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Huracán inmerso

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por ivoralgor, 8 de Agosto de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 482

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Qué difícil es olvidarla, dije aquella tarde. El viento, con rachas fuertes, mecía los árboles. Una finísima lluvia mojaba el pavimento. Recordé sus ojos llenos de rencor. Se me estrujó el alma. Tuve que distraer mi mente en un video que encontré en Facebook: Mike Dawes tocaba One, un cover de Metallica. Subí el volumen para concentrarme en los acordes de guitarra que me transportaban a sus labios, a su piel sudada, a esa mirada llena de amor. Qué difícil, dije una segunda vez para mis adentros. Olisqueé su perfume impregnado en su vestido. Nada podía impedir que la siguiese olisqueando.

    No me mates, le oí decir con voz entrecortada. Deja que mi cuerpo se una al tuyo, prosiguió jadeando. El sudor empapaba nuestros cuerpos. El rumor de los grillos se colaba por la ventana. Deja que muera en ti, alcancé a decir antes de tomar una bocanada de aire. Qué difícil es vivir sin ti, dijo exhausta. Su desnudez límpida se agazapaba en la cama, buscando el cobijo de mis caricias.

    Dos años después, aquella dificultad se hizo nula. Tomó sus cosas y se marchó. No recuerdo cuál fue la excusa, sólo sé que me dejó. Han pasado más de seis años desde su partida. Mi vida dio un giro drástico en aquel entonces. Dejé de escribir por un período largo de tiempo: ella era uno de esos motivos. Me volví un alcohólico. No me concentraba en ningún tipo de empleo. Simplemente trabajaba para comprarme alcohol.

    Dicen que la vida te da una segunda oportunidad y vaya que es cierto. Una mañana, como otras tantas, la resaca me llevó al hospital con una severa deshidratación. Urgencias estaba a reventar, era domingo. Una enfermera me vio durmiendo en el piso. Mis labios estaban resecos y mis ojos opacos. Agua, alcancé a decir. La vista se me nubló y sólo veía ir y venir sombras. Unas horas más tardes, abrí los ojos en una camilla que estaba en el pasillo. Una practicante se me acercó solicitando mis generales. Sus ojos llenos de ternura me recordaron a los de ella. El calor de su mano me transportó a lo tibio de sus senos, a esa oleada de sudor que surcaba su vientre. No recuerdo que tanta información le proporcioné, pero me alegró.

    Después de ese día, cambié la forma de ver mi vida. Salí poco a poco. Retomé la escritura y escribí mi primera novela, que publiqué con apoyo del Gobierno. Jamás volví a ver a la practicante. Qué difícil, repetí un par de veces. La lluvia empañaba los cristales y el viento zarandeaba, con más fuerza, a los árboles: una tormenta tropical. Esa ira, entendí esa tarde, era un huracán dentro de ella y, sin querer, mi desidia la orilló.

     
    #1
    A arenisca y Hannah Alarcón G. les gusta esto.

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