venir a mi casa? No sabía cómo reaccionar ante esa confesión. Me quedé en silencio unos instantes. Me baño y cambio de ropa y voy a verte, contesté. Me tomé un café cargado para bajarme la borrachera y fui a verla.

    Cuando llegué, llevaba puesta una camiseta holgada. Es mi ropa para dormir, dijo sonrosada. Vamos a mi cuarto, dijo tomándome de las manos. No podía creer lo que estaba pasando. Se sentó en el borde de la cama. La vi acariciándose los largos cabellos. Me pidió que apagara la luz. Me siento más cómoda sin tanta luz. Sobre un buró había una lámpara que ella encendió y no quedarnos totalmente a oscuras. Sabes, dijo, estoy nerviosa. Mis manos sudaban y mi voz no salía de la garganta. Respiré hondo. Igual estoy nervioso, dije mirando sus labios carnosos. Me imaginé esos mismos labios aprisionando suavemente mi sexo, como lo había visto tantas veces en las películas pornográficas. Sacié mis ganas hasta quedar exhausto. Me dio un beso tierno en los labios y me quedé dormido.

    Al despertar, un par de hora después, algo pasó. Su voz se parecía a la de Nallely, su perfume se diluyó fugazmente, sus cabellos se tiñeron de rubio, sus pechos se agrandaron. Sacudí la cabeza varias veces para reaccionar. Intenté hablar pero de súbito se abalanzó a mi sexo. La sensación era terriblemente placentera. Apreté los ojos creyendo que así volvería a tener a Ninette frente a mí. Fue inútil. Te quiero dentro, susurró. Confundido, volví a apretar los ojos. Los humos del alcohol me hicieron una broma pesada. Resoplé resignado, era Nallely, y, me volví a entregar a las caricias prestadas de Ninette. En esta ocasión, la entrega fue algo ríspida. Eyaculé, más por necesidad que por placer. Esperé hasta que ella se durmió para marcharme en silencio, rumiando mi decepción.
     
    #1
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